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Peña califica la candidatura de Guillier como fruto de una neurosis obsesiva de la NM El abogado analiza la frase de que el senador es «un castigo a nosotros mismos»

Peña califica la candidatura de Guillier como fruto de una neurosis obsesiva de la NM

«Lo que vino después, y de lo que ahora el senador Girardi se queja, no tiene la dignidad casi épica de esa culpa inconsciente que llevó a arrojar a Lagos, sino la forma más doméstica y vulgar de la simple neurosis: la candidatura de Alejandro Guillier es como el rito del neurótico obsesivo que, agobiado por una culpa segunda, se pone como desafío no pisar las rayas del pavimento para que no sobrevenga la catástrofe», escribe el rector de la UDP, añadiendo: «Un gesto que se sabe irrelevante pero que a pesar de eso se ejecuta (…) O, como acaba de decir Girardi, un castigo».


En su habitual columna semanal, el rector de la UDP, Carlos Peña, analizó la comentada frase del senador Guido Girardi: «Guillier es un castigo a nosotros mismos».

Según el abogado, el militante del PPD «tiene toda la razón», pero no se detiene ahí y, a partir de la relación que sugiere Freud entre la culpa, la transgresión y, finalmente, el castigo, se pregunta: «¿Cuál es el origen de esa culpa inconsciente de la Concertación que la llevó a cometer una transgresión (la transgresión fue, claro, el asesinato de la figura de Lagos)»?.

«La culpa inconsciente de la Concertación fue su propio éxito», responde Peña, agregando que «la semilla de la culpa inconsciente, fueron los frutos que la Concertación puso al alcance de los millones de personas que hoy pueblan los malls , consumen y aspiran a bienes estatutarios y posicionales. Esos frutos, a la luz de la memoria de sus miembros, entre ellos la Presidenta Bachelet, están envenenados, porque se trata de frutos del árbol prohibido del capitalismo, un resultado del consumo, del fetichismo de las mercancías, una enajenación», consigna El Mercurio.

«Acabaron promoviendo y realizando lo que alguna vez quisieron terminar», critica el columnista.

«Para librarse de esa angustia, nada mejor que ejecutar la transgresión máxima y desplazar esa culpa inconsciente y soterrada hacia un objeto único: Lagos», afirma. Peña.

«Lo que vino después, y de lo que ahora el senador Girardi se queja, no tiene la dignidad casi épica de esa culpa inconsciente que llevó a arrojar a Lagos, sino la forma más doméstica y vulgar de la simple neurosis: la candidatura de Alejandro Guillier es como el rito del neurótico obsesivo que, agobiado por una culpa segunda, se pone como desafío no pisar las rayas del pavimento para que no sobrevenga la catástrofe», concluye, añadiendo: «Un gesto que se sabe irrelevante pero que a pesar de eso se ejecuta (…) O, como acaba de decir Girardi, un castigo».

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