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El origen de la profunda hostilidad hacia la inmigración Opinión

El origen de la profunda hostilidad hacia la inmigración

Noah Smith
Por : Noah Smith Columnista de Bloomberg
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Una posible razón es que los estadounidenses, aunque son más positivos hacia la diversidad que en muchos otros países, también temen que su cultura se diluya por los recién llegados. El prejuicio racial hacia inmigrantes de países no blancos también juega un papel importante. Además, la política también podría ser un factor; dado que los hijos de inmigrantes tienden a votar por los demócratas, los republicanos podrían temer que la inmigración represente una amenaza para su fuerza electoral.


La opinión pública sobre la inmigración es difícil de entender. Los estadounidenses expresan perspectivas más favorables ante la inmigración desde que Donald Trump fue elegido como presidente:

A Reflection of the Trump Era?

Sin embargo, estas cifras de encuestas vienen de la mano con varias advertencias. Primero, el aumento en el apoyo a la inmigración podría simplemente ser una reacción a la xenofobia de la administración Trump y podría desvanecerse una vez deje la presidencia. En segundo lugar, las encuestas indican poco sobre la prominencia del tema para las dos partes; los oponentes de la inmigración podrían estar más motivados que los defensores y, por ende, pelear más. Por último, vale la pena resaltar que hasta en este momento aquellos que apoyan una menor inmigración superan en número a aquellos que apoyan un aumento de la misma. Además, estos datos solo corresponden a Estados Unidos; es posible que otros países vayan en direcciones opuestas.

¿Por qué pareciera que el público tuviera un sesgo antiinmigración? El grueso de los datos disponibles muestran que los inmigrantes, al menos en EE.UU. son una fuerza saludable y positiva. Son altamente móviles hacia arriba. Realizan contribuciones descomunales a la tecnología y la industria. No reducen los salarios de los trabajadores nativos y, en el caso de inmigrantes altamente calificados, incluso los aumentan. Cometen menos crímenes que los estadounidenses nativos. Pagan muchos impuestos que ayudan a apoyar a los gobiernos locales y estatales. Resucitan pequeños pueblos moribundos y barrios deteriorados. ¿Por qué tantos estadounidenses desconfían de lo que parece un bien no adulterado?

Una posible razón es que los estadounidenses, aunque son más positivos hacia la diversidad que en muchos otros países, también temen que su cultura se diluya por los recién llegados. El prejuicio racial hacia inmigrantes de países no blancos también juega un papel importante. Además, la política también podría ser un factor; dado que los hijos de inmigrantes tienden a votar por los demócratas, los republicanos podrían temer que la inmigración represente una amenaza para su fuerza electoral.

Pero además de todo esto, el sentimiento antiinmigración podría estar entrelazado con la sospecha del estado de la asistencia social. Es posible que la gente esté sobreestimando la cantidad de recursos públicos que se gasta en inmigrantes y que esté menos dispuesta a distribuir los beneficios del gobierno a personas de otros países.

Esta es la conclusión del reciente documento de los economistas Alberto Alesina, Armando Miano y Stefanie Stantcheva. Los autores realizaron encuestas detalladas a 24.000 personas nativas en seis países occidentales desarrollados: EE.UU., el Reino Unido, Francia, Alemania, Suecia e Italia. Lo que descubrieron fue una maraña generalizada de percepciones erradas.

Primero que todo, personas nativas nacidas en los países encuestados tienden a sobreestimar el número de inmigrantes. A través de todo el espectro demográfico y político, las personas indicaron que la proporción de inmigrantes en sus países era entre 10 y 15 puntos porcentuales más alta de lo que realmente era. También tendían a equivocarse sobre las personas que ingresan al país, sobreestimando la proporción de inmigrantes musulmanes y subestimando la cantidad de inmigrantes cristianos (excepto en Francia). Adicional, tendían a subestimar la cantidad de inmigrantes en la proporción de la fuerza laboral altamente educada. Los investigadores hallaron igualmente que las personas tienden a asumir que los inmigrantes reciben más prestaciones sociales que los nativos de pura cepa.

Parece que muchas personas en países ricos perciben la inmigración como se le representa en el famoso poema sobre la Estatua de la Libertad: una masa de gente cansada, hambrienta y pobre. Incluso aquellos que normalmente apoyan la asistencia social podrían sentir el deseo de reducir los beneficios si su país se enfrentara a una horda de recién llegados necesitados. Esa inclinación será aún más intensa entre aquellos que no están a favor de la idea de asistencia, que culpan a los pobres por su pobreza, a quienes simplemente no les importan los extranjeros o que aceptan los estereotipos racistas. En un documento de seguimiento, Alesina y Stancheva muestran matemáticamente cómo todos estos factores se combinan para reducir el apoyo a la asistencia social.

Efectivamente, Alesina y sus colegas descubrieron que cuando hacen preguntas a las personas sobre inmigración antes de preguntarles sobre la redistribución (en lugar de después), su apoyo ante la asistencia social disminuye. Como era de esperar, el efecto es más fuerte entre conservadores.

Por lo tanto, es probable que la inmigración reduzca el apoyo a la redistribución. Pero todos los países avanzados tienen grandes niveles de asistencia social y es poco probable que los abandonen pronto. En cambio, parece probable que muchos intenten cerrar las puertas a los extranjeros.

Será difícil para aquellos que conocen los beneficios de la inmigración formular una respuesta. Parece poco probable que funcionen las campañas de información que indican al público que los inmigrantes representan un positivo fiscal neto (el estudio de Alesina, por ejemplo, halló que los encuestados no estaban muy interesados ​​en conocer hechos reales después de que terminó la encuesta). Hacer campaña contra el racismo y los estereotipos negativos de los pobres podría servir de ayuda, pero cambiar actitudes arraigadas siempre es una batalla cuesta arriba.

Un enfoque podría ser admitir a inmigrantes más calificados. Los estudios muestran que los inmigrantes educados contribuyen mucho más en ingresos fiscales de lo que sacan; la mayoría de la gente sabe instintivamente que no es probable que los ingenieros o los médicos reclamen beneficios sociales.

Immigration as a Net Plus for Taxpayers

Inclinar al sistema de inmigración hacia trabajadores cualificados, como lo hace Canadá y otros países, no solo permitirá que las arcas del gobierno se mantengan llenas, sino que podría ayudar a conservar un amplio apoyo hacia la inmigración y la asistencia social, aun frente a percepciones erradas y testarudas del público.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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