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¿Cómo se vio el triunfo del No lejos de Santiago? Opinión

¿Cómo se vio el triunfo del No lejos de Santiago?

Egon Montecinos
Por : Egon Montecinos Director Centro de Estudios Regionales, Universidad Austral de Chile
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Vale la pena recordar a los hombres y las mujeres que derrotaron al dictador, las ideas que los inspiraron, pero también vale la pena mirar hacia el futuro y decirle No al miedo de opinar y escuchar al diferente, decirle No a la apatía por la participación ciudadanía y decirle No al centralismo de los partidos políticos. Más democracia y autonomía… no nos hará mal.  


Para octubre del año 88 tenía 15 años, estaba en 1° medio del Liceo Rodulfo Amando Filippi de la comuna de Paillaco (ex liceo C-13), al cual viajaba todos los días desde mi pueblo natal Pichirropulli. No tenía derecho a voto, pero la mayoría de mi familia votó por el No y guardo algunas nociones de lo que se hablaba días previos: las esperanzas que generó este triunfo, las que quiero agrupar en 3 ideas que siguen siendo desafíos para Chile.

1.- Vencer el miedo. Para el año 88 ya no había tanto miedo como algunos años antes. Por ejemplo, una vez, teniendo 12 años (año 85), en el patio de la casa de mi abuela materna había un caballo llamado “momio” y se me ocurrió llamarlo por ese nombre, de inmediato los adultos que me acompañaban me retaron y me señalaron que no dijera esa palabra porque “nos podía pasar algo”.

En Pichirropulli no hubo masacre, pero sí hubo soplones que contribuyeron a hostigar la vida de algunas personas de izquierda. Opinar era riesgoso, reunirse era aún más sospechoso, participar derechamente no se podía. Sin embargo, el miedo a la represión o al soplonaje era inferior a la esperanza por recuperar el espacio público, cuestión que finalmente sucedió.

¿Qué es lo distinto hoy? En el país no existe ese miedo del 88 y, pudiendo participar en el espacio público, muy poca gente lo hace. Ese es el valioso mensaje que nos debe entregar el triunfo del No, que la diversidad de opiniones y mundos se exprese en el espacio público, siendo fuente de inspiración de nuevas políticas públicas.

[cita tipo=»destaque»]El triunfo del No, para quienes vivimos en regiones y particularmente en pueblos chicos, nos enseñó a obedecer a los que lucharon por la democracia, por lo tanto, era un derecho ganado de ellos decidir lo que pasaría después de esa “gesta democrática”. ¿Cómo es hoy? El centralismo de los partidos políticos se afianzó, se consolidó, se consagró. Ni siquiera un candidato a concejal puede ser decidido en una directiva comunal de un partido político y menos inscribir su candidatura en el Servel regional.[/cita]

2.- Recuperar la democracia. Para gente de pueblo chico, rural, esa idea era épica, pero resultaba un poco difusa si se proyectaba más allá del 88. Era algo así como elegir a las autoridades, pero eso no importaba tanto como tener fuera del gobierno a “los milicos”. Debo ser franco, en mi entorno no existía esa valoración de la democracia participando en las decisiones y discusiones públicas. Más bien, se trataba de tener la libertad de elegir representantes, pero, finalmente, se asumía que esa tarea era una cosa de dirigentes políticos que para ese entonces eran personas “jugadas y respetadas”. ¿Cómo es en la actualidad? No mucho ha cambiado, salvo que la opinión sobre esos líderes políticos jugados y respetados, hoy no es tal.

El desafío que veo es cómo hacemos de la gesta del No, un espacio de revalorización de la política y lo político, pero más ciudadano, regional y menos santiaguino y cupular. ¿Cómo recuperamos esa épica de la democracia en espacios tan remotos y distantes de la capital Santiago, cuando las políticas públicas se tardan en llegar o derechamente no llegan?   

3.- El centralismo de los partidos políticos. En el 88, los que hablaban bien y bonito eran “los que venían de Santiago o mandados por los de Santiago”, a esta descripción había que agregar que ellos eran los que “cortaban”, los que “mandaban”. Por ejemplo, los que decidían la cosa política en la comuna de Paillaco no eran de ese territorio, las ideas y las órdenes venían desde afuera. El triunfo del No, para quienes vivimos en regiones y particularmente en pueblos chicos, nos enseñó a obedecer a los que lucharon por la democracia, por lo tanto, era un derecho ganado de ellos decidir lo que pasaría después de esa “gesta democrática”. ¿Cómo es hoy? El centralismo de los partidos políticos se afianzó, se consolidó, se consagró. Ni siquiera un candidato a concejal puede ser decidido en una directiva comunal de un partido político y menos inscribir su candidatura en el Servel regional.

El No fue una lucha por la libertad y la autonomía de pensar y decidir, por lo que, a la luz de este hito democrático, resulta muy frustrante y contradictorio que un comunal no pueda definir sus mejores candidatos(as) en el territorio que aspiran a representar.

Vale la pena recordar a los hombres y las mujeres que derrotaron al dictador, las ideas que los inspiraron, pero también vale la pena mirar hacia el futuro y decirle No al miedo de opinar y escuchar al diferente, decirle No a la apatía por la participación ciudadanía y decirle No al centralismo de los partidos políticos. Más democracia y autonomía… no nos hará mal.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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