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Basquetbol: para volver a ser campeón, Colo Colo debió ganarle a todo

Basquetbol: para volver a ser campeón, Colo Colo debió ganarle a todo

Para empezar, a Blanco y Negro, que se adueñó del fútbol del Cacique tras la implantación en nuestro país del Sistema de Sociedades Anónimas Deportivas, y que se oponía a que el Club Deportivo y Social retornara a la competencia mayor del baloncesto chileno, pese a que la institución popular lo haría con recursos propios y sin obtener mañosamente, como la Concesionaria, dineros del fisco para financiar sus series menores.


Fue como retroceder el tiempo. El básquetbol masculino de Colo Colo se había coronado campeón de la Liga Nacional derrotando en el quinto y último partido al Club de Deportes Castro, por 84 a 70, en el gimnasio municipal de esa ciudad, y entonces fue inevitable recordar cuando, en 1996, el quinteto albo obtuvo el Torneo de Apertura y luego el Nacional de la Dimayor.

Si en aquella oportunidad destacaron los nombres de Mack Hilton y Chuck Jones, vitales en la consecución del logro, esta vez las figuras clave fueron Franco Morales, Jorge Valencia, Erick Carrasco y los estadounidenses O´Louis McCullough y Kevin Garnett, entre otros.

El acontecimiento no hubiese pasado de ser un logro deportivo albo más en el básquetbol si no hubiese sido que, esta vez, la participación de Colo Colo constituyó toda una aventura y un grito de rebeldía y de libertad de los colocolinos de vieja cepa en contra de Blanco y Negro, la concesionaria que a partir de 2005 se hizo cargo de la institución popular luego que se aprobara en Chile la implantación del sistema de Sociedades Anónimas Deportivas, publicitadas como la verdadera panacea y la solución definitiva para los agudos problemas económicos por el que transitaban frecuentemente la mayoría de los clubes chilenos.

Porque hacer realidad este regreso albo al básquetbol grande nacional después de 17 años de ausencia no fue tarea fácil. Raúl Labán, presidente del Club Deportivo y Social Colo Colo, supo canalizar el descontento mayoritario de la hinchada en contra de Blanco y Negro haciendo que el club, después de décadas, volviera a contar en sus registros con casi 40 mil socios al día. ¿Qué hacer con ese dinero de las cuotas societarias que comenzó a entrar a arcas hasta ese momento casi vacías?

Sobrino de aquel Antonio Labán presidente albo bajo cuyo mandato la rama femenina de básquetbol de Colo Colo dominaba el medio casi sin contrapeso, Raúl Labán tuvo en el verano del año pasado la idea de reflotar el básquetbol masculino, para lo cual contrató como técnico a Claudio Lavín, 44 años y con la experiencia de haber dirigido antes a Español de Talca y a Unión Española de Santiago. La primera tarea de Lavín: conformar el plantel albo.

El primer captado fue Franco Morales, elegido dos veces el mejor jugador chileno y que antes había militado en Español de Talca, Liceo Mixto y Tinguiririca San Fernando. De a poco, Colo Colo fue conformando un plantel que pudiera estar a la altura de su tradición ganadora, y para su estreno en sociedad, antes de debutar en el torneo de la Libcentro, una especie de torneo de apertura, previo al Nacional, se eligió a River Plate de Buenos Aires.

El triunfo ante el cuadro argentino constituyó un soplo de entusiasmo, un inmenso golpe de confianza.

Sólo que para Labán y quienes lo secundaban el camino estuvo plagado de obstáculos. Blanco y Negro quiso impedir que el Club Deportivo y Social Colo Colo formara un equipo de básquetbol y menos, por supuesto, que participara competitivamente. Claramente, la Concesionaria estaba yendo mucho más allá de lo que son sus derechos y atribuciones, toda vez que estas tienen que ver, exclusivamente, con el equipo de fútbol profesional. Dicho de otra forma, Colo Colo, como club plenamente vigente y con Personalidad Jurídica al día, tenía perfecto derecho a revivir su quinteto de básquetbol y, si así lo decidía y los recursos alcanzaban, formar la o las ramas deportivas que se les diera en gana a sus socios y dirigentes.

Pero a Blanco y Negro no le resultó el papel de “perro del hortelano”. A sus regentes jamás se les había pasado por la cabeza financiar un equipo de básquetbol. Preocupados fundamentalmente de que el balance ofrezca números azules, de modo que las acciones entreguen dividendos, porque para eso son, a fin de cuentas, las Sociedades Anónimas, la tradición cestera de Colo Colo siempre les importó un comino.

