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El populismo detrás del populismo Opinión

El populismo detrás del populismo

Juan Egaña González
Por : Juan Egaña González Historiador. Académico Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas U de Valparaíso
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La reciente discusión en torno al retiro del 10% de las cotizaciones del sistema de Aseguradoras de Fondos de Pensiones, AFP, junto a otras medidas adoptadas por el Ejecutivo como el reparto de cajas de alimentos a familias vulnerables en el contexto de la pandemia del COVID-19 y el debate legislativo en torno a la promulgación de leyes que carecen de viabilidad constitucional, entre otras situaciones, ha reinstalado la cuestión en torno al populismo como una forma de hacer política orientada más a la búsqueda rápida del beneplácito ciudadano que al desarrollo de una estrategia de Estado para afrontar los diversos conflictos sociales y económicos que actualmente se aprecian en Chile.

Así como ocurre con otras expresiones políticas como el fascismo y el comunismo, la mera mención de la palabra populista o populismo actúa con una fuerza descalificadora notable cuando se quiere acallar a alguien que defiende un proyecto político que carece de las supuestas credenciales técnicas aceptables y que se orientan a satisfacer más que nada deseos antes que necesidades objetivas de la población.

Si bien el populismo ha sido profusamente estudiado por las ciencias políticas desde el siglo XIX, es un fenómeno sumamente complejo de definir y caracterizar por lo que parece necesario intentar dar algunas luces sobre este fenómeno.

Definiendo lo indefinible

No existe certeza sobre el origen del populismo, ni tampoco de qué exactamente se trata, pero sí se sabe que no es patrimonio de derechas ni de izquierdas, pues la identidad del populismo se extiende desde el discurso nacionalista al globalista, desde el conservadurismo al liberalismo y varía según las demandas insatisfechas de la población que la política tradicional no se capaz de resolver en un momento dado.

Las primeras manifestaciones del populismo se aprecian en Rusia en la década de 1860 como un movimiento con pretensiones democráticas, que se planteaba como oposición al zarismo y como una critica al escaso vínculo que existía entre la élite rusa y sus súbditos. Será esta “desconexión”, entre quienes ejercen institucionalmente el poder y el pueblo, lo que motivará el surgimiento de movimientos y líderes populistas a fines del siglo XIX hasta el presente.

En América Latina, esta expresión obtuvo gran adhesión durante el Siglo XX la que se puede apreciar en tres momentos en que el populismo se alza con el poder político. El primer periodo se ubica en la década de 1930 influidos en gran medida por los movimientos fascistas europeos. En ese momento destacan los gobiernos de Rafael Trujillo (República Dominicana), Juan Domingo Perón (Argentina) y Carlos Ibáñez del Campo en Chile. Un segundo periodo de regímenes populistas se advierte en la década de 1990 con Alberto Fujimori (Perú) y Carlos Menen (Argentina). Finalmente en las postrimerías del siglo surge el denominado “Populismo del Siglo XXI”, cuyas figuras más reconocibles son Hugo Chaves (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y más recientemente Jair Bolsonaro (Brasil).

Los lideres populistas se reconocen por ciertos rasgos, tales como una suerte de mesianismo del tipo “o yo o nadie”; la cercanía o incluso su origen profesional ligado a las fuerzas armadas, las que son cooptadas a través de beneficios directos a sus integrantes o a sus instituciones; su acceso al poder a través del respeto a la reglas del juego democrático del cual se alejan a medida que concentran el poder en una figura que adopta formas autoritarias de gobierno o abiertamente dictatoriales; y su característica posiblemente más distintiva, en la exaltación del pueblo como una entidad idealizada, homogénea y poseedora de grandes virtudes cívicas la que es confrontada con una élite política viciosa, corrupta y por ende incapaz de asumir la representación de la ciudadanía.

Usos y des-usos en Chile hoy

En el país se aprecia un uso habitual y extendido de los términos populismo y populista, como una descalificación cercana al insulto buscando con ello diferenciar lo que sería la práctica política institucional, profesional y tecnocrática de aquellos que solo buscan adhesión fácil y emocional de una ciudadanía cada vez más desencantada y decepcionada. Si esto fuese así, ¿cuáles son las posibilidades del proyecto populista en Chile?. En el país lo regímenes populistas han sido escasos (la excepción fue Carlos Ibáñez del Campo), el sistema político se ha articulado sobre la base de un sistema de partidos con gran influencia e intervención de las élites económicas y en menor medida de las fuerzas armadas.

En la actualidad es difícil reconocer la presencia de los elementos más característicos del populismo como se mencionó con anterioridad, salvo por la fractura evidente entre el sistema político y la ciudadanía, lo que se advierte en la reducción de la participación ciudadana en los procesos electorales, el descenso de los militantes de los partidos políticos y la decadencia de los antiguos partidos de masas reemplazados por partidos instrumentales y pragmáticos, cuestiones por lo demás que tienen una larga data en Chile. Por otra parte, la escases de líderes políticos, su alta fragmentación en cuanto a apoyo ciudadano y reducida adhesión a programas políticos específicos hace difícil prever, al menos en el corto plazo, la emergencia de líderes que puedan y sepan representar las aspiraciones ciudadanas sin intermediación del sistema político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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