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Sistema de salud y COVID-19: transformaciones urgentes para Chile y el mundo Opinión

Sistema de salud y COVID-19: transformaciones urgentes para Chile y el mundo

Osvaldo Artaza
Por : Osvaldo Artaza Doctor y ex Ministro de Salud. Decano Facultad Ciencias de la Salud, Universidad de Las Américas
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Cuando en Asia y Europa han comenzado a restablecer sus procesos cotidianos de manera prudente y gradual, América se ha transformado en el actual epicentro de la pandemia y Chile inicia sus días más duros, poniendo al límite a su sistema de atención hospitalario.

La pandemia nos obliga a revisar nuestra gobernanza a escala planetaria, dado que nuestro mundo globalizado parece funcionar relativamente bien para concordar intercambio de bienes, mercancías y capitales, pero está demostrando ser totalmente incapaz para actuar unitaria, organizada y solidariamente ante una profunda crisis, que genera escenarios de incertidumbre, faltas de certeza y visibiliza las dificultades de actuar de modo mancomunado. Esta debilidad en la gobernanza de la salud global y la dificultad para actuar en común se traduce en que distintos países han decidido actuar individualmente, vía ensayo y error, asumiendo estrategias diferentes, unos han puesto el acento en testear, aislar y tratar de manera masiva e intensa, otros han optado por cuarentenas totales, otros muchos por mezclas incompletas de ellas a tiempos diversos.

La experiencia ante esta pandemia, está señalando lo esencial de varios aspectos, la capacidad de los gobiernos de conducir una respuesta unitaria, rápida y eficaz; la fortaleza institucional en salud pública y la capacidad de actuar en los territorios identificando y conteniendo; el nivel de las desigualdades sociales, el peso de las determinantes sociales de la salud y el soporte social básico que ofrece la sociedad a sus grupos más vulnerables, a objeto de que puedan soportar cuarentenas prolongadas y efectivas; la calidad de la comunicación que se entrega a la población, vocerías unificadas, claras, transparentes y veraces; la confianza que la población tiene en sus autoridades e instituciones y la asociatividad y capacidad de las personas para actuar organizada, disciplinada y solidariamente, con sentido de bien común; y la calidad de la información disponible para la toma de decisiones.

Queda de manifiesto la relevancia que tiene el contar a nivel global y local, con un mejor nivel de vigilancia y prevención para poder enfrentar crisis sanitarias. Para ello, resulta fundamental el fortalecer a escala global el papel de la OMS y a nivel local la rectoría en salud pública de los ministerios de Salud. En los países es vital la existencia de comunidades con poder de organización para contribuir al cuidado de personas y familias en los territorios, junto a un papel fuerte y protagónico de la Atención Primaria a la Salud (APS). La APS es el principal actor para la defensa y el ataque ante una pandemia (identificación de población de riesgo, medidas preventivas, testear y aislar). Desafortunadamente en muchos países el poder local es débil y la APS ha vuelto a ser invisibilizada, perdiéndose toda la experticia de ese nivel para actuar con la comunidad y en los territorios.

Chile ante la pandemia, hay que ser claros, no ha tenido un buen desempeño. Si examinamos la mortalidad por 100 mil habitantes en Sudamérica, solo Ecuador, Brasil y Perú han tenido a la fecha una mayor mortalidad que Chile. Nuestro país, al momento, presenta una mortalidad por 100 mil cuatro veces superior a la de Argentina y casi 7 veces más que la de Uruguay.

Los factores que pueden haber influido en ello son múltiples y, por señalar algunos, la presencia de enormes desigualdades sociales y grandes grupos de población viviendo hacinados, en condiciones precarias y con la obligación de movilizarse para proveerse de sustento; los cambios sociales y culturales generados por el modelo de desarrollo neoliberal, con altos niveles de individualismo y escasa capacidad de un Estado reducido y subsidiario para garantizar derechos sociales esenciales; la pérdida de credibilidad y confianza en autoridades e instituciones que se agrava con la revuelta social y política que se inició en octubre del 2019 y que Chile aún no ha resuelto, generando la pandemia tan solo un paréntesis, que sin duda romperá la crisis económica que seguirá a la sanitaria; el paradigma biomédico y hospitalocéntrico imperante en las élites, la fragmentación y segmentación del sistema sanitario chileno y la poca relevancia que se le da a la APS, pueden ser algunos de los posibles factores.

Para nuestro país, junto a los desafíos de un modelo de desarrollo distinto que impacte favorablemente en las determinantes sociales de la salud, aparecen como urgentes varias transformaciones de nuestro sistema de salud: en el ámbito de la rectoría, fortalecer las competencias del Ministerio de Salud en vigilancia e inteligencia sanitaria, para lo que se hace menester evaluar la existencia de dos subsecretarías y el papel de las secretarías regionales de salud. A nivel de rectoría, podría plantearse contar con un consejo nacional de salud que reúna a los ministerios sociales, el de Interior y Hacienda, junto a actores sociales claves, a objeto de mejorar la gobernanza para la conducción efectiva, no solo frente a hechos coyunturales como una pandemia, sino que especialmente para políticas integradas, sistémicas y de largo aliento en los aspectos que más afectan la calidad de vida de la población. Este consejo se debería replicar en cada región, articulando municipios, salud y desarrollo regional.

A nivel de prestación de servicios, parece importante generar una nueva gobernanza para redes integradas de servicios de salud. Sacando la conducción de la prestación del ministerio y formando estructuras de gobierno a nivel nacional y regional de redes integradas, que superen la fragmentación entre niveles y entre lo público y lo privado. A nivel del ámbito del financiamiento y el aseguramiento, considerando el nulo aporte que han mostrado los seguros privados, parece haber más evidencia de la necesidad de, junto con aumentar el gasto público en salud, lograr una mancomunación de todos los aportes en un solo fondo, que sustente un plan de salud universal y la instalación de un modelo compartido de atención basado en la APS para toda la población chilena.

Chile estaba orgulloso de sus resultados en salud. Pero la pandemia puso en evidencia nuestras actuales debilidades, que se están traduciendo en muchas muertes que pudimos haber evitado. Junto a muchos cambios que la sociedad reclama, urgen cambios importantes de nuestro sistema de salud, así como grandes transformaciones en el ámbito de la salud global.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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