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Las bodas de Caná en Casablanca: cuando el agua se convirtió en vino Opinión

Las bodas de Caná en Casablanca: cuando el agua se convirtió en vino


La geóloga de la Universidad Andrés Bello María Fernanda Lazcano realizó su memoria de título sobre el estado del acuífero Los Perales de Tapihue en la cuenca del Estero de Casablanca. Los resultados de su trabajo demuestran con rigurosidad científica la sobreexplotación hídrica que ha padecido el valle en los últimos años.

El balance hídrico de una cuenca es el resultado de la diferencia entre sus recargas y descargas. Es decir, del agua que recibe y la que es usada. Sin duda que el mejor escenario es un saldo positivo o de superávit.

En la cuenca estudiada por Lazcano no existen recargas por escorrentía superficial, por lo tanto, la única fuente en este caso son las precipitaciones. Durante el 2017, período estudiado, las lluvias alcanzaron los 485 litros por segundo (l/s), lo que representa la cantidad de agua recibida por el acuífero de Tapihue.

El problema es que la cantidad de agua que utilizamos, es decir las descargas, son ampliamente superiores. Estas se dividen en dos. La primera es de carácter natural, mediante la evapotranspiración, que corresponde a la demanda hídrica de la vegetación nativa. Esto además advierte la relevancia de preservar especies autóctonas y no introducir exóticas que requieren más agua.

La cantidad calculada de descargas de este tipo llegó a 1.476 l/s, lo cual ya genera un saldo negativo considerando solamente las variables naturales, afectadas por la sequía y las altas temperaturas.

El segundo tipo de descarga es la de carácter antrópica, es decir, por la actividad humana.  La zona estudiada se caracteriza por una presencia predominante de viñedos y la extracción para dichos fines, actividad productiva que ha crecido cada año. Por ejemplo, en dos décadas se ha doblado la cantidad de pozos en el acuífero, con peaks de construcciones de estas captaciones luego de años lluviosos como el 1998 y 2001.

En cifras, la demanda antrópica, dedicada principalmente al riego agrícola, dado que no existen zonas altamente pobladas, llega a la preocupante cifra de 1.636 l/s. Esto genera como balance global hídrico un valor negativo de -2.627 l/s.

En palabras sencillas, la situación es crítica. Las recargas son altamente menores a las descargas y en el acuífero se está usando hasta la última y más profunda gota, comprometiendo la sustentabilidad hídrica del valle de Casablanca. Sobre esto último, vale la pena estudiar la advertencia que hizo la Coordinadora Ecológica, en virtud de la discusión del plan regulador, respecto al riesgoso crecimiento estimado de la población en un escenario de escasez hídrica.

Otro antecedente del estudio es la cantidad de derechos otorgados por la Dirección General de Aguas en este acuífero, que al año 2017 acumuló 172 inscripciones. El total del caudal fueron 1.636 l/s, distribuidos en 560,6 para riego, 4,3 para potable y 1.071 sin información. Sí, leyó bien, 1.701 sin información.

El estudio de María Fernanda Lazcano nos entrega pruebas contundentes respecto a la necesidad de una producción agrícola sustentable en Casablanca. Es inviable continuar con una explotación vitivinícola sin indicadores y mediciones.

Todo lo antes expuesto no puede ignorar la contribución en empleo y actividad económica de la vitivinicultura en Casablanca. Pero como están las cosas, sin un compromiso por la sustentabilidad productiva, estamos en la senda del “pan para hoy, sed para el mañana”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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