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El abogado «momio» que tiene de cabeza al empresariado

Hace años que lidera cruzadas medioambientales. Pero se convirtió en un oponente de peso para las grandes corporaciones luego de los US$ 23 millones que los Luksic debieron pagar de indemnización por el tranque de Los Pelambres. Con un pasado  ligado al gobierno de Pinochet y a las juventudes conservadoras, este ignaciano conjuga las ideas tradicionalistas con una mirada más liberal. Y no trepida a la hora de pelear en tribunales.


En una piedra en el zapato se transformó el abogado Fernando Dougnac para la familia Luksic, que tras cuatro años en litigio logró que en 2008 el clan más rico del país pagara US$ 23 millones para poder echar a andar el tranque de relaves El Mauro, de la Minera Los Pelambres.

Actualmente, el presidente de la Fiscalía del Medio Ambiente (FIMA) tiene en la mira a HidroAysén, ligada a la familia más tradicional e influyente de Chile: los Matte. En noviembre pasado, representando al Consejo de de Defensa de la Patagonia, presentó dos demandas en la Corte de Apelaciones de Coyhaique en contra del proyecto.

Pero no es nada contra los ricos. Al menos eso asegura Dougnac, que se declara como un abogado que lucha por la justicia medioambiental independientemente de quien sea su oponente, porque “en Chile han sido nefastas para el medioambiente tanto la derecha como la izquierda”.

Por algo se ha ganado la fama de “anti empresarios” entre sus pares.

Brillante, obsesivo y mateo son los rasgos que más destacan sus cercanos. Y también quienes han trabajado con él. Aunque  algunos no comulgan con su particular forma de ver el mundo, que califican de “contradictorio”. Sobre todo porque huele a ultraconservador, pero al mismo tiempo detenta conductas más liberales.
Incluso un par de ex colegas dicen que no “volverían a trabajar con él”, entre otras cosas por ser muy autorreferente. Pero reconocen sus logros y la mayoría lo considera “una buena persona” y con muy buenas ideas jurídicas.

El rey del recurso de protección

El ex profesor de la Universidad Católica es conocido como el “rey del recurso de protección”, apodo que se ganó luego de su  primera gran batalla medioambiental en la que dobló la mano al Consejo de Defensa del Estado (CDE), al lograr proteger las aguas del lago Chungará, en 1985.

Esa experiencia, en la que trabajó tras ser contactado por el creador de Codeff, Godofredo Stutzin, fue el puntapié inicial para meterse de cabeza en el mundo medioambiental. Y gracias a la cual leyó cuanto pudo relacionado con ecología.

Su consolidación en estas materias la logró a través de FIMA, que creó en 1998 junto a un grupo de abogados, entre los que estaba José Luis Pinochet, actual asesor medioambiental de Sebastián Piñera y precandidato a senador de RN por la Séptima Región.

Casos emblemáticos en los que ha obtenido sentencias favorables son Trillium, Alumysa en Aisén, Boise Cascada, que pretendía hacer astillas con el bosque de la X Región, o deshechos tóxicos en Arica.

Lideró otras batallas contra la central Pangue o la planta de celulosa de Celco en Valdivia. También fue asesor de Douglas Tompkins.

Pero además de dar estas grandes peleas, también se ha encargado de registrar legalmente a la mayoría de las ONG ambientalistas del país. Chile Sustentable, dirigida por Sara Larraín, Ecosistemas, ligada a Juan Pablo Orrego, Greenpeace y Terram, son algunas de las organizaciones que ha “oficializado”.

Conservador-humanista

Antes de dedicarse a defender el medioambiente, este ignaciano de familia conservadora, estuvo ligado al Gobierno de Augusto Pinochet. En 1977 y gracias a un antiguo profesor logró entrar a la Corfo. Un par de años después lo trasladaron al ministerio de Justicia, donde llegó como asesor legal, pero en la práctica asumió como Seremi (S).

Puesto que no estaba en la “primera línea” de mando, y desde donde se dedicó principalmente a la creación y reformulación de leyes. Pero por casualidad, jugó un pequeño rol en un caso emblemático.

Según cuenta su hijo mayor, Fernando, hace poco miraban televisión y vieron un reportaje sobre un caso de reos enfermos en 1981. Mientras lo veían, su padre le contó que  lo habían llamado para informarle que dos presos se iban a morir. “No entendía por qué no los llevaban al hospital. Y al parecer no había intención de hacerlo. Por eso ordenó que los trasladaran urgentemente”. El caso no era otro que el de los miristas envenenados con toxina botulínica en la ex Cárcel Pública, episodio vinculado con los asesinatos del químico de la DINA Eugenio Berríos, y del diplomático español Carmelo Soria a manos de la CNI.

