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El hilo aún no se corta: permanencia del ministro de Hacienda en el gabinete se mantiene en vilo Caso Dominga instala profunda crisis de confianza entre Bachelet y Valdés

El hilo aún no se corta: permanencia del ministro de Hacienda en el gabinete se mantiene en vilo

El episodio de Dominga no solo dejó en evidencia un divorcio irreversible entre la Presidenta y el jefe de las arcas fiscales, sino también el fin de la otrora “supremacía” política de la que siempre gozaron los ministros de Hacienda, un poder por sobre el resto de sus pares, fundamental para dar garantías de estabilidad en la gestión de todo el modelo. No solamente eso, sino que es visto además como “una derrota” de las visiones al interior del gabinete que comulgan más con esa socialdemocracia que aplica a ultranza el realismo, ya que la Presidenta sacó a flote –nuevamente– su alma más progresista y cercana a la mirada más de izquierda en la Nueva Mayoría.


Una caldera a punto de estallar. Ese fue el clima que marcó toda la jornada de ayer en La Moneda y que tuvo en ascuas a toda la administración bacheletista ante la posible renuncia en bloque del equipo económico del gabinete, liderado por el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés. Ello, como corolario del choque público que desató el rechazo del proyecto Dominga en las relaciones entre la Presidenta Michelle Bachelet y el jefe de la billetera fiscal, lo que a estas alturas del conflicto ya generó una brecha entre ambos difícil de sortear.

Todo, en medio de un silencio sepulcral de Palacio que alimentó la incertidumbre política y económica, porque mientras los mercados se mantuvieron atentos a la trama gubernamental y el peso cayó por primera vez en una semana versus el dólar, en reserva en el Gobierno muchos se lamentaban por “la comedia de equivocaciones” que se estaba observando y que esto explotara a menos de tres meses de la elección y a solo cinco de que termine la actual administración.

Ya el golpe de autoridad que hizo Bachelet el martes durante una actividad en Curicó tensionó más las cosas al punto que profundizó la molestia de Valdés, secundado por su subsecretario, Alejandro Micco, y el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes. Tampoco ayudó a calmar las aguas internas del Gobierno que, a primera hora de ayer, la Presidenta insistiera –en el VII Congreso Nacional de Concesiones– en que el crecimiento económico no puede ser a costa del medioambiente.

«Nuestro país y nuestro planeta enfrentan desafíos mayores debido al cambio climático y qué bueno que en esta sala haya tanta consciencia de eso (…). Hay que imaginar y pensar cómo vamos como sociedad cambiando, cómo también vamos haciéndonos cargo de las complejidades del crecimiento, de la diversidad de intereses y de necesidades que tienen que ser sopesados”, sostuvo.

Tras esa actividad en Casa Piedra, Bachelet se dirigió a La Moneda, donde la esperaba Valdés, que subió a las 9:20 de la mañana por la escalera de piedra que lleva a la oficina presidencial, donde ambos conversaron a puertas cerradas y, tras casi 45 minutos, el jefe de las