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Talidomida, mutilaciones y deformaciones de una época, por Mario Bellatín

La pretensión del escritor mexicano es ambiciosa. No sólo atenerse a una estructura que omite la linealidad de la narración, sino que a partir de relatos separados ahondar en los vacíos que presentan hoy la farmacología y la ciencia, la sexualidad y la religión. Todo con la trama de fondo de las deformaciones físicas producidas en los 60, por la Talidomida.


En la década de los ’60 del siglo pasado, la industria farmacológica debió renovar fuertemente las medidas de control que se aplicaban a los medicamentos, tras la verdadera catástrofe que generó la droga Talidomida. Recetada durante casi diez años para aliviar las náuseas y vómitos matutinos de embarazadas de distintos puntos del planeta, tuvo un efecto inesperado: cerca de 10 mil niños nacieron con graves deformaciones físicas, muchos de ellos sin brazos ni piernas.



En la novela Flores (Anagrama 2004, 116 páginas) de Mario Bellatín, el científico Olaf Zumfelde es el encargado en Alemania de determinar qué casos de deformaciones y mutaciones fueron causados por la Talidomida, para así ser bonificados con una indemnización económica por el laboratorio Grünewald, el que distribuyó el medicamento. Paralelamente, en un lugar y un tiempo no determinados, un escritor al que le falta una pierna, se mueve entre los barrios marginales realizando una investigación sobre las diferentes formas en que se ejerce la sexualidad en la ciudad, financiado por el ayuntamiento.



Como parte de su investigación, el escritor acude a los llamados Altares: encuentros secretos de sadomasoquistas en ocasiones, y en otros de diferentes funciones sexuales en que participan animales o se presencian relaciones entre ancianos y jóvenes. Un espectáculo especial es la performance de los gemelos Kuhn. Hermanos nacidos sin piernas ni brazos -presumiblemente afectados por la Talidomida- que fueron abandonados en un cueva de la costa. Tras ser encontrados, son trasladados a un orfanato estatal donde Alba la Poeta, cumple funciones como su madre sustituta.



Alba la Poeta suele emborracharse hasta la inconsciencia los fines de semana, cuando visita bares y lee sus poemas en público. En el último tiempo, ha dejado los versos para contar lo que según ella es la verdadera historia de los gemelos Kuhn: sus defectos físicos no son producto de la Talidomida, sino que del consejo de un anciano ciego.



Supuestamente, plantea Alba la Poeta, hay momentos en el desarrollo de las razas que aumentan las mutaciones genéticas, evidenciando una especie de acomodo en la evolución biológica. Los padres de los hermanos nacieron en uno de esos momentos: una cantidad de pecas en aumento los cubría, por lo que son llevados a visitar a un anciano ciego que receta ungüentos sobre la base de flores para detener las transmisión genética de las mutaciones. El viejo es también el líder de un grupo de personas que se reúne en las afueras de la ciudad, en virtud de sus defectos. Su receta no es un ungüento, sino que los hermanos pecosos se casen entre ellos: lo similar cura lo similar, asegura.



Deformaciones culturales



En más de diez novelas cortas, el escritor mexicano -nacido en Perú- Mario Bellatín (44), ha desplegado un proyecto narrativo caracterizado por una prosa austera e incluso distante, cercano a lo cinematográfico y con estructuras cerradas. Con Flores, editada originalmente en 2001, recibió uno de los galardones literarios más importantes en México, el Premio Xavier Villaurrutia, sumándose a una lista que incluye a Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Álvaro Mutis, Carlos Monsiváis y Juan Villoro, entre otros.



Además de un premio, Bellatín habría logrado con Flores redondear su obra y entrar a un circuito más selecto en la literatura latinoamericana. En efecto, la novela posee una estructura que, auque ya explotada durante los ’60 y ’70 -léase Farabeuf de Salvador Elizondo (’65) o Rayuela sin ir más lejos-, se ha revalorizado en los últimos años: Ricardo Piglia, Rodrigo Fresán o Juan Forn, con distinta suerte, han incursionado en un tipo de narrativa que tiende hacia la fragmentalización. Donde se quiebra el hilo narrativo lineal, para elaborar un tema desde distintos entradas e historias, que eventualmente pueden no tener relación temática.



En Flores, Bellatín plantea de entrada que se trata de un texto fundamentado en una técnica sumeria que "permite la construcción de complicadas estructuras narrativas, basándose sólo en la suma de determinados objetos que juntos conforman un todo". Añade que su intención es que cada capítulo pueda ser leído en forma separada, "como si de la contemplación de una flor se tratara".



Si bien es un pie forzado, la estructura que emplea Bellatín termina por tener sentido. Sin embargo, no exactamente como pretende, pues el titular cada uno de los capítulos con el nombre de una flor y plantear en una de las fábulas centrales que los ungüentos florales podrían detener el avance de las mutaciones, no es suficiente para redondear la idea botánica. Fragmentar la novela, en cambio, permite disponer el marco adecuado para el despliegue de una temática que justamente tiene que ver con un mundo que se desorganiza, y que tanto desde los bordes como desde el centro, entrega señales de que una época se acaba.



La pregunta constante y abierta del narrador por los "mecanismos de información de la ciencia cuando ésta se equivoca", a propósito de la Talidomida, no sólo se refiere al medicamento, sino que al estado de la ciencia: entrar -y no salir- a un tema desde un efecto de deformación física, sugiere al menos que ciertos procesos están en cuestión. Investigar el ejercicio de la sexualidad de los habitantes de la ciudad, deteniéndose en las prácticas menos tradicionales, supone una distancia entre la comunidad y también el esfuerzo de llenar un vacío. Añadir a eso, la constante presencia de cuerpos con alteraciones genéticas, completa un panorama inquietante e inestable.



La estructura de Flores pide que el lector termine de construir la novela, que cierre círculos y responda preguntas. Una posible lectura puede fijarse especialmente en la que según Alba la Poeta es la verdadera historia de los hermanos Kuhn, sumando a eso las interrogaciones sobre la ciencia y concluir que Bellatín está hablando de una época en crisis: así como en momentos aumentan las mutaciones físicas hasta un acomodo, también hay algunos en que la ideas y valores presentan deformaciones.



"Todo debe ser cambiado", llega decir el escritor que protagoniza el libro, en un atribulado sueño en que mezcla sus investigaciones sobre la sexualidad y las ceremonias musulmanas, convirtiendo a Flores en una suerte de reflejo particular de una cultura que ya evidencia la necesidad de repensarse.

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