Altos asesores de La Moneda explicaron que la estrategia de Bachelet “ahora coincide con la de Burgos”, en consecuencia, no hay desavenencias, no necesitan convencerse el uno al otro, el ministro DC es “funcional” para esta etapa y a él le acomoda el tono que se ha adoptado en Palacio.
Como todo en política, nada es casual y, menos, gratuito. Todo responde a una razón de ser y así sucede con el intenso despliegue del ministro del Interior, Jorge Burgos, en los complicados temas de seguridad, que van desde el impulso al proyecto de control de identidad en el marco de la Agenda Corta Antidelincuencia hasta el anuncio de poner urgencia a los cambios en la Ley Antiterrorista. Un nuevo diseño tácito, informal, impuesto por el peso de los hechos y las fortalezas de cada ministro del comité político, que ha llevado a la autoridad DC a asumir el liderazgo en esta poco popular área, que muy a pesar de La Moneda la tensiona con el ala más progresista de la Nueva Mayoría, pero a la vez le permite un segundo aire a su gabinete político.
Desde el propio Gobierno recalcan que no es formal, que Burgos sigue ejerciendo como el jefe de gabinete, lidera las reuniones del comité político y a nadie se le ha informado lo contrario, pero sí explicaron que los acentos del ministro DC están claros y definidos y son priorizar ante todo la agenda de seguridad, ese es su norte, su ruta a seguir.
Eso explica –agregaron en el Ejecutivo– la arremetida de Burgos, como su anuncio sin previo aviso a la Nueva Mayoría de la urgencia a la Ley Antiterrorista y que, a pesar de que el presidente de la Cámara de Diputados, Osvaldo Andrade, se fue en picada y reclamó dos veces públicamente la semana pasada por el hecho que el ministro del Interior notificara a todo el oficialismo por la prensa, desde La Moneda optaron por justificar la línea de acción de la autoridad DC. Así, en Palacio trataron de poner paños fríos, bajar los niveles de la tensión con el diputado PS y explicar en privado que los ministros necesitan tener un margen de acción para poner los énfasis que requieran para sus agendas sectoriales.
No ha pasado inadvertido en el Gobierno que, aunque la urgencia a dicha ley no estuvo establecida en las prioridades legislativas del cónclave que lideró Bachelet el 28 de marzo, la Mandataria no saliera públicamente a contradecir a su ministro del Interior, como lo ha hecho en otras oportunidades cuando no comulga con su actuar.
Basta recordar cuando el año pasado dijo en una entrevista en La Tercera que se equivocaban los que pensaban que el ministro DC llegaba a morigerar su Gobierno o cuando defendió la honradez del ex administrador de Palacio, Cristián Riquelme, pese a que fue obligado a dar un paso al costado, salida de la que Burgos fue un protagonista central.
Asimismo, en Palacio añadieron otro elemento. El ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, habría asumido “algunas responsabilidades políticas” extras, considerando que es de extrema confianza de la Presidenta Bachelet, que por lo mismo tiene una línea directa con ella que es expedita, sin problemas ni tensiones. “Hablan todo el día”, dijeron en Palacio.
Este modelo informal tendría una buena evaluación inicial, acomoda a todos, potencia las fortalezas de los dos ministros y reduce los roces políticos internos, la escala de tensiones que tuvieron su momento clave a finales de diciembre, con la cuasirrenuncia de Burgos, molesto porque una operación del entorno de la Presidenta lo dejó al margen del viaje a La Araucanía.
Hace unas tres semanas que en el seno de La Moneda hacen notar que el clima interno cambió, que esa duda transversal que existía a principios de marzo sobre la permanencia de Burgos en el gabinete, se diluyó. No es que el ministro y la Presidenta optaran por una tregua política, sino que el escenario cambió, hay una nueva estrategia y definición de cómo enfrentar los próximos dos años, la llamada consolidación de la “obra gruesa” de este Gobierno, lo que implica en la práctica no profundizar más en las reformas del programa gubernamental, sino que afianzar lo hecho hasta ahora.
Altos asesores de La Moneda explicaron que la estrategia de Bachelet “ahora coincide con la de Burgos”, en consecuencia no hay desavenencias, no necesitan convencerse el uno al otro, el ministro DC es “funcional” para esta etapa y a él le acomoda el tono que se ha adoptado en Palacio.
[cita tipo= «destaque»]No ha pasado inadvertido en el Gobierno que, aunque la urgencia a dicha ley no estuvo establecida en las prioridades legislativas del cónclave que lideró Bachelet el 28 de marzo, la Mandataria no saliera públicamente a contradecir a su ministro del Interior, como lo ha hecho en otras oportunidades cuando no comulga con su actuar.[/cita]
Eso ha derivado en que el actual comité político –Burgos, Eyzaguirre, el vocero Marcelo Díaz y el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés– recuperara uno de sus mayores “plus” como equipo clave del gabinete, la armonía interna, lo que le da un segundo aire en el Gobierno a sus integrantes. “No se cambia lo que está funcionando bien”, recalcó un alto asesor de Palacio, mientras que otro añadió que “un comité político en paz es prioritario y la Presidenta ahora tiene eso”.
Este nuevo énfasis de Burgos en la agenda de seguridad tensiona a la Nueva Mayoría, a la parte de la coalición a la que le salen ronchas con temas como la Ley Antiterrorista y el control de identidad. Ese es un punto que les cuesta aceptar en el PS, el PPD y el PC, debe ser discutido por la Cámara de Diputados y hay dudas de que existan realmente los votos que se requieren para aprobarlo en la Sala.
Las críticas internas son de toda índole. Hay parlamentarios que consideran que el ministro DC tiene una agenda propia, que corre con colores propios, incluso hay quienes consideran que es intencional su énfasis en temas complejos para la coalición, pero también existen aquellos a los que les preocupa el “tono” de Burgos, porque ven que desdibuja a la Nueva Mayoría, su esencia como coalición de centroizquierda, ya que el despliegue de la autoridad DC a veces afirmó un diputado oficialista– parece “el de un ministro de un gobierno de centroderecha”.
El 2 de abril, el ministro Burgos tenía preparado un discurso para leer ante la junta DC, precisamente en el que iba a abordar y defender el rol que cumple en el seno del Gobierno. Nunca lo leyó, debido a la renuncia de Jorge Pizarro a la presidencia de la falange, pero durante el fin de semana fue filtrado a El Mercurio para su difusión. «Ser un partido de estas dimensiones no es gratis. Ello, por razones entendibles y algunas odiosas, ha molestado a nuestros adversarios, y a veces a nuestros aliados (…) en su esencia, el programa de la Nueva Mayoría está acorde con lo que pensamos y con lo que han sido los rasgos de nuestro accionar político por décadas. Por supuesto, tenemos algunas diferencias, ¿pero qué conglomerado no las tiene? Discrepamos no sobre lo fundamental, pero sí en matices, y eso es bueno, saludable y sano», reza el texto.
Si bien el año pasado las encuestas le sonreían a Burgos –al punto que bromeó en un momento afirmando que esa buena racha en los sondeos se debía a la asesoría de Enrique Correa–, después del conflicto con Bachelet por el viaje a La Araucanía, los últimos meses ha tenido un retroceso.
En la última Adimark de marzo, Burgos cayó 5 puntos en su evaluación política y en la Cadem de esta semana un 55% lo evalúa negativamente.
Cadem monitoreó en enero los efectos del episodio de la cuasirrenuncia del ministro a fines de diciembre y la conclusión es que lo debilitó, porque un 54% dice que no salió fortalecido de ese round con la Mandataria y, a pesar de que el 49% culpó a los asesores de Bachelet, su imagen de autoridad y liderazgo cayó del 57% al 40%.
Las próximas encuestas arrojarán si este nuevo énfasis en el papel de sheriff del país mejorará la imagen de Burgos ante la opinión pública.