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El estratégico mea culpa del general Cheyre

Cheyre instaló la tesis de que la responsabilidad de los militares en violaciones a los derechos humanos fue un tema de los "mandos", no de la institución como tal, durante el cierre oficial del Batallón de Inteligencia del Ejército (BIE) y su transformación en Agrupación de Seguridad Militar.


El comandante en jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre quiso adelantarse -como buen militar a través de una estrategia- a lo que serán las conclusiones del informe sobre la tortura. Y lo hizo desde un lugar privilegiado para instalar su doctrina de respeto a los derechos humanos y apego a la legalidad: durante el cierre oficial y transformación del Batallón de Inteligencia del Ejército (BIE) en Agrupación de Seguridad Militar (ASM).



Recordemos que fue precisamente en el edificio que albergó hasta ayer al BIE, ubicado en García Reyes, a pasos de la Alameda, donde se planeó el homicidio del líder sindical Tucapel Jiménez, ocurrido en febrero de 1982, único crimen cometido por agentes de la inteligencia militar, a diferencia de la DINA y la CNI.



Cheyre instaló la tesis de que la responsabilidad de militares en violaciones a los derechos humanos fue un tema de los "mandos", y no de la institución como tal, como tampoco de la unidad que le correspondió cerrar.



"… No puedo dejar de indicar que algunas personas -no la unidad como tal- faltaron a sus deberes; sin duda, motivados por el clima de enfrentamiento que hasta 1990 se vivió fuertemente en el país, dentro del conflicto que nos venía afectando; y, también explicable, por un absoluto y poco reflexivo cumplimiento de las órdenes que se les pudieron impartir. Pero esto no los excusa, cuando más puede servir de interpretación -no de justificación- de que las conductas humanas, muchas veces, se subsumen en la vorágine de los conflictos políticos y sociales de un país y se pierde así la capacidad para operar profesionalmente con la atenta consideración a todas las circunstancias que influyen en una acción militar de inteligencia", dijo Cheyre ante el ministro de Defensa, Jaime Ravinet, quien lo escuchaba con concentrada atención.



Las conclusiones del informe, se sabe ya, serán más duras para el Ejército que para el resto de las instituciones. Cheyre ya lo sabe. Por eso desea dejar claro el tema de las responsabilidades. De hecho, su discurso hace hincapié fuertemente en ese punto y por primera vez, públicamente, y como comandante en jefe, asegura que su institución asume los costos y la responsabilidad de esos hechos.



"Ahora bien, si los mandos no pudieron o no supieron abstenerse o abstraerse de los embates del escenario en que se actuaba, confundiéndose con él, debo decirlo claramente, esos mandos, algunos mandos: fallaron en su cometido. El Ejército asume la responsabilidad y reafirma que su doctrina no puede ser vulnerada por nadie bajo ninguna circunstancia. Me es particularmente penoso tener la certeza de que algunas familias del personal que estuvo vinculado a la unidad recesada -y hoy responde a un actuar censurable, real o presunto- se han visto profundamente afectadas en una vida que quizás nunca imaginaron se vería trastocada por circunstancias que, sin duda, estaban alejadas del hogar que cada
uno soñó formar", insistió.

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