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‘La mirada masculina sobre la mujer es siempre una mirada fascinada’

Frida Kahlo, Teresa de Calcuta, Catalina la Grande, Gabriela Mistral, Evita Perón, Cleopatra… Todas tienen en común, además del género, haberse atrevido a abordar la historia casi de contrabando, en un mundo de hombres. Todas ellas, además, son parte del volumen El otro lado del espejo, que retrata a las más importantes representantes del universo femenino.


Cuando los hombres se disputaban las páginas de la historia entre conjuras, pactos, guerras, intrigas, negocios y viajes, ¿dónde estaban las mujeres? Probablemente preparando viandas, llevando recados, cerrando valijas, escondiendo armas. Relegadas, salvo excepciones, a los pie de página de los volúmenes de la humanidad, algunas se las arreglaron sin embargo para encaramarse a las líneas de los acontecimientos a pesar de las suspicacias de su entorno.



No se trata de una gesta, ni mucho menos, pero tampoco de una beca con todo pagado, por cierto. Algunos de esos nombres continúan sonando y repitiéndose por diversos motivos hasta hoy, y son esas historias las que el académico y filósofo Gerardo Vidal rescata en su reciente obra El otro lado del espejo, advirtiendo desde el comienzo que no es un libro de vidas ejemplares, ni una reivindicación.



Cómo han amado las mujeres, cómo han gobernado las mujeres y cómo han creído las mujeres. Esas son las tres preguntas básicas que subyacen en la lectura de este libro. Desde Asapasia, la hetaira que conquistó a Pericles en el siglo V antes de Cristo, a santa Teresa de Calcuta. Desde la eternamente enamorada Eloísa a la ambiciosa y calculadora Isabel la Católica, pasando por Frida Kahlo, Catalina la Grande, Juana de Arco, Gabriela Mistral, George Sand, Simone de Beauvoir, y Evita Perón, 16 mujeres desfilan por el volumen sin ánimo de transformarse en prospecto ni modelo a imitar.



Lo femenino desde lo masculino



La perspectiva del texto es deliberadamente masculina, sin que eso signifique necesariamente machista. Para hacer esta serie de retratos, el autor decidió plantearse frontalmente desde su masculinidad, y desde esa perspectiva penetrar en el otro género. "Siempre fui consciente de que el autor se expone, y que es mala política esconderse. Espero que no sea chocante la textura del libro para una mujer, pero sí reivindico que es la visión de un hombre", explica, y agrega que la contraposición entre autor y retratadas no es en absoluto un antagonismo. "Hay una mirada de la que no puedo y no quiero prescindir; a mi juicio, la mirada masculina sobre la mujer es siempre una mirada fascinada. Y eso es lo que está detrás de esa expresión del otro lado del espejo".



-¿Cuáles fueron los criterios para seleccionar a estas mujeres y no a otras?
-El proyecto original tenía 32 mujeres, entre las cuales hay otras muchas que habría querido poner. Sí di un énfasis particular a las mujeres del siglo XIX y XX, justamente para que no pareciera algo tan antiguo, pero la verdad es que cualquier selección de personajes es mezquina y arbitraria.



-¿El ejercicio de escribir este libro es también un modo de darse cuenta de cuán machista es uno sin querer?
-Yo creo que sí. Escribir vidas de mujeres ilustres es casi una tradición literaria. La peculiaridad que tiene este es que está escrito por un hombre. No quise pasar por alto el hecho de que el que mira es un hombre, y lo hace desde su distancia; no sé si es un mérito, pero lo hace mucho más personal. Ver a las mujeres esforzándose por abrirse camino en un mundo que muchas veces no parece estar hecho a su medida es un ejercicio muy interesante, porque te obliga a ver con otros ojos la realidad y a darte cuenta del valor extraordinario que han tenido algunas mujeres.



-Sin embargo, este libro no pretende ser una reivindicación para el género.
-No. De hecho, comulgo poco con historias que son a veces demasiado victimizantes sobre las mujeres. Hay quienes para exaltar la feminidad consideran necesario mostrar a las mujeres como víctimas eternas de prejuicios patriarcales, de las estructuras machistas de la sociedad. Yo no me siento cómodo en esa perspectiva, creo que es pensar muy poco de la mujer, porque aún en condiciones adversas ha podido hacer un aporte social importante. Aunque estos retratos son de personas señeras -no todas las mujeres son Isabel la Católica- siempre su papel fue fundamental en la vida privada, en la formación de las creencias.



-¿Por qué no se incluye en esta serie de retratos mujeres vivas?
-La verdad es que no me llaman mucho la atención. Todavía no sabemos qué trascendencia tienen, ni qué huella van a dejar. Mujeres notables, como las que aspira a retratar este libro, son mujeres que no sólo han ocupado un cargo relevante, sino que han generado un impacto fundamental. Por eso, las mujeres vivas no permiten la perspectiva y la distancia para poder hacer un retrato cabal.



»Tal vez los hombres no nos la podemos»



-De estas 16 mujeres, ¿cuáles son sus favoritas, en lo personal?
-Me fascina Eloísa. No tiene una figuración social ni pública en su momento, una historia que no conoceríamos si no se hubiese filtrado su correspondencia, y es tan intensa, tan apasionante, que casi parece inventada. Eso es algo que a mí me emociona mucho, y creo que en general nos pasa a los que tenemos una cuota de romanticismo. En otro ámbito, Catalina la Grande, que ejerció el poder de una manera extraordinaria. La historia de Rusia se divide en un antes y un después de ella; llegó por circunstancias casi fortuitas a ocupar ese puesto, y tuvo que luchar contra todas las circunstancias adversas que se pueda imaginar. Sin embargo, después de 30 ó 35 años de reinado, deja un país irreconocible, propiamente europeo. También Teresa de Calcuta, a quién conocí en una ocasión, me dejó una impresión indeleble. Es imposible entender la iglesia católica del siglo XX sin su figura.



-Me gustaría detenerme en Eloísa. Su mérito radica en ser una gran amante; pasa a la posteridad por su amor respecto de un hombre -Abelardo-, no por sus actos. ¿Por qué una mujer se hace célebre por su sentimiento y los hombres se hacen conocidos por sus méritos, por sus triunfos?
-Sí, Eloísa es de las historias más privadas que aparecen en este libro. Es que su sentimiento amoroso es tan intenso que a los hombres nos deja sorprendidos. Desde luego, no todas las mujeres comulgarán ni se sentirán identificadas con ella. Sin embargo, es muy de su época: un tiempo en el que el amor era un descubrimiento fresco, y se pensaba que superaba toda barrera de tiempo y de espacio. Ella se mantuvo fiel a eso de manera espléndida, y es por eso que su historia es inmortal. Si los hombres no somos famosos por eso es por que tal vez no tenemos esa estatura moral, no nos la podemos.

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