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Pepe Auth: ‘No hay riesgo de inestabilidad al cambiar sistema binominal’

El militante del PPD señala, además, que si el país quiere »representación de todas las corrientes en el Congreso y reducir la odiosa diferencia en el valor del voto» el camino es un sistema proporcional incluyente, reduciendo el número de distritos y circunscripciones para que cada uno de ellos elija una cantidad mayor de diputados y senadores.


El analista electoral de la Fundación Chile 21, Pepe Auth, es claro al establecer que no es partidario de que el sistema binominal continúe en nuestro país, conclusión a la que llegaron algunos tras leer la entrevista que dio hace una semana a El Mercurio, pero sí puntualiza que es partidario de cambiarlo por uno proporcional incluyente.



Lo anterior quiere decir -agregó- que si el país quiere la representación de todas las corrientes de pensamiento en el Parlamento, reflejar la diversidad de la sociedad, reducir la odiosa diferencia en el valor del voto y disminuir la personalización excesiva de la política de hoy, el camino es un sistema proporcional incluyente, reduciendo el número de distritos y circunscripciones para que cada uno de ellos elija una cantidad mayor de diputados y senadores.



Sostuvo que ello sería importante y que un cambio en el sistema no generá inestabilidad política alguna, porque Chile está maduro para enfrentar situaciones de este tipo.



-¿Por qué es indispensable modificar el sistema binominal en un cuadro en el que incluso parlamentarios y dirigentes de la Concertación aseguran que estas serán las últimas elecciones con un esquema de estas características?
-El sistema binominal es, en rigor, un mecanismo proporcional excluyente, que distribuye escaños entre los principales pactos con alto grado de proporcionalidad y cuyos distritos duales generan efectos similares a los de un sistema mayoritario, reforzando la estructuración en dos bloques políticos y excluyendo a todo aquel que no se alinee en torno a ellos.



Que la Concertación haya tenido siempre candidatura presidencial única, incluso en 1999 sin elección parlamentaria, que haya desarrollado un sistema de primarias abiertas para definirlo, que haya presentado un solo candidato a alcalde en cada comuna en 2004, que haya concursado siempre en una sola lista para la elección proporcional de concejales, son hechos demostrativos de que la estabilidad de las alianzas políticas en Chile tiene razones mucho más poderosas que el sistema que rige las elecciones parlamentarias. Entre otras, la valoración social predominante del consenso por sobre el conflicto, el desarrollo de la adhesión a las coaliciones por sobre la de los partidos, el límite al "escape" ideológico de los actores políticos puesto por los medios de comunicación y las encuestas, el diagnóstico de los partidos respecto de la necesidad de estar juntos para gobernar o de unirse para ser alternativa, y el proceso de acortamiento real de las distancias que antaño separaban a las distintas fuerzas políticas en materias económicas, políticas, sociales y culturales. En lo institucional, el factor decisivo en la consolidación de dos grandes bloques políticos es la exigencia de mayoría absoluta para la Presidencia, pues obliga a establecer amplias alianzas para mantener o conquistar el gobierno.



-¿Pero el país está preparado para discutir el tema y llegar a un cambio, considerando que los partidos de la derecha están en una posición de no modificar nada?
-Hay importantes razones para cambiar. Primero, la escandalosa desigualdad en el valor del voto ciudadano, que para elegir un senador vale 27 veces más en Aysén que en Santiago y hasta 5 veces más para elegir un diputado, de modo que una fuerza política podría obtener la mayoría absoluta de los votos nacionales quedando en minoría en la Cámara y empatando en el Senado. Segundo, porque la barrera de acceso para los no alineados es prácticamente infranqueable, pudiendo una fuerza política empinarse sobre 10 o 15 por ciento en el país y quedar fuera del Parlamento.



Tercero, porque los resultados de las elecciones son extremadamente previsibles, limitándose la incertidumbre a algunos lugares donde hay competencia al interior de las coaliciones y al pequeño número de distritos y circunscripciones cuyo resultado determinará la coalición política mayoritaria en el Congreso o el empate, resultado para el cual fue diseñado este sistema de distritos duales. Se transfiere parte del poder de los electores a los partidos políticos, resultando muchas veces más determinante para ser electo la nominación por el Partido o la obtención del cupo que la conquista de los votos.