Por esa misma época empezó a asesorar a pueblos aymaras en temas de derechos de agua. Un par de años después  trabajó con los pascuenses, lo que le valió una gran cercanía con estas etnias. Por eso, en las elecciones de 1989 se postuló como senador por la I Región, representando al Partido de la Tierra y de la Identidad que había ayudado a crear. Obtuvo 1,6 por ciento de los votos a nivel regional. Pero, según explican sus cercanos, algunas de sus propuestas de reconocimiento de las minorías étnicas fueron tomadas en cuenta en la Ley Indígena del gobierno de Patricio Aylwin.

Verde y religioso   

La onda verde siempre le gustó al también miembro consultivo de la Conama. En los 70’ y antes de embarcarse en la desastrosa compra de un campo para producir leche, subía a la cordillera religiosamente cada año con sus dos hijos mayores y una veintena de amigos.

Los economistas Ernesto Fontaine, Sergio de la Cuadra, el médico Juan Carlos Johow,  el antropólogo Horacio Larraín y el académico y amigo de toda la vida Gregorio Donoso, eran algunos habitué de estos paseos. Y según recuerda Fernando hijo los temas de conversación eran extremadamente “cabezones”. Y también muy naturalistas.

Otra característica que siempre ha definido a Dougnac es la religión. Es muy creyente, muy devoto, en especial de la virgen, aunque no va a misa muy seguido. Cuando joven participó en acciones religiosas e “iba a misiones y era muy común encontrar curas en mi casa”, recuerda su hijo.

El abogado Marcelo Castillo, uno de los cofundadores de FIMA pero que ya no es parte de sus filas, recuerda que cuando estudiaba derecho en la Católica fue su profesor. Y en sus dichos se notaba su cercanía a la iglesia católica. “Le gustaban mucho las pinturas quiteñas. En su oficina tiene figuras muy antiguas. Se rodea de muchas imágenes religiosas”.

Su formación en el Colegio San Ignacio también impulsó esta veta. Allí fue presidente de las Juventudes Secundarias Conservadoras. Opción que continuó en la Universidad Católica, donde también lideró ese partido, hasta que la unión con el Partido Liberal dio vida al Partido Nacional. “Me salí porque nunca me gustaron los liberales económicos”, explica el abogado. Luego, participó en el movimiento gremialista junto a Jaime Guzmán.

“Sigue siendo momio por un tema genético, pero no comparte casi nada”, asegura su hijo Fernando.

Dirty sexy money

Voces del mundo empresarial y también algunos abogados dudan de los fines medioambientalistas de Dougnac. Y lo atribuyen más bien a intereses económicos. Los dardos apuntan especialmente a la millonaria indemnización de Los Pelambres, que reportó a FIMA US$ 3 millones.

Percepción que desde FIMA rechazan tajantemente, y aseguran que este es un “caso en un millón”, pero que en la gran mayoría no hay indemnizaciones. Y que estas quedan en el ítem  de “reservas” de los fondos de la organización. Aclaran que 95 por ciento de los  recursos provienen de organismos internacionales. Los principales, que en 2008 habrían aportado unos 100 mil dólares, son Weeden Foundation, Marisla, Patagonia y Oxfam, además de Save the Waves, que se sumó hace dos años.

Pero la balanza económica no siempre fue favorable para el abogado. Sobre todo después del estrepitoso fracaso en un campo que lo dejó “planchado”. A lo que se sumaron años de asesorías medioambientales y trabajos que no rindieron muchos frutos para su bolsillo.

Criado con el concepto de que hablar de plata no era de caballeros, muchos de sus clientes a la hora de pagar “hicieron la vista gorda”.

Un caso emblemático fue con su “aula mater”, la Universidad Católica. En un juicio en que los representaba, la PUC recibió mucho más de lo esperado. Y a él le tocaba un porcentaje. Pero la postura fue que «no era posible que ganara más de lo que gana un profesor titular en un año», así que le pagaron aparte y abonaron el resto al fondo de becas del doctorado.

“Le dolió muchísimo, más que por la plata, porque se consideró traicionado por su universidad. Y despreciado en su trabajo. Para colmo de males como el aporte al fondo se hizo a su nombre, cada 6 meses llegaban boletines solicitando nuevos aportes”, cuentan cercanos.

Para algunos abogados que trabajaron con él, el problema radicaba en que “era demasiado informal. Por lo que se rodeaba de personas que tenían que ordenarle la vida”. Entre ellas la ingeniero comercial María Angélica Cofré, su mano derecha durante años, y que hoy aún lo ayuda con algunos asuntos.

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