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El Frente Amplio se equivocó de santo Opinión

El Frente Amplio se equivocó de santo


¿Qué explica que una colectividad llena de jóvenes como es el Frente Amplio pueda sentirse honrada de asociarse al Partido Comunista, responsable de la muerte de al menos 100 millones de personas en el mundo, y cuyos líderes más relevantes, Stalin, Mao y Pol Pot, hacen palidecer al mismísimo Hitler?

¿Por qué hoy nos parece impensable tener compitiendo en nuestro sistema democrático a un partido que se presente como heredero del nacionalsocialismo de Hitler o el fascismo de Mussolini,  y no sucede lo mismo con un partido cuyos mentores más relevantes fueron Stalin, Mao y Pol Pot?

La respuesta la da François Furet cuando señala “que al ser considerado el nazismo vencido por los Aliados como el ‘mal absoluto’, el comunismo basculó casi mecánicamente al campo del bien”. “Se consideró que la victoria sobre el nazismo aportaba la prueba de superioridad del sistema Comunista”

Se olvidaron que en un principio Stalin se asoció con Hitler para invadir Polonia.

Lo demás lo ha hecho la extraordinaria campaña de comunicación del PC que se ha presentado como defensor del pueblo, cuando en realidad ha creado una nueva clase: la clase comunista.

Una nueva clase que exterminó en el sentido literal de la palabra al campesinado ruso, que convirtió en esclavos a los obreros de las fábricas y aniquiló a las minorías cada vez que tuvo la oportunidad de ejercer el poder.

El movimiento campesino, que en un momento coincidió con los bolcheviques, luego entró en franco conflicto con estos, cuando los primeros quisieron ser propietarios de su tierra, en tanto los comunistas pretendían que los campesinos fueran empleados del Estado. Las formas de someter al campesinado ruso fueron muchas, todas atroces, fruto de unas mentes desquiciadas. La requisa de alimentos a un nivel tal, que provocó una hambruna responsable de la muerte de más de 6 millones de personas. El exterminio de aldeas completas, el fusilamiento sin forma de juicio de los primogénitos de cada aldea, la deportación de pueblos enteros a campos de concentración.

Respecto de los obreros, se dio muerte a sus líderes, y se persiguió y encarceló a los disidentes. Finalmente, la resistencia obrera fue quebrantada mediante el hambre. Los obreros “para obtener nuevas cartillas que dieran derecho a 250 gramos de pan, y a recuperar su trabajo después del lock-out general, tuvieron que firmar una petición de readmisión que estipulaba fundamentalmente que cualquier detención de trabajo sería además asimilada a una deserción castigada con la pena de muerte”.

Hoy el panorama no ha cambiado demasiado. Los disidentes o adversarios políticos son envenenados, si sobreviven son encarcelados, sus familiares, amigos y colaboradores acosados y su colectividad disuelta. Eso es lo que pasa hoy, no ayer con el disidente Ruso Alexei Navalny. Y si lo anterior les parece poco, en Bielorrusia, el presidente comunista Aleksander Lukashenko ha forzado el desvío a su territorio de un avión de pasajeros que iba de Grecia a Lituania. El motivo, para no creerlo. En el mismo se encontraba un opositor a su régimen. El que sería en Chile, el representante de la Lista del Pueblo. En este país lo eligen como representante de la Convención Constituyente, en los países de la órbita comunista los encarcelan, los envenenan, o en el mejor de los casos utilizan aviones de guerra para desviar su vuelo.

La historia de horror de la China comunista tampoco reconoce límites. El programa de modernización promovido por el presidente Mao Zedong en 1958, denominado el “Gran Salto Adelante”, que perseguía transformar radicalmente el país pasando de una sociedad agraria rural a una industrial y moderna supuso un desastre humano y económico de proporciones. Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro El Pasillo Estrecho nos cuentan que “Una técnica era centralizar las actividades para preparar los alimentos y comer en una cocina comunal gestionada por el Estado, para que cualquiera que se demostrara desobediente pudiera ser privado de comida”. En consecuencia, “los habitantes del pueblo perdieron el control de su propia supervivencia. Cualquiera que se opusiera al sistema era aplastado, y la consecuencia fue convertir a todo el mundo en déspota o esclavo”.

En China, hoy, la minoría uigur es perseguida y sus miembros detenidos en masa para recluirlos en campamentos de reeducación. Hoy, no ayer, ni hace 50 años, el Comité de la ONU para la eliminación de la discriminación racial se ha manifestado preocupada por la situación de la referida etnia. La ONU esta “preocupada” de la suerte de los uigures, y las desapariciones en gran escala que afectan a esta etnia en la Región de Sinkiang, al noroeste de China.

En Cuba el tema no es muy distinto, hay una fuerte represión política, una persecución sistemática y cruel a las minorías sexuales, a quienes se les cierran todas las puertas e incluso se les obliga a internarse a efectos de modificar su conducta.

Nuevamente la pregunta: ¿Qué es lo que atrae a esta colectividad de jóvenes a asociarse con un partido con ese historial? Puede ser la ignorancia. O la creencia de que el Partido Comunista chileno cuando llegue al poder se comportará en forma distinta a como lo han hecho los partidos comunistas en el resto del mundo. Tal vez han visto la posibilidad de vincularse a una figura que está bien aspectada en las encuestas. Quizás finalmente es el poder.

Cualquiera sea el caso, se han equivocado al asociarse con un partido vetusto, con ideas antiguas y prácticas deleznables.

Solo un consejo. No acepten que los conviden a tomar té. No vaya a ser que terminen como el disidente ruso.

  • Gonzalo Vial Vial es abogado. 

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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