Otra motivación es la azarosa proporcionalidad en la representación de los partidos políticos, pues más que sus votos nacionales, lo que determina su tamaño en el Parlamento son sus capacidades para vencer a los candidatos de los otros partidos de su coalición, de manera que pequeñas variaciones en la correlación de fuerza dentro de las alianzas producen importantes desequilibrios en la representación parlamentaria, tendiéndose a premiar a la primera fuerza y a castigar a la segunda en cada coalición.



El sistema de 60 distritos duales, además, alienta la alcaldización del rol parlamentario, dificulta el reconocimiento al trabajo legislativo y promueve la personalización de la representación política, pues resulta perfectamente posible sostener una diputación en el tiempo sobre la base de una red clientelística de beneficiarios directos e indirectos que se movilizan en cada elección para evitar la salida de su benefactor local, limitando así la renovación.



Como, además, cada coalición presenta sólo dos candidatos por distrito, los partidos buscan asegurar al máximo sus oportunidades, apostando siempre a figuras consolidadas, restringiéndose así el espacio para valores emergentes, lo que trae como consecuencia un Parlamento predominantemente masculino y muy homogéneo en lo social, cultural, profesional, étnico y etareo.



-¿Qué se pone en juego en estas elecciones bajo este sistema?
-Al presentársele a la ciudadanía una oferta política limitada por las negociaciones electorales y por la imposibilidad de elegirse para quienes no están en la Concertación o en la Alianza, es muy poco lo que se pone en juego en las elecciones parlamentarias bajo este sistema. En los países con sistema mayoritario, la ciudadanía es convocada a cambiar el direccionamiento de la política, bastando el desplazamiento de un pequeñísimo contingente de electores para conseguirlo; en los sistemas proporcionales la gente es invitada a marcar nítidamente su específica preferencia y los resultados definen en gran medida los programas e incluso el carácter político de la coalición de gobierno. Con el binominalismo, toda la emoción colectiva se traslada casi exclusivamente a la carrera presidencial.



-¿Pero algunos temen riesgo de inestabilidad política?
-No hay riesgo de inestabilidad política asociado al cambio de sistema. Con la simultaneidad de las presidenciales y parlamentarias, el principal factor ordenador de la política es la búsqueda de apoyos suficientes para obtener la mayoría absoluta de votos que exige la Constitución para ser gobierno. De aquí arranca la persistencia de dos grandes coaliciones que definen a los partidos formando parte del gobierno o de la oposición, además que la carrera presidencial ejerce un fuerte influjo sobre la parlamentaria y viceversa. ¿Quién puede dudar respecto a los recursos de que dispone la Presidencia en nuestro régimen político para generar los apoyos necesarios a su gobierno? En verdad, a estas alturas la principal fuente de inestabilidad es el propio sistema binominal y sus efectos de exclusión política y distanciamiento ciudadano de la democracia.



Tenemos un sistema mayoritario con segunda vuelta para elegir al Presidente de la República, también para los alcaldes pero con mayoría simple, un sistema proporcional con distritos plurinominales (6, 8 y 10 escaños) para elegir a los concejales y un sistema también proporcional pero con distritos y circunscripciones duales para elegir diputados y senadores.



-¿Entonces, cuál es la propuesta?
-Si queremos proyectar la estabilidad política al futuro, permitir la representación de todas las corrientes en el Congreso, reflejar la diversidad de la sociedad, reducir la odiosa diferencia en el valor del voto, disminuir la personalización excesiva de la política chilena de hoy y transferirle a la ciudadanía todo el poder de elegir a sus representantes, el camino es la puesta en vigor de un sistema proporcional incluyente, reduciendo el número de distritos y circunscripciones para que cada uno de ellos elija una cantidad mayor de diputados y senadores.



No pocos, desde muy distintas posiciones, estamos convencidos de que la vitalidad futura de nuestra democracia exige que este 11 de diciembre entre a la historia también por constituirse en la última elección parlamentaria regida por el sistema binominal.



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sjaramillo@elmostrador.cl


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