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Peña explica la caída de Bachelet en la CEP: “El pueblo al que ella le es fiel no es real: es imaginario” Cuestiona que la mandataria sea populista

Peña explica la caída de Bachelet en la CEP: “El pueblo al que ella le es fiel no es real: es imaginario”

“El pueblo para la Presidenta Bachelet es algo que subyacería por debajo de esa realidad, algo que solo latiría en la gente de a pie y que, según ella cree, conforme avancen las reformas, asomará y comenzará a aplaudirla. En suma, lo que explica la conducta de la Presidenta Bachelet es que, para ella, el pueblo no es la gente que tiene ante los ojos, sino aquello en que esa gente se transformaría una vez que las reformas empiecen a fructificar”, explica el rector de la UDP.


Un análisis a la caída en el apoyo a la Presidenta Michelle Bachelet en la encuesta CEP, la más baja para un gobierno desde el regreso a la democracia, hizo el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, en la que rechaza algún sentido populista de la mandataria y asegura que el problema radica en que el pueblo al que ella “le es fiel no es real: es imaginario”.

“Uno de los misterios aparentes de la política chilena lo constituye Michelle Bachelet. Su desempeño en las encuestas -la del CEP la deja por los suelos- muestra que las personas no aprueban ni su forma de gobernar ni la manera en que ha ejecutado las reformas que ha emprendido. La pregunta es: ¿por qué entonces insiste en ellas? ¿A quién -ya que no a la ciudadanía que se refleja en las encuestas- quiere ser fiel Michelle Bachelet?”, señala en su habitual columna en El Mercurio.

Peña sostiene que hay personas que dicen que “Bachelet se deja llevar por el populismo; por la tendencia a halagar a la calle; por el intento permanente de adivinar lo que la gente quiere, a fin de complacerla y ganarse su aprobación; por la propensión a satisfacer lo que, según ella augura, la gente anhela; por su proclividad a dejarse guiar por la pregunta ¿qué quiere la ciudadanía de mí? Ese juicio acerca de Bachelet es obviamente equivocado. Si ella fuera populista (si su pulsión básica fuera saciar los anhelos de la gente), en vez de ponerse de espalda a las encuestas y hacer oídos sordos a ellas -como lo ha hecho-, les prestaría atención”.

Ante esta posición, el rector se pregunta por qué no lo hace y dice que “la respuesta es obvia. Porque ella no es populista. Y es que el pueblo al que Bachelet es fiel no es real: es imaginario”.

“No está integrado por la gente de a pie que confía en sí misma, trabaja, contesta las encuestas y descree de la política. No. El pueblo para la Presidenta Bachelet es algo que subyacería por debajo de esa realidad, algo que solo latiría en la gente de a pie y que, según ella cree, conforme avancen las reformas, asomará y comenzará a aplaudirla. En suma, lo que explica la conducta de la Presidenta Bachelet es que, para ella, el pueblo no es la gente que tiene ante los ojos, sino aquello en que esa gente se transformaría una vez que las reformas empiecen a fructificar”, explica.

Y agrega que no es extraña esta posición, porque “ocurre con quienes ejercen la política lo mismo que pasa a los individuos en su vida personal. Logran funcionar y soportar las asperezas y las pedradas de la vida, gracias a una fantasía que, interpuesta entre ellos y la realidad, les ayuda a reinterpretarla una y otra vez”.

En ese sentido, el académico sostiene que el problema de la mandataria no son los objetivos que persigue, sino “la fantasía con que encubre y oculta, ante sí misma, la increíble impericia que sus equipos han mostrado para alcanzarlos. En el caso de Bachelet, esa fantasía es simple de describir”.

Afirma que “para ella, la mala opinión de las encuestas no sería una señal de que las reformas se han diseñado defectuosamente, sino una prueba de que la gente, alienada por el consumo y el tráfago del día a día, no es capaz de advertir cuán buenas serán. Una vez que las reformas emprendan su curso, y principien a fructificar, la gente -piensa ella- valorará retrospectivamente lo que ahora rechaza. Su interés actual llevaría a la gente a rechazar al Gobierno; pero su interés futuro la llevará a aplaudirlo. Es cosa, pues, de esperar”.

Peña también pone en entredicho el estilo que tiene Bachelet posee, el cual a su juicio “parece hacerla inmune a advertir la impericia propia y ajena”, añadiendo que “hasta los años ochenta (dictadura incluida), ese estilo no era raro. Hacer política consistía en tolerar sacrificios presentes en pos de un futuro imaginado. La imagen en pos de la cual se hacía la política cambiaba según las fiebres de la hora (desde la sociedad sin clases al mercado perfecto); pero el estilo cultural de la política era el mismo: la promesa del futuro ayudaba a soportar los tropiezos del presente”.

“Y en esa ilusión del futuro confía la Presidenta Bachelet. Su estilo no es entonces populista, es un remedo inconsciente de un mundo que ya quedó atrás, el mundo de principios de los setenta, el mundo atado a su memoria familiar, cuando Chile no estaba habitado, como lo está hoy, por masas igualadas por la ilusión del consumo, confiadas en sí mismas, quejosas de cualquier forma de autoridad, gente para la que no bastan los buenos propósitos aliñados con la espera de días mejores. Estas masas, descreídas y urgentes, no soportan que los gobiernos excusen su incompetencia técnica con los aires del futuro. Y si alguien les ofrece algo así -si no, que lo diga la Presidenta Bachelet-, lo ponen rápidamente por los suelos”, concluye.

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