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Desde la caída de las Torres Gemelas al muro entre México y EE.UU.

La construcción del muro entre Estados Unidos y México -a imagen y semejanza de las consecuencias a partir del 11 de septiembre de 2001- y dentro de la "nueva democracia" que dicta el gobierno norteamericano, se convierte en una pared símbolo de vergüenza y desprecio por la vida para cientos de miles de personas.


Por Javier Campos*



Ya se sabe que desde la caída de las Torres el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York la relación entre Estados Unidos y el resto del mundo cambió. A partir de esa fecha otro mundo tenemos. Distinto a ese 1989 cuando se comienza a desmoronar el Muro de Berlín y el colapso del socialismo cae como un castillo de naipes. Nadie a partir de 1989 predijo que en una década más habría otro gran cambio dentro de la llamada globalización. Nadie podía imaginar que Estados Unidos iría a crear un desequilibrio tan insospechado en otra región del planeta, un lugar verdaderamente en llamas o lo que hoy es la "cruzada contra el terrorismo", como la ha denominado George W. Busch.



Lo que escribí hace cinco años y fuera publicado en la primera edición de Una herida por otra: testimonios de latin@s in the U.S, fue especialmente sobre los cientos de indocumentados que perecieron en la caída de las Torres Gemelas aquel día, olvidados de los medios masivos y también de la ayuda posterior que no recibieron (es posible que alguien de los familiares de aquellos indocumentados haya recibido algo pero no tengo esa información). En todo caso, a partir de esa fecha, EE.UU. iniciaría como represalia una masiva invasión en Afganistán eliminando a los Talibanes del poder y posteriormente una invasión a Irak creando en toda aquella región una especie de nuevo Viet Nam post- Guerra Fría.



A partir del 11 de Septiembre de 2001 el mundo ha perdido para siempre (y este "para siempre" es una frase cierta) la tranquilidad, por ejemplo, de viajar seguro donde sea. La vigilancia ha crecido sobre todos, especialmente en occidente. De cualquiera se puede sospechar en cualquier aeropuerto, tren, bus, metro, incluso manejando nuestro propio vehículo (si lo tenemos). O al caminar por alguna avenida de una ciudad podemos estar siendo vigilados o ser sospechosos de algo. Recuerdo el muchacho brasileño, Jean Charles de Menezes, electricista de 27 años, que corría por el metro de Londres el 22 de julio de 2005 quien fue seguido por los policías y lo remataron a sangre fría. La policía le disparó siete veces en la cabeza y una vez en el hombro dentro del vagón del metro de Londres. Resultó ser un inmigrante indocumentado de Brasil que vivía en esa ciudad hace 4 años y nada tenía que ver con el "terrorismo árabe", como luego tuvo que admitir la policía (había sido "un error" dijeron). La madre de Jean Charles dijo «quiero que se haga justicia para que ninguna madre sienta el dolor que estoy sintiendo. En este caso, Jean fue tratado como un perro rabioso, y ningún ser humano debería ser tratado de esa manera».



A partir de 9/11 el concepto de democracia ha tenido que ser repensado por más que el presidente George W. Bush mencione que hay que defender y trasladar la "democracia occidental" a esa parte "diabólica" donde crecen los "terroristas".



Por ejemplo, si no hubiera existido el 9/11 en Estados Unidos seguramente jamás se habría propuesto "Ley del Muro" aprobada por el Congreso y firmada por el presidente el 26 de octubre de 2006. Antes de la caída de las Torres Gemelas se estaba conversando sobre el asunto migratorio entre México y EE.UU. Luego se detuvo por unos años. Se retomó en 2005 cuando el presidente propuso tres puntos:
(1) Los indocumentados que hayan vivido al menos 5 años en EE.UU. tendrán posibilidades de ser ciudadanos norteamericanos. Pero deben probar que permanecerán empleados, pagarán cualquier multa que tuvieran, y pagarán los impuestos atrasados (que no declararon en esos cinco años o más). Este grupo viene a ser el 60% de esos 11 millones.
(2) Aquellos que hayan vivido de dos a cinco años (se calcula que son 3 millones de indocumentados) deberán salir del país por un periodo breve y, desde allí, postular a la reentrada a EE.UU. A éstos se les clasificará como "trabajadores temporarios". Ellos podrían postular a la ciudadanía norteamericana, pero no se asegura que la obtengan. En tal caso, luego de 6 años como "trabajadores temporarios" deberán dejar EE.UU.
(3) El resto, que se calcula en un millón de indocumentados, los que han vivido en EE.UU. menos de dos años, deberán dejar el país. Ellos podrían postular a "trabajadores temporarios", pero no hay ninguna garantía de que sean aceptados.



Pero el 26 de octubre de 2006 toda aquella propuesta -así como otras que hablaban de dar cierta "amnistía" a los indocumentados- se derrumbó para siempre y este "para siempre" es otra frase que al parecer quedará escrita en piedra. Y en piedra quedará pues se convertirá en un muro de 700 millas entre México y EE.UU. (quizás parecido al que existe entre Israel y Palestina también erigido después de 9/11). El resto de las 1.400 millas de frontera será un "muro virtual" con la más alta tecnología para que no entre ni siquiera un mosquito desde México. Sin el 9/11 en EE.UU. no tendríamos este muevo muro porque después de esa fecha la palabra "terrorista" también podría aplicarse a cualquier indocumentado en EE.UU. Es claro que la construcción de ese muro fue motivado por la nueva política y perspectiva que asumió el gobierno de George W. Bush después de la caída de las Torres Gemelas y no necesariamente para resolver ningún problema migratorio entre ambos países por la vía del diálogo. Se construirá de acuerdo a "la nueva guerra contra el terrorismo".



Pero la construcción de ese muro, el que hará mucho más difícil el cruce a Estados Unidos, traerá un aumento de muertos. Eso es claro. Y es la parte que los que aprobaron la ley en Estados Unidos no les interesó para nada. Es decir, no ha interesado a los EE.UU. la preocupación de los derechos humanos de otras personas aunque crucen ilegalmente a otro país para trabajar. Por otro lado -y esta es la parte importante también- que esos 11 o 12 millones de indocumentados son parte fundamental en la economía norteamericana para que la mayoría ciudadana legal de EE.UU. pueda vivir bien.



Por eso la construcción de "El Muro" entre Estados Unidos y México -a imagen y semejanza de las consecuencias a partir del 11 de septiembre de 2001- y dentro de la "nueva democracia" que dicta el gobierno norteamericano, se convierte en una pared símbolo de vergüenza y desprecio por la vida para cientos de miles de personas. Una pared para parar a los indeseables y también "infiltrados terroristas". Y aunque ellos vengan a trabajar en el lado de "la civilización globalizada" como trabajadores baratos, y tengamos servicios o productos en los supermercados a bajos precios, laven en las cocinas de los restaurantes nuestros platos de un cena de una cantidad que podemos pagar sin problemas, no merecerán sin embargo nunca más el trato humano básico porque seguirán únicamente siendo un par de brazos necesarios para que otros vivan mejor en "la tierra de las oportunidades" del Primer Mundo post 9/11.



*Javier Campos es poeta, narrador y columnista.

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