Publicidad
Gumucio dice que el deber de Cheyre en el caso Ledjerman fue «aceptar ser parte de una institución que violó y mató a un sector político del país»

Gumucio dice que el deber de Cheyre en el caso Ledjerman fue «aceptar ser parte de una institución que violó y mató a un sector político del país»

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
Ver Más

«Su manera de administrar la justicia y la paz resulta para la unanimidad del senado y el Presidente, suficientemente ejemplar para entregarle en custodia, como el Coronel Lapostol le entregó el niño Ernesto, la democracia chilena», manifestó el escritor en una columna publicada en The Clinic.


El escritor Rafael Gumucio no quedó indiferente ante la emisión del programa El Informante de TVN, donde anoche se enfrentaron el presidente del Consejo Directivo del Servel y ex comandante en jefe del Ejército, general (r) Juan Emilio Cheyre y Ernesto Ledjerman, a quienes los une un hecho ocurrido hace cuatro décadas, cuando este último, con sólo dos años de edad, fue entregado por el militar a un convento tras el asesinato de sus padres por parte de una patrulla militar en la región de Coquimbo.

En una entrevista publicada en la edición on line de The Clinic, Gumucio dijo que en el canal estatal se produjo un hecho inédito: «Una víctima, una víctima que no es además abogado o político, una víctima que está ahí por ser víctima se enfrentó a un general (R). Por primera vez habló no cualquier víctima sino un hijo, alguien que vio morir a su madre, alguien al que no se le puede acusar de complicidad, deriva ideológica o deseos revolucionarios».

Destacó que el ex jefe castrense no es un genocida ni tampoco alguien que la justicia haya podido acusar de mancharse «las manos con sangre», pero que sin embargo ascendió al interior de una institución que sí lo hizo «no un año o dos, no en un cuartel o en dos, sino en todo el país por casi veinte años».

Y si bien resaltó los argumentos del ex uniformado respecto a que su gestión al frente del Ejército se enfocó a limpiar «el lodo con que sus dos predecesores dejaron manchado el uniforme del Ejército de Chile», puso énfasis en que fue Ledjerman quien le reprochó el no haber hecho algo más.

«Le reconoce la víctima al general la claridad de su discurso pero nos recuerda, le recuerda al hombre que no investigó lo que había que investigar, ni se rebeló ante una orden más que dudosa, que querer hacer lo correcto no basta, que plantear que lo justo es justo no es hacer justicia, que pedir perdón no basta para automáticamente recibirla».

«Ernesto nos recuerda que la justicia en la medida de lo posible no es justicia, porque es la justicia la que debe delimitar justamente lo que es posible de hacer o no en un país. Nos recuerda que hacer el bien a medias es también hacer el mal a medias. Que contar la verdad que uno quiso saber es también abrigar la mentira que no quiso aclarar. Que ante la muerte, que ante la sangre, no hay negociación posible, aunque sea también imposible para un país no negociar su paz, no renunciar a dejar muertos en el clóset y verdades a medias», agregó.

Y reflexionó que, desde veredas distintas, lo que hacen ambos es cumplir con su deber. «No podemos pedirle a Ernesto que acepte en nombre de una paz social que beneficia a demasiado pocos, que renuncie a saber quien dio la orden de matar a su mamá, y a quien se le ocurrió que era mejor dejarlo entre las monjas, que conseguir que sus abuelos lo buscaran y pidieran justicia por la muerte de sus hijos. No podemos pedir a Ernesto que acepte nuestra transición, no podemos pedirle a Cheyre que no transe, que no negocie, que no proteja a las Fuerzas Armadas en las que vivió toda su vida. La tragedia es tal porque no hacen los dos más que cumplir su deber. El nuestro como ciudadanos es jerarquizar cuál de esos de esos dolores, cuál de esas decisiones, debemos premiar, subrayar, que debemos enseñarlo a los hijos que, como Ernesto, supieron antes mismo de hablar que en este país se mata a mujeres con niños en brazos».

Manifestó que todo lo anterior lleva asociado un mensaje a la ciudadanía por parte de las instituciones y los políticos y que tiene que ver con que Cheyre, «un hombre que cumplió sin duda con su deber, pero cuyo deber fue por años no preguntar, no rebelarse, aceptar ser parte de una institución que violó y mató a un sector político del país, es el garante de las elecciones de todos los chilenos. Recibe por ello un sueldo ‘reguleque’ y en su currículum una estrella más. Su manera de administrar la justicia y la paz resulta para la unanimidad del senado y el Presidente, suficientemente ejemplar para entregarle en custodia, como el Coronel Lapostol le entregó el niño Ernesto, la democracia chilena».

Concluye finalmente que Ernesto Ledjerman, «cuyos padres murieron en Chile y por Chile, vive en Buenos Aires sin honor, sin gloria que defender, tratando de sobrellevar como él puede el dolor. Mientras Cheyre se ha convertido en el símbolo del Chile que queremos, el dolor de Ernesto ha sido sistemáticamente olvidado y apartado de nuestra sana convivencia. Su voz, su cuerpo que intenta como puede pegarse a la silla, la incomodidad que nos contagia impide, en buena hora, esa sana convivencia. Unos de los pilares de la transición, la idea que dentro de las posibilidades posibles habíamos conseguida cierta verdad y cierta justicia, se derrumbó en ese set de El Informante de TVN. Cierta justicia no es la justicia, y cierta verdad no es la verdad. No podemos, no sabemos, no podemos resignarnos a esa incerteza».

Publicidad

Tendencias