El 30 de diciembre, David Debrott responde a mi carta y columna en la que afirmo que la solución actual de las Isapres se puede resolver con una correcta interpretación del fallo de la Corte Suprema y una buena regulación; además, que el Plan E propuesto por él con algunos parlamentarios tiene aspectos que resolver y aclarar. Sostengo que tal propuesta conlleva una estatización disfrazada del sistema privado y que es el caballo de Troya de este proceso.
El Sr. Debrott me atribuye intenciones, por lo tanto, antes despejaré tres aspectos:
Debrott sostiene que la propuesta del Plan E tiene como foco el resguardo de los beneficios ante la quiebra de una o más Isapres, manteniendo sus coberturas de prestaciones de salud y licencias médicas y también que lo puedan seguir haciendo en los prestadores privados que han escogido y sin gasto fiscal. A partir de esto hay aspectos a analizar.
Fonasa administra un plan de salud con dos modalidades de atención: Modalidad de Atención Institucional (MAI), donde Fonasa actúa como tesorería pagadora; y Modalidad Libre Elección (MLE), con tres niveles de cobertura para beneficiarios y tres niveles arancelarios para sus prestadores.
A pesar de que la complejidad de gestionarlo es infinitamente menor que los 56.226 planes de Isapres, en diversas reuniones técnicas se ha propuesto en forma unánime y transversal que Fonasa debe sufrir reformas profundas para cumplir con sus beneficiarios por las siguientes razones:
En esta realidad, el Plan E pretende traspasar a Fonasa 3.3 millones de beneficiarios, generando una crisis que impactará en la calidad de servicio de los beneficiarios. Se requieren estudios sólidos antes de tomar una decisión como esta. Los autores deberán mostrar cómo se efectuará y demostrar al país que es viable y a costos que no sean mayores que los que hoy tiene el sistema privado.
La propuesta sería de iniciativa parlamentaria porque no irroga, según se sostiene, mayor gasto público, lo que deberá demostrarse mediante estudios que contemplen la magnitud del cambio y las diversas variables que influirán en los costos, más allá de una proyección aritmética y lineal que sostiene que el plan E tiene un menor gasto que el que tienen hoy las Isapres.
El plan E tiene dos supuestos: a) Todos los beneficiarios de Isapres que caigan en falencia traspasarán su cotización obligatoria y la cotización voluntaria al plan E; y b) Los actuales gastos de administración del sistema Isapre que se estiman entre un 10-12% se ahorrarán frente a un 1% de gasto en administración del Fonasa actual (cifra no oficial y se desconoce el cálculo para determinarlo). Estos supuestos son a lo menos cuestionables por las siguientes razones:
Sostengo que hay una estrategia para hacer una estatización encubierta del sistema de salud, sustentándose en el dilema de o se hace un salvataje a las Isapres o se salvan los afiliados, pues, si estas desaparecen, los afiliados quedan sin cobertura, en cambio, si se sostiene el sistema incorporándole reformas importantes en forma paralela, se mantienen los beneficios de los afiliados sin costo para el Estado.
Las razones que sustentan esto es que el programa de Boric y Apruebo Dignidad contempló un sistema de salud único basado en un seguro único estatal y con una red pública de prestadores de servicios de salud. Boric Presidente sostiene que este sistema mancomunaría todas las cotizaciones de los afiliados, permitiendo seguros voluntarios y una red pública de prestadores de servicios de salud. Por otro lado, el actual director de Fonasa dice que las Isapres deben desaparecer. En un foro académico, entre el Sr. Debrott y yo, Ud. planteó una solución similar. En la misma línea, el Colegio Médico, con la Dra. Siches como presidenta, encabezó un grupo de trabajo con la misma conclusión de crear un sistema único con mancomunación de cotizaciones. En tanto, la Superintendencia de Salud, a pesar de lo crítico de la situación financiera, se ha tomado tiempos como si no hubiera crisis.
La propuesta del Plan E es compleja con efectos secundarios importantes que es necesario evaluar con estudios de carácter público, para que todos los actores, incluida la academia, podamos analizar y opinar. Sería mucho mejor que la Superintendencia, cumpliendo su rol y el mandato de la Corte Suprema, propusiera una solución regulatoria para su cumplimiento sin destruir la industria y sin crear un problema sanitario de magnitudes ni mayor costo para el Estado. Esto manejando tres variables a lo menos: instalar la nueva tabla de factores de riesgo, formas de pago de las devoluciones si las hay y modificación del precio sin afectar a las personas, recordando que la Corte en su pronunciamiento y el propio fallo busca resolver un problema y no destruir. Es el tiempo del Gobierno y la Superintendencia, y no de segundas intenciones.