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Carlos Peña dice que por más emoción que expresara Bachelet no “alcanzó a emitir el menor juicio crítico de su nuera” Tras formalización de Compagnon en caso Caval

Carlos Peña dice que por más emoción que expresara Bachelet no “alcanzó a emitir el menor juicio crítico de su nuera”

“Ella no puede recurrir a la vieja fórmula de separar las esferas y elegir a la patria por sobre su familia. ¿Cómo hacer esa elección creíble si todo su liderazgo, lo persiguiera ella deliberadamente o no, se construyó sobre la ilusión de que en ella se confunden ambas dimensiones, la personal y la política, hasta hacerse casi indiscernibles? ¿Cómo confiar en esa elección si su afecto le impide, hasta ahora, emitir el menor juicio crítico sobre el caso Caval?”, explica el rector de la UDP.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, salió a disparar contra la Presidenta Michelle Bachelet y su declaración que hizo tras la formalización de su nuera, Natalia Compagnon, en el caso Caval, indicando que por más emoción que expresara no “alcanzó a emitir el menor juicio crítico de su nuera”.

En su habitual columna en El Mercurio, recuerda la declaración que hizo la mandataria horas después que un integrante de su familia fuera formalizada y sometida a medidas cautelares como firma mensual, arraigo y prohibición con sus socios.

A su juicio, que un miembro de la familia presidencial sometido a la justicia “muestra el tamaño del acontecimiento” y explica la “conmoción de la Presidenta”, lo cual es difícil de encontrar algo parecido en la historia democrática de Chile.

“Porque es probable que sus lágrimas (que no se derramaron, pero que tampoco lograron ocultarse) fueran no solo por su familia herida, sino también por el significado político de este hecho. Es verdad, como el Gobierno se ha empeñado en subrayar (con más énfasis que imaginación) que la formalización de Natalia Compagnon muestra que en Chile hay igualdad ante la ley; pero también es cierto que el país no necesitaba que un miembro de la familia presidencial fuera acusada de fraude tributario y organizara una empresa de pícaros para comprobarlo”, expresa.

En ese sentido, el académico explica que “las declaraciones de la Presidenta, horas después de la formalización, recurrieron a la vieja fórmula (que está en los Discursos de Maquiavelo) de separar la afectividad hacia la familia de los deberes hacia el Estado”.

Bachelet sostuvo en la oportunidad que han sido tiempos difíciles para ella y su familia, pero que nada ha nublado “ni por un minuto de lo que son mis responsabilidades como Presienta de la República y Jefa de Estado”.

Ante eso, Peña sostiene que no es plausible una separación entre el sentimiento y los deberes, ya que “una de las características de la Presidenta es que en ella no es posible discernir -separar, distinguir- a la política de la persona que está tras ella”.

“No se puede decir de Bachelet lo que de otros políticos: que estando tan preocupados de su éxito, adoptaron la precaución de no mostrar nunca lo que de verdad son. En la figura de la Presidenta Bachelet, en cambio, se han mezclado siempre, para bien y para mal, la persona de la política con la simple personalidad que la habita. El resultado ha sido a veces magnífico (nunca ha habido en Chile una política en la que casi todos se reconocían, como ocurrió con ella), pero también, como lo ha mostrado el caso Caval, puede ser terrible”, añade.

Peña sostiene que al no haber solución de continuidad entre la personalidad real de la mandataria y su personalidad política, “ella no puede recurrir a la vieja fórmula de separar las esferas y elegir a la patria por sobre su familia. ¿Cómo hacer esa elección creíble si todo su liderazgo, lo persiguiera ella deliberadamente o no, se construyó sobre la ilusión de que en ella se confunden ambas dimensiones, la personal y la política, hasta hacerse casi indiscernibles? ¿Cómo confiar en esa elección si su afecto le impide, hasta ahora, emitir el menor juicio crítico sobre el caso Caval?”.

Precisa en torno a lo anterior que “cuando la afectividad se extiende a todas las esferas de la vida, sin dejar a salvo ninguna, la racionalidad instrumental o política, la frialdad que se admira en el político crudo (por ejemplo Mirabeau, de quien se decía que la razón de su éxito político era la ausencia de virtudes personales) queda sin función alguna. Cuando lo personal es político, la política pierde su función de racionalizar las emociones, ella misma se vuelve emoción y todo se confunde”.

El rector afirma que eso fue lo que le ocurrió a Bachelet, “quiso invocar su deber, pero las lágrimas que pugnaban por salir indicaban que era el sentimiento por su familia lo que de veras la invadía”.

“Por supuesto la declaración de la Presidenta, apenas unas horas después de la formalización de la madre de sus nietos, es comprensible y despertará, sin duda, la empatía de todos; pero no alcanzará para lo que la hora requería y que es la prueba suprema del político: transformar la necesidad en virtud”, concluye.

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