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La importancia de llamarse Fontaine El apellido clave en la cocina de la reforma tributaria

La importancia de llamarse Fontaine

Educados para ser influyentes, Arturo, el mayor, fue decisivo en la impronta de apertura política del CEP. Juan Andrés ha jugado un rol preponderante en la economía desde el Banco Central, las consultorías, los directorios y las columnas. Bernardo, el menor, tuvo por primera vez un papel público, librando una batalla desde los medios en contra de la reforma tributaria y participando con Juan Andrés en las reuniones secretas con Hacienda que dieron vida a un nuevo proyecto de ley.


Fueron criados para ser influyentes, dicen quienes los conocen. Cada uno en sus tribunas. Arturo, el filósofo, desde el Centro de Estudios Públicos, jugando un rol político, fue decisivo en el estilo aperturista que convirtió al think tank en una plataforma de contacto entre los empresarios y los gobiernos de la Concertación y a su encuesta en un oráculo electoral desde el plebiscito del 88. Juan Andrés, desde la economía, trabajó en su formulación como gerente del Banco Central (1984-1990) y en su aplicación como consultor y director de empresas. Chicago boy, fue ministro de Economía y traía una agenda con 50 medidas para aumentar la productividad que no alcanzó a cumplir, porque Sebastián Piñera optó por incorporar ministros políticos que le dieran un relato a su gobierno y lo reemplazó por Pablo Longueira.

Bernardo era, hasta ahora, el menos público de los tres. En el mundo empresarial claro que se le conoce por su complejo paso por el Citicorp, por los negocios financieros de Falabella, porque entró a La Polar como director el año pasado y estuvo en LAN.

En esta reforma tributaria pudo hacer harto más que en 1991 cuando asesoró a Jorge Lavandero, el senador DC, más tarde desaforado y condenado por abusos sexuales, en la creación de una de las versiones del 57 bis, instrumento de ahorro que permite beneficios tributarios. “Le gustó mucho este sistema que me escuchó exponer una vez y me llamó y después se sumaron Andrés Zaldívar (DC) y Sergio Diez (RN) y presentaron una indicación”. Esta vez fue más allá y desplegó una ofensiva comunicacional que comenzó con una columna en El Mercurio después de leer el programa de la candidata Michelle Bachelet y las líneas gruesas de la reforma tributaria.

No paró más: 120 entrevistas calcula que ha dado entre radio, televisión, diarios y revistas. Con la ayuda de la periodista Lorena Medel, quien hasta hace dos semanas trabajaba en la agencia de comunicaciones Vox, formada inicialmente por Gabrielle Lothholz y Laurence Golborne tras dejar Cencosud, consiguió ser invitado a ‘Última Mirada’, ‘Tolerancia Cero’, a la Radio Cooperativa, a Canal 13. Partió como una asesoría de amigos, ella le recomendó una agencia de redes sociales (Triple, de la periodista Francisca Correa), quien le creó una cuenta de Twitter y la página reformalareforma.cl que fue lanzada en mayo y presentada como un movimiento para “ser la voz de los sin voz”. Ahora, Medel se integró a Triple, que pasó a ser la agencia que asesora a Fontaine.

Bernardo (50), el sexto de los siete Fontaine Talavera –hijos de Arturo Fontaine Aldunate, el ex director de El Mercurio–, logró en esta pasada la visibilidad de la que han gozado sus hermanos Juan Andrés (60) y Arturo (62). Hernán (59), el tercero, tiene su estudio de abogados –Fontaine y Cía.– y no le gusta aparecer.

Su figura fue potenciada por Juan Andrés, quien se convirtió en asesor tributario de RN, invitado por el senador Andrés Allamand, para quien colaboró en su consejo programático cuando fue precandidato de la Alianza y se enfrentó sin éxito a Pablo Longueira. De otra manera, es muy probable que Bernardo no hubiera llegado a tal grado de cercanía e intimidad con el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, y el subsecretario Alejandro Micco. Un artículo en La Tercera, publicado el 4 de abril, en el que hacía contrapunto con Claudio Agostini, el economista DC, ideólogo del fin de FUT, fue clave. “Causó mucha impresión. Todos los políticos lo tienen guardado en la billetera. Fue la primera vez que se escribió (del tema) en castellano”. A raíz de eso, lo convidaron a la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, “hice una presentación corta –cuenta–, bastante pedagógica, con power point y en colores, con las cosas buenas y malas del proyecto”.