Sin embargo, cuando la idea se le ocurrió a la dirigencia del club social y deportivo, la iniciativa les pareció pésima. Después de todo, con una directiva conformada por nueve personeros, de los cuales apenas dos provienen de la dirigencia histórica y numéricamente absolutamente impedidos de hacer escuchar su voz, Blanco y Negro durante todos estos años se acostumbró a hacer y deshacer, ignorando absolutamente a la masa societaria, la verdadera dueña de Colo Colo antes de que se implantara este sistema que entregaba al poder económico el fútbol nacional, una de las pocas actividades de la que no habían podido apoderarse, como ya lo habían hecho con la previsión, la salud y la educación.

Dicho claramente, este grito de libertad e independencia del único club que pasando a ser Sociedad Anónima mantuvo su antigua estructura directiva (ni “Cruzados SA”, ni “Azul Azul” tienen el mismo contrapeso, aunque sea nominal), le pareció inaceptable a Blanco y Negro, que por cierto hizo uso de todo su poder y toda su influencia para impedir que Colo Colo, como Club Deportivo y Social plenamente vigente y activo, reviviera a través del básquetbol luego que de su fútbol fuera expropiado por el lapso de treinta años que dura el contrato de concesión.

Blanco y Negro no dejó tecla que apretar ni influencia a la cual apelar para impedir que el Colo Colo de David Arellano pudiera demostrar que, cooptado y ninguneado, está sin embargo vivo. Chiledeportes (hoy Instituto Nacional de Deportes, IND, de acuerdo a la nomenclatura de los “Piñera Boys”) y el Comité Olímpico nada pudieron hacer. Al contrario de Blanco y Negro, que mañosamente ha recibido para financiar sus series menores recursos fiscales siendo una empresa privada y con fines de lucro, el básquetbol del Cacique era auto sustentable. Y el Comité Olímpico no podía ir en contra de una institución de 89 años de existencia y que, mal que le pese a Blanco y Negro, está vivita y coleando.

Respecto de la Federación Chilena de Básquetbol y la Liga Nacional, ni qué decir: que Colo Colo reviviera como equipo competitivo era un regalo caído del cielo, un integrante con mucha historia y sobrada estirpe como para darle insensatamente con la puerta en las narices. Al contrario: el quinteto albo fue recibido con los brazos abiertos, porque más allá de su eventual rendimiento y jerarquía, que iba a ser puesta a prueba en cada compromiso, su solo nombre le subía el pelo a una competición a la que Colo Colo le venía de maravillas.

El quinteto albo apareció cuando debía aparecer. Su campaña en la fase regular no fue ni con mucho sorprendente, lo que llevó, incluso, a cesar a Claudio Lavín para que asumiera la banca el argentino Gabriel Shamberger, que había ganado el torneo de la Libcentro y que en su currículum mostraba un paso por la Universidad de Concepción. A los “play off” Colo Colo clasificó sólo en la quinta posición, pero cuando llegaron los confrontes de ida y vuelta el quinteto albo fue el equipo que todos habían estado esperando: protagonista.

Superó a Español por 2 a 0, su primer rival en la post temporada, que había sido cuarto en la fase regular, pero la prueba de fuego la tuvo en semifinales: debía enfrentar a la Universidad de Concepción, que había liderado la fase regular y que no había conocido la derrota como dueño de casa. Colo Colo mostró sus credenciales de candidato superando al quinteto del Campanil por 3 a 1.

Su rival en los partidos finales sería Club de Deportes Castro, que en semifinales había dejado en el camino a Los Leones.

Y en esta instancia, al igual como se dice respecto del fútbol, “de atrás picó el indio”. Porque Deportes Castro se impuso en sus dos primeros encuentros como local (78-73 y 90-80), obligando a Colo Colo a una remontada de película para que el grito de campeones no quedara ahogado en las gargantas albas: se impuso primero 94-74 y luego 93-81, forzando un quinto y decisivo encuentro que, por reglamento, debía disputarse en la isla.

Lo que pasó, ya se conoce: Colo Colo se impuso a todo para ganar por 84 a 70. A un clima hostil e incluso a increíbles e inaceptables agresiones del público a sus jugadores, aparte de un adversario que tenía también argumentos de sobra para quedarse con la copa.

Colo Colo demostraba, a través del básquetbol, que estaba más vivo que nunca. Que Blanco y Negro, que hasta se había opuesto a que el quinteto exhibiera la insignia, apelando a una supuesta cláusula del contrato de concesión, no había podido impedir que el equipo albo y sus hinchas celebraran un nuevo logro en independencia y libertad.

Algo, en todo caso, es seguro: Franco Morales, Erick Carrasco, Jorge Valencia y los estadounidenses O´Louis McCullough y Kevin Garnett, cuyo aporte en la consecución del título fue incuestionable, difícilmente serán invitados al Monumental para recibir, en el entretiempo de un partido de fútbol, el aplauso y el reconocimiento del pueblo albo.

Y es que, como en la ancestral historia bíblica, David había vuelto a ganarle a Goliat.

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