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La trampa laboral en la que puede caer la derecha

Para la Concertación se ha vuelto casi un ritual lanzar al debate político temas laborales en períodos previos a las elecciones presidenciales. Para la derecha, han sido un «cacho» que le ha impedido llegar al gobierno democráticamente, después de 50 años. Esta vez puede no ser la excepción.


Los flirteos entre la UDI y la CUT de poco han servido para avanzar en materia laboral. Han quedado sólo como encuentros «históricos», de los que poco o nada han ganado los trabajadores. Este año, la prueba de fuego para la derecha será el proyecto de negociación colectiva. Y existen altas probabilidades de que la forma de abordarlo signifique, para la Alianza, la diferencia entre llegar a La Moneda o conformarse con seguir siendo oposición. ¿Tiene la suficiente vocación de poder como para actuar de manera práctica ahora o seguirá atado a sus ancestrales vínculos con el empresariado? Considerando, cómo no, que en esta oportunidad es liderado por uno de los más acaudalados empresarios chilenos.

El analista Aldo Cassinelli, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Central, estima que durante este año, eminentemente electoral, si la derecha no se zafa de su cartel de «protector del empresariado», caerá nuevamente en la encerrona que el gobierno podría propinarle con el proyecto de negociación colectiva, que enviará al Congreso. Aún cuando no está del todo claro que una iniciativa de este tipo sea apropiada en una etapa de crisis económica.

Sin embargo, a juicio del analista, el problema económico es el elemento que genera un mayor grado de similitud entre el proceso electoral de este año y el de 1999, «con la salvedad de que Piñera es empresario». Por lo que imagina que la derecha aprendió la lección. Y, a lo menos, tendrá una carta que le permita contrarrestar una campaña oficialista centrada en temas laborales, particularmente en la negociación colectiva. Por lo que como primera medida, Cassinelli estima que esta vez la oposición no va a darle una negativa tajante y radical a este tipo de iniciativas.

Cuestión de convicción

En la UDI está arraigada la convicción de que fueron las reformas laborales las que le arrebataron el triunfo, en la apretada disputa entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín en 1999. Pero el argumento para aceptar ese destino fue que la derecha no iba a transar sus principios por votos. Y dado que el sector no se ha mostrado particularmente abierto a aprobar normativas que pudieran perjudicar al empresariado, se podría especular que la negociación colectiva sería el as del triunfo para la Concertación, en una justa que se anuncia tanto o más estrecha que la de 1999.

Baste con recordar que si bien en la Comisión Meller existió consenso respecto de que las negociaciones colectivas debían tender a ser «menos conflictivas y más cooperativas», el resto fue sólo desacuerdos en esta materia. La ampliación de la negociación colectiva y su marco regulatorio fue un tema crucial en el que nunca hubo puntos de encuentro. Demás está decir el precedente que generó la presentación que, el 2006, hicieron los senadores Pablo Longueira y Andrés Allamand ante el Tribunal Constitucional para impedir la inclusión de un nuevo concepto de empresa al Código del Trabajo, en el marco de la Ley de Subcontratación.

A los más incrédulos les cuesta aceptar que las convicciones de los dirigentes de la derecha sigan siendo tan sólidas como para perder otra elección presidencial. Y así cumplir 50 años sin llegar al gobierno democráticamente. En este contexto, Cassinelli explica que si la derecha tiene vocación de poder cedería en los temas laborales, cosa que no hizo el ’99.

Por otro lado, del hecho que el gobierno haya anunciado con tanta antelación que el proyecto ingresará a mediados de año, dice el analista, se puede deducir que tendrá varios meses para socializarlo y convertirlo en factor de campaña. De igual manera la oposición tendrá tiempo para analizar los pro y contras de oponerse o sumarse a la iniciativa.

Contraataque

De hecho, Víctor Pérez, quien integra la Comisión de Trabajo del Senado, señaló que la ministra Claudia Serrano le comunicó a esta instancia, durante un almuerzo que sostuvieron el 14 de enero pasado, que alrededor de mediados de año el gobierno enviaría el proyecto de negociación colectiva.  Porque aún se está afinando al interior del gobierno. Así, Pérez está conciente de que La Moneda «va a utilizarlo electoralmente, pero son las reglas del juego».

En la misma línea admite que, para su sector, es un tema complicado y «claramente debatible el hecho de que los empresarios sólo puedan negociar con los sindicatos», algo a lo que la derecha se ha opuesto y en lo que tampoco se llegó a acuerdo en la Comisión Meller. Por otro lado, Pérez percibe que en el gobierno tampoco existe consenso para incluir en el proyecto de negociación colectiva lo referente al reemplazo de trabajadores en huelga. Porque, según recuerda, no estaba entre las ideas que le expuso la titular de Trabajo a la comisión.

En todo caso, la derecha ha tenido algunos tímidos acercamientos a la negociación colectiva, pero en el sector público. Sus líderes se han esforzado por dejar claro que el Estado es el peor patrón, porque no cumple -según sostienen- con una serie de obligaciones con sus trabajadores. Éste, afirma Cassinelli, podría ser el argumento con el que la oposición contraataque al gobierno. Es decir, hacer un solo paquete con el tema, pero tanto en el mundo privado como el público.

Ese podría ser el gallito durante este año electoral, plantea el analista, sobre todo  si la derecha ya sabe que tendrá que lidiar con un tema que le es adverso. El escenario que prevé Cassinelli es que mientras La Moneda, en medio de un año de crisis económica, le va a echar en cara a la oposición que se niega a aprobar medidas que beneficien a los trabajadores, mientras el empresariado propicia despidos; el gobierno genera empleos. Mientras que los aludidos van a acusar al gobierno de ser el primero en no cumplir con las obligaciones hacia los trabajadores, aludiendo al sector público. Ello, porque no es difícil imaginar que este año, agrega, va a haber más movilizaciones que en años anteriores.

 

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