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No me atrevo Opinión

No me atrevo

Álvaro Ramis Olivos
Por : Álvaro Ramis Olivos Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC).
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Estimado José Antonio, tengo que reconocer que no me atrevo. Le explico: lo que usted propone se basa en disminuir fuertemente los impuestos mientras al mismo tiempo expande el gasto fiscal. No hace falta ser economista para darse cuenta de que bajo esa lógica las cifras no van a cuadrar. Más aún, su programa contempla la privatización total o parcial de importantes empresas públicas, como Codelco y TVN, las que más allá de sus actuales resultados operacionales constituyen activos muy significativos del Estado, y su venta involucraría una pérdida patrimonial irreversible.

No me atrevo a desfinanciar y debilitar más al Estado, porque el crecimiento que podría resultar de ese proceso sería efímero, engañoso, especulativo y basado en deteriorar el sector público en un momento en el que más se lo necesita para impulsar la reactivación pospandemia y disminuir la concentración del mercado.

No me atrevo a debilitar el apego de las autoridades al Estado de Derecho ni a relativizar el respeto de los derechos fundamentales de las personas. Su programa y su trayectoria política no dan cuenta de esta voluntad, sino al contrario, muestran un desprecio permanente por todas las leyes y normas que expanden derechos, limitan el poder coactivo del Estado, y permiten el reconocimiento de quienes no han sido incluidos en nuestra institucionalidad. Su discurso de mano dura con los débiles es equivalente a su oferta de mano blanda con los poderosos, especialmente en materia de control de la corrupción y blanqueo de capitales. Necesitamos una propuesta de seguridad que sea creíble y confiable, porque sin legitimidad y confianza no es posible imponer un orden que sea aceptado como justo por parte de la ciudadanía.

No me atrevo a politizar la gestión migratoria, tal como lo ha hecho sigilosamente el actual gobierno, y como usted pretende seguir haciendo de forma mucho más clara y decidida. La administración de fronteras y migraciones es un área técnica delicada, que no admite caprichos ni irresponsabilidades, sobre todo por mezquindades electorales. Lo que está en juego es la convivencia cotidiana en nuestros barrios, donde necesitamos integrar a la población extranjera y reducir las fuentes de odio, prejuicio y exclusión. La experiencia internacional muestra que manipular con fines electorales el flujo migratorio solo desata violencia e impide que el país pueda asimilar todos los aportes positivos que incorpora la población migrante en el ámbito demográfico, social, productivo, laboral y cultural.

No me atrevo a retroceder en las políticas que han buscado la equidad de género y la plena igualdad de la mujer. Asumo que su única propuesta en esta materia, luego de las críticas recibidas, es mantener funcionando el actual Ministerio de la Mujer. Pero el statu quo es una involución cuando lo que se requiere es que el país asuma y promueva activamente el aporte de las mujeres en todas las áreas de la vida nacional. No solo es un asunto de mínima justicia, también es una necesidad absoluta en un mundo competitivo que no va a esperar a los países que no estén a la altura de los índices de equidad de género, que ya se han convertido en exigencias tangibles en los acuerdos internacionales, incluso en los tratados comerciales y acuerdos financieros globales que miden estas variables.

No me atrevo a retroceder en materia de inversión en ciencia, tecnología e investigación. Seguramente estas áreas le parecen un gasto suntuario, y por ello no le ha dedicado la más mínima atención ni recursos. O tal vez piense que es algo que se puede “comprar” sin la necesidad de desarrollar experiencias y capacidades endógenas. Pero el Desarrollo, con mayúscula, no es otra cosa que el acrecentar el valor agregado de nuestros productos, reducir la producción extractiva de recursos naturales dando impulso a la economía del conocimiento. Los países que no intentan superar las enormes brechas científicas en esta materia implican resignar el futuro irreversiblemente.

No me atrevo a que se ponga en riesgo la autonomía universitaria e incluso la libertad de enseñanza. Su programa degrada la función y la naturaleza de las universidades, amenazándolas directamente con la intervención del Ejecutivo de forma arbitraria, por razones ideológicas. Amenaza la Gratuidad y abandona al flujo de la oferta y la demanda a las carreras pedagógicas, o ligadas al desarrollo cultural, artístico o de innovación social. El riesgo que asume es que en pocos años no tengamos profesores suficientes en el sistema educativo y el reconocimiento cultural que alguna vez alcanzamos en América Latina sea cuestión de un pasado muy lejano.

No me atrevo a reducir los débiles mecanismos de protección ambiental que hoy existen. Su propuesta implica medidas irracionales, como permitir a las forestales la tala de especies nativas, la autorización de nuevas plantas generadoras a carbón, y sobre todo un desprecio a la evidencia científica en materia climática. A estas alturas, con los costos que está pagando la población de las zonas de sacrificio, y de cara a lo apremiante que resulta responder a los acuerdos globales sobre Cambio Climático, lo que se esperaría es que los dos candidatos disputen por mostrar la mayor ambición en esta materia, pero usted solo demuestra un irracionalismo tan anticientífico como irresponsable.

No me atrevo a poner en peligro la Convención Constitucional porque es fruto de un acuerdo plural, refrendado por la inmensa mayoría y que ha permitido encauzar una de las peores crisis políticas y sociales de nuestra historia. Entorpecer o boicotear ese proceso es una bomba de tiempo que estallará en la forma de nuevos conflictos sociales, más anómicos, ingobernables y espasmódicos que los que hemos vivido en los últimos años.

No me atrevo a que Chile asuma una política exterior unilateralista como la que usted propone, porque llevaría a que el país se aísle y pierda la valiosa inserción en el mundo que ha alcanzado en las últimas décadas. Ya hemos visto lo que pasa cuando países como Brasil, Polonia o Hungría asumen esos enfoques de política exterior, y desconocen los acuerdos recíprocos a los que se han comprometido como estados. Chile debe reforzar su participación en el sistema de Naciones Unidas y en el sistema interamericano, pero además impulsar nuevos mecanismos de integración subregional que fortalezcan nuestra posición de cara a los procesos de escala global.

Podría seguir mucho rato enumerando las razones por las que no me atrevo. Usted puede interpretarlo como una cobardía, pero, la verdad, es una decisión que asumo por una mínima prudencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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