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No es el Presidente, es la Presidencia Opinión

No es el Presidente, es la Presidencia

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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No parece un ejercicio que lleve a alguna parte seguir preocupados de la persona de Sebastián Piñera. Si se expresa o habla de una u otra manera, si se equivoca en sus dichos, si resalta su ego. De lo que hay que preocuparse realmente, en el actual contexto de anormalidad, es de las decisiones de política pública en tanto Presidencia de la República y cómo impactan la actual crisis. Un buen camino que ayudaría a focalizar la evaluación de las decisiones de la Presidencia, sería que –frente a la actual crisis– el Presidente procesara el fracaso haciendo la pérdida y asumiera que no volverá a ser popular. Si así fuere, Piñera debería estar dispuesto a hacer lo que sea necesario, sin medir las externalidades en términos personales. Si su tendencia, por el contrario, lo lleva a insistir en buscar lo que esta irremediablemente perdido –aprobación y popularidad– él y el país lo pagarán caro.  


Las imprecisiones pensadas o no en una reciente entrevista al Presidente Sebastián Piñera, en relación con la vandalización de estaciones del metro el 18-O y, que al día siguiente tuvo que salir a precisar, vuelven a poner el foco de la conversación en la compulsión presidencial por el protagonismo y copamiento de los espacios públicos. Este sería el “Piñera de siempre”, para quien estar en segunda línea no forma parte de su naturaleza y esencia.

Sin embargo, en la actual crisis, interna por un lado, derivada del estallido social con todas sus consecuencias para la gobernabilidad del país y, externa por otro, resultado de la emergencia sanitaria que está generando el COVID-19 y que profundiza el actual escenario de anormalidad, parece instalarse un cierto consenso —en la opinión pública tanto como en la publicada— acerca de que lo que necesita el país es más un Jefe de Estado que un Jefe de Gobierno.

En nuestra historia republicana e institucional, la Presidencia de la República se encuentra unida al Jefe de Estado. El presidencialismo de nuestro régimen político ha preservado su autoridad. Nuestros presidentes democráticamente electos la han resguardado siempre. La han utilizado en momentos precisos para trasmitir mensajes en momentos claves para el país. También y, fundamentalmente, para tomar decisiones frente a problemas públicos.

En virtud de lo anterior, no parece un ejercicio que lleve a alguna parte, seguir preocupados de la persona Sebastián Piñera. Si se expresa o habla de una u otra manera, si se equivoca en sus dichos, si resalta su ego. De lo que hay que preocuparse realmente, en el actual contexto de anormalidad, es de las decisiones de política pública en tanto Presidencia de la República y cómo impactan la actual crisis.

La pregunta es acerca de que esperamos de la Presidencia de la República. Si las respuestas del Gobierno se presentan en un formato comunicacional con foco en la persona de Sebastián Piñera, la conversación se volverá a instalar en la persona del Presidente. Mientras más este se expone, el desgaste lo paga directamente el Mandatario, ya que el protagonismo presidencial resulta totalmente disfuncional en el actual contexto.

Si, por el contrario, se responde haciendo comunicación de Gobierno, con lógica y actitud de Jefe de Estado, empoderando ministros, dosificando sus apariciones, concentrará la atención en las decisiones públicas y permitirá evaluarlo por sus resultados. No hay que olvidar que los resultados son lo que encumbran o hunden a un Gobierno.

Los asesores del Presidente y el propio Sebastián Piñera harían bien en entender, de una buena vez, que las comunicaciones tienen resultados en función del objetivo y de cómo se las use. Como dijo Paracelso, “todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio”. Aquí, reside el gran desafío para comenzar a hacer comunicación de Gobierno. El nivel de exigencia ciudadana respecto a la comunicación gubernamental es un factor cada vez más crítico para tener en cuenta.

Ayudaría también a focalizar la evaluación de las decisiones de la Presidencia de la República, si –frente a la actual crisis– el Presidente procesa el fracaso haciendo la pérdida y asume que no volverá a ser popular. Si es así, debe estar dispuesto a hacer lo que sea necesario sin medir las externalidades en términos personales. Si su tendencia lo lleva a insistir en buscar lo que esta irremediablemente perdido —aprobación y popularidad— él y el país perderán.

El dilema para el Gobernante lo planteó ya de algún modo Carlos Peña, parafraseando a Maquiavelo: un príncipe tiene que estar dispuesto a salvar su reino o salvar su alma. Este es el dilema que acecha al Presidente Piñera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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