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La pregunta del millón: qué va a hacer Bachelet con Burgos Ministro del Interior regresa el lunes de sus dos semanas de vacaciones entre rumores de su salida

La pregunta del millón: qué va a hacer Bachelet con Burgos

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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En Palacio dicen, en jerga futbolera, que la pelota está en el área chica de la Presidenta. Es ella la que debe zanjar el dilema, mantener un comité político que es funcional, lo que implica la decisión de aceptar el estilo autónomo de Burgos y convivir con él, o de frentón sacarlo y asumir los costos que eso le traería. 


Ya en enero se comentaba en privado en la DC, La Moneda y en general en el oficialismo, que la permanencia del ministro del Interior, Jorge Burgos, en el gobierno tenía los días contados y que era muy difícil que pasara más allá de abril. Ad portas de que la autoridad DC regrese este lunes 7 de marzo de su receso estival, está instalada en el ambiente político la sensación de que el secretario de Estado incluso no llegaría a fin de mes en su oficina del patio de Los Canelos, ante un conjunto de señales políticas que han ido cuajando dicho clima esta semana. Lo que determine por resolver la Presidenta Michelle Bachelet al respecto, es una prueba política que marcará de manera gravitante la segunda parte de su mandato.

En la entrevista que la Mandataria dio el miércoles 2 de marzo se refirió a su relación con Burgos: “En la última semana de mis vacaciones debo haber hablado tres veces al día con él. No tenemos tensiones entre nosotros”. Palabras que en todo caso no morigeraron el clima interno sobre el tema, porque en el mismo diálogo radial Bachelet dejó clara la abismante diferencia de criterio con su ministro sobre la salida del administrador de Palacio, Cristián Riquelme, fuertemente cuestionado por el Congreso, la Nueva Mayoría e investigado por la Contraloría.

«Él no es solo una persona de mi confianza, sino que cuenta con toda mi confianza, es una gran persona, muy honesta, muy trabajadora, un gran jefe (…) es una persona muy querida, una gran persona (…) había colas y colas de funcionarios que iban a despedirse de él (…) creo que él no hizo nada ilegal, pudo haber cometido errores de no haber estado encima de ciertos procesos que él inició, pero que luego no constató que se hubiera formalizado. Pero yo creo que él es una persona seria, honesta», sentenció la Presidenta.

Ese potente respaldo que dio Bachelet a su ex funcionario no aquietó para nada las aguas en las que navega Burgos y reafirman lo que durante toda la semana se comentó en La Moneda: que sus palabras fueron una forma de hacer evidente su molestia y desacuerdo con la autoridad DC y el papel determinante que tuvo el ministro del Interior para forzar la salida de Riquelme, ya que al involucrar a la Contraloría –se dice que fue él quien llamó al Contralor a fin de iniciarle sumario a Riquelme– dejó sin espacio de maniobra a la Mandataria y la obligó a tomar una decisión que no quería, en un momento que tampoco era de su gusto.

“Con eso secó el pozo”, sentenciaron en Palacio estos días, para graficar la incomodidad presidencial con el estilo de un ministro del Interior que –recalcaron asesores en el gobierno– tiene opinión propia, se mueve sin pedir permiso, opina de temas complejos que muchas veces La Moneda quiere esquivar. En resumen, actúa en un universo paralelo.

En el Gobierno reconocen y advierten que ese punto representa el dilema central que debe resolver Bachelet, la prueba política que debe sortear sobre lo que decida hacer con Burgos. “Ese modus operandi del ministro es lo que tiene que evaluar la Presidenta, si quiere trabajar con un ministro que tiene ese estilo, porque lo que está claro es que Burgos no va a cambiar y, de seguir, consolidará su forma de actuar políticamente”, confesó un alto asesor de Palacio.

Hay varios ejemplos de ese sello que incomoda, como es el caso de la relación del ministro con la poderosa jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, de quien muchas veces se ha dicho tiene un despliegue, acciones y a veces atribuciones casi iguales a las de un ministro, aunque no lo es. En diciembre, cuando a Burgos no le notificaron del viaje presidencial a La Araucanía, lo que gatilló una crisis y su amenaza de renuncia, se negó a hablar con Uriarte. Le precisó que solo hablaría con la Mandataria y desde entonces, acotaron, es así: él se entiende directo con la Presidenta, y que los respectivos jefes de gabinete hagan lo mismo.

Es un dilema para Bachelet, porque –explicaron– con todos los vaivenes, incluso las tensiones que hubo entre ambos en algún momento, los roces y gallitos que ha tenido la autoridad DC y la Presidenta, en el gobierno recalcan que, en la raya para la suma, la dupla que conforman en Interior Burgos y el subsecretario Mahmud Aleuy –quien lo ha subrogado estas dos semanas– ha sido útil para la administración bacheletista, le ha dado gobernabilidad.

Ya en diciembre se dijo en privado en el oficialismo que todo el episodio del viaje a La Araucanía fue una estrategia del segundo piso que no resultó, que buscaba molestar al ministro pensando que renunciaría en silencio, que daría un paso al costado sin escándalo y no que haría trascender su intención, dejando al Gobierno en estado de alerta máxima por 24 horas, todo con el objetivo de instalar a Aleuy como ministro, sin tener que pagar los costos ante la DC de sacar a otro jefe de cartera de sus filas.