El domingo siguiente ‘Economía y Negocios’ tituló “Nace una estrella tributaria”, aludiendo a su ponencia. El diputado y entonces presidente de la UDI, Patricio Melero, lo invitó a exponer a la convención de la UDI en Punta de Tralca ante 400 personas. Los diputados y senadores de RN, en forma separada, le pidieron una presentación. Y vino la ola mediática. Sólo le faltó Tomás Mosciatti, quien le gusta mucho como entrevistador. Estaba invitado a ‘El Informante’, de TVN, el martes antepasado, pero como se llegó al acuerdo político entre los senadores de la DC, PS, PPD, RN y UDI, lo cambiaron por el ministro de Hacienda.

Abruptas salidas de El Mercurio, CEP, Citi y Economía

Ninguno de los tres hermanos milita en un partido. Los dos mayores fueron gremialistas. Arturo estudió paralelamente Filosofía en la U. de Chile y Derecho en la UC, donde presidió la FEUC en 1974, representando al movimiento fundado por Jaime Guzmán. “Fui elegido presidente de FEUC según el reglamento vigente antes del Golpe. Se esperaba que la lista que encabezaba… ganara. Pero las listas alternativas se retiraron. Era una alternativa legítima, dado el Golpe. Pero si todos lo hacíamos significaba, en el fondo, que los estudiantes disolvíamos la Federación. Yo hubiera preferido al menos intentar tener elecciones normales. Al fin, pese a mis dudas, decidí no retirarme y asumí el cargo», contó a la revista Enfoque el año pasado. Juan Andrés, también cercano a Guzmán, fue presidente del Centro de Alumnos de Economía en la UC. Bernardo, en cambio, trabajó para la conformación de una lista alternativa al gremialismo cuando Tomás Jocelyn-Holt encabezó la Feuc, en 1985, y convocó a un claustro universitario para reformar los estatutos y permitir la participación de los alumnos. Fue la opción más votada en la universidad, venciendo al gremialismo.

[cita]Aunque debutaron como dupla tributaria, tienen un pasado y presente comunes. Ambos son directores de empresas. Juan Andrés ha ocupado sillones en Endesa, Quiñenco, Besalco, Socovesa, Transelec, Mall Plaza, Banco Santander Santiago, Bolsa Electrónica, Bolsa de Comercio y hoy está en Embotelladora Andina y Sigdo Koppers. Bernardo lo es de Bicecorp, la compañía de seguros del Bice, La Polar, Embonor y Place Vendome, de la que es accionista a través del fondo 7a que maneja platas suyas y de terceros.[/cita]

La autonomía es un bien que valoran los Fontaine, dice Bernardo. Su padre, abogado de profesión que, a los 42 años, fue invitado por Agustín Edwards como redactor de El Mercurio y no soltó más el periodismo, les inculcó ese ejemplo. De los tres hermanos, Arturo es el que ha dado muestras de mayor independencia, su cerrada y pública oposición al lucro, el no haber firmado la carta de apoyo a Harald Beyer, investigador del CEP durante toda su vida, cuando como ministro de Educación fue acusado constitucionalmente y opiniones que simpatizaban más con Michelle Bachelet que con Piñera, le costaron su salida del influyente centro de estudios después de 31 años. A su padre, el editorial “Malos días”, que redactó condenando los asesinatos políticos y el manejo económico del régimen de Pinochet, le valió el despido en 1982, tras 19 años en el diario, los últimos cuatro como director.

A Bernardo le ocurrió lo mismo con el escándalo de los cementerios Isacruz. Como vicepresidente de finanzas corporativas del Citicorp decidió invertir en la cadena y resultó ser un fraude con balances inflados por sus gestores, Manuel Sánchez y Mario Igualt, condenados por quiebra y estafa. Compraban terrenos a diez y los vendían en varias veces su valor a Isacruz y gran parte de los clientes no existían. El golpe truncó una ascendente carrera financiera. Fue duro, tenía 32 años, el Citi fue demandado en 1996, pero en 2008 la Corte Suprema rechazó el recurso. Durante un tiempo se dedicó a las asesorías, hasta que Juan Cúneo lo llevó a Falabella como gerente de retail financiero. Bajo su gestión, el holding compró la licencia bancaria de ING, armó el Banco Falabella, separó las divisiones de seguros y viajes y adquirió el 20% de Farmacias Ahumada.

Juan Andrés también sufrió con la abrupta salida del Ministerio de Economía. Y con el veto para ser consejero del Banco Central. Se le llamó el eterno candidato, porque cada vez que era propuesto su nombramiento no prosperaba. Jorge Desormeaux y Rodrigo Vergara fueron elegidos en su lugar. Su amigo Andrés Allamand, a quien ayudó a elaborar los estatutos del Movimiento de Unión Nacional, escribió en una columna apuntando que “para (Andrés) Velasco (entonces ministro de Hacienda) el tema fue muy claro: cualquiera menos Fontaine”.

En cada caída Arturo Fontaine, el padre, estuvo ahí. Hombre que mezclaba la inteligencia emocional e intelectual, no dudó en auxiliarlos. Mientras gozó de buena salud, los domingos estaban reservados para el almuerzo familiar en la casa de la calle Agustín Denegri, en el sector de Jardín del Este, en Vitacura. A pocos metros vive hoy su hijo Bernardo. Y a dos cuadras, Juan Andrés.

«Esta no es la solución Fontaine»

De ladrillo blanco, un piso, techo plano, es una de las 25 casas, incluida la de Arturo Fontaine padre, que levantó el arquitecto Jaime Sanfuentes en Jardín del Este o la “ciudad jardín” de Santiago en los años 60. Allí se celebraron las últimas dos reuniones entre Juan Andrés Fontaine, el ministro de Hacienda Alberto Arenas y el subsecretario Alejandro Micco, el fin de semana del 5 y 6 de julio. Descritas por el dueño de casa como “largas conversaciones que fueron como de seis horas, los tres, con galletitas”, en la Radio Duna.

Una casa que en números tiene 511 m2 construidos en una superficie de 1.226 m2, un avalúo fiscal de $364 millones y comercial de $740 millones, pero que no era tan cara cuando la compró hace poco más de una década.

Su hermano Bernardo estuvo ausente en los encuentros finales de ese fin de semana. Su aporte fue otro: de su bolsillo pagó inserciones en El Mercurio el sábado y en La Tercera el domingo, tituladas “Todos ellos quieren corregir la reforma tributaria… Es hora de escuchar”. Recogían opiniones de 40 expertos de distintas tendencias que alguna vez criticaron en diversos medios el proyecto de ley, lo que le valió el apodo de filántropo por Carlos Peña, el rector de la Universidad Diego Portales, empleador de su hermano Arturo. “Es lo mejor que te pueden decir, porque el filántropo ayuda a los demás sin esperar nada a cambio”, replica Bernardo, quien no se acuerda si su hermano Juan Andrés supo o no de los avisos.

El resto de los encuentros del “canal técnico” –entre seis y ocho, calcula el menor de los Fontaine– “fue en una oficina en la Alameda, hay que borrar la idea de que todas fueron en un living”, dice con un dejo de ironía. Por RN participaron los abogados asesores Sebastián Guerrero (estudio Guerrero) y Nicolás Ulloa (PwC), y los dos Fontaine. Por el gobierno, Micco, y los abogados de Hacienda, Alberto Cuevas y Fernando Dazarola.

Hubo sintonía. “Cuando llegábamos a un acuerdo que de cierta forma podía funcionar, no se volvía atrás sobre eso, no quedaba anotado en ningún papel, pero estaba claro que ese era el acuerdo al que se había llegado. En ese sentido, fue un trabajo yo diría grato”, describió Juan Andrés Fontaine en Duna.

“Mi hermano estuvo más concentrado en el acuerdo y yo tuve un rol más comunicacional. Yo salí a toda la prensa, fui a hablar a regiones, a seminarios antes, durante y después de las negociaciones. Juan Andrés (columnista de El Mercurio) también habló, pero no al grado que lo hice yo”.

Casualmente, terminaron trabajando juntos, cuenta Bernardo. “Yo sabía que Juan Andrés asesoraba a los senadores de RN, pero no me metí por eso. Yo llegué a la conclusión de que la reforma era mala para el país. Me fui jugando. Yo sé que es difícil de entender, de creer incluso. Todo el mundo está tan acostumbrado a que haya intereses y sea todo planificado”.

Para él lo bonito del protocolo, que tiene “pedazos de mi puño y letra”, es que se trata de una creación colectiva entre la opinión pública que fue “terminantemente crítica” de la reforma, los técnicos de la Nueva Mayoría, los senadores Ricardo Lagos Weber y Zaldívar, los partidos de la Alianza capitaneados por RN, “que tuvieron la generosidad de llegar a un acuerdo”, y, por último, el ministro Arenas que estuvo dispuesto a flexibilizar su postura.

Y los dos hermanos que, por primera vez, trabajaron juntos. “Esta no es la solución Fontaine, para nada. El acuerdo sigue afectando al ahorro, la inversión y el empleo, porque tiene tasas muy altas a las empresas que todos vamos a pagar. Es bien reguleque”.

Aunque debutaron como dupla tributaria, tienen un pasado y presente comunes. Ambos son directores de empresas. Juan Andrés ha ocupado sillones en Endesa, Quiñenco, Besalco, Socovesa, Transelec, Mall Plaza, Banco Santander Santiago, Bolsa Electrónica, Bolsa de Comercio y hoy está en Embotelladora Andina y Sigdo Koppers. Bernardo lo es de Bicecorp, la compañía de seguros del Bice, La Polar, Embonor y Place Vendome, de la que es accionista a través del fondo 7a que maneja platas suyas y de terceros.

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