Esa idea de que Aleuy pueda ascender a ministro se volvió a instalar esta semana en los salones del Gobierno ante una seguidilla de hechos que, intencionales o no, generan un clima que le dan plausibilidad. Ante la ausencia de Burgos, Aleuy ha sido clave en definiciones de agenda, de prioridades, de intensas reuniones de trabajo, se ha realizado un consejo de gabinete, un comité político, hoy de hecho es la primera reunión del año con los 15 intendentes y todo ha sido liderado por la autoridad socialista.

Más aún, el domingo 28, previo a este despliegue, el ministro (s) Aleuy dio una entrevista a dos páginas a El Mercurio, en la que entregó los lineamientos políticos, marcó los acentos de las prioridades de La Moneda para este 2016: que se quiere consolidar los cambios, poner “coto a lo que hoy genera una crisis de confianza en la institucionalidad del país, que son los abusos, las enormes diferencias sociales y los actos de corrupción”, habló de la necesidad de orden interno en la filas de la Nueva Mayoría y planteó el imperativo de cerrar el camino al populismo. No fueron pocos los que no solo leyeron las declaraciones de Aleuy, sino que en sus palabras, en esa performance, vieron el despliegue de un ministro del Interior en toda la magnitud de la palabra.

Una salida de Burgos obligaría a un reordenamiento del comité político, idea que no todos miran con buenos ojos en La Moneda. Recalcan que su salida no solucionaría los problemas del Ejecutivo y que, por el contrario, la Presidenta podría solo sumarse más conflictos, más allá de la tensión propia con la DC ante el hecho de que una vez más la Mandataria habría jibarizado a otro titular de Interior de las filas de la falange.

Aseguran que entre los cuatro ministro del Comité Político hay una buena relación, mucho mejor que la convivencia que tenían sus antecesores, que no hay pugnas internas entre ellos, lo que no deja de ser un elemento importante y advierten del error que sería romper eso en esta etapa de la gestión.

[cita tipo= «destaque»]Esa idea de que Aleuy pueda ascender a ministro se volvió a instalar esta semana en los salones del Gobierno ante una seguidilla de hechos que, intencionales o no, generan un clima que le dan plausibilidad. Ante la ausencia de Burgos, Aleuy ha sido clave en definiciones de agenda, de prioridades, de intensas reuniones de trabajo, se ha realizado un consejo de gabinete, un comité político, hoy de hecho es la primera reunión del año con los 15 intendentes y todo ha sido liderado por la autoridad socialista.[/cita]

Pero, además, en La Moneda consideran que la opción de poner a Aleuy en su reemplazo es la mejor entre las que se barajarían, pero que de todas formas habría una pérdida no menor. Nadie en el Gobierno ni en el oficialismo desconoce, incluso sus detractores, que la autoridad PS es “el poder detrás del trono” y que esa condición, no estar en la primera línea, le permite moverse en diferentes ámbitos, resolver conflictos, operar, negociar, generar redes, todo tras bambalinas y, sacarlo de ahí, reduciría su campo de acción.

Algunos en Palacio advierten que se desvestiría un santo, porque Aleuy de ministro titular del Interior no tendría a alguien de sus propias características y tonelaje político que le haga dupla. “¿Quién sería el Aleuy de Aleuy?”, preguntaron en el Gobierno.

Pocas ganas

Burgos es de esos personajes que no le genera indiferencia a nadie, lo quieren y lo critican con dureza. En el Congreso, entre las bancadas de la Nueva Mayoría aseguran que hay bastantes cuestionamientos a su gestión, que ha sido débil el trabajo político, llamó la atención que se fuera de vacaciones precisamente en estas fechas cuando todos sabían que serían días de definiciones a mediano plazo, que se sobregira a veces con su estilo autónomo, punto en el que sacan a colación, por ejemplo, que mientras estuvo en febrero a cargo del buque, se le dijo que llamara a la Presidenta para informarle las cosas que pasaban y no lo hizo, que fue la Mandataria la que lo tuvo que llamar un par de veces.

Tampoco ha caído bien, y es en parte lo que ha alimentado este ambiente de dudas sobre su continuidad, el que el ministro haya comentado a algunas personas que debe hacer una autoevaluación de su permanencia en el Gobierno.

Es más, en el oficialismo se habla y se sabe de una suerte de indiferencia de Burgos, que no está con la cabeza en el Gobierno, que él preferiría estar afuera, que, a diferencia de lo que muchos piensan, no le preocupa en lo más mínimo no estar estas semanas de reuniones y definiciones.

A todo este cuadro se suma un elemento más. Desde enero que se advierte que después del conflicto que protagonizaron Bachelet y él por el viaje a La Araucanía y la amenaza de renuncia que hizo Burgos, este quedó sin línea de crédito política. “Ya no puede hacer lo mismo, estiró todo lo que pudo el elástico, así que la próxima vez tendrá que irse no más”, recalcaban en esos días en La Moneda y que esta semana, afirmaron, sigue vigente. Un dato no menor, considerando el choque de estilos entre la Presidenta y el ministro del Interior. Ninguno va a cambiar su forma de ser, menos Burgos. Por ende, otro gallito más de los varios que registran desde mayo, sería algo inevitable.

En Palacio dicen, en jerga futbolera, que la pelota está en el área chica de la Presidenta, es ella la que debe zanjar el dilema, mantener un comité político que es funcional, lo que implica la decisión de aceptar el estilo autónomo de Burgos y convivir con él, o de frentón sacarlo y asumir los costos que eso le traería.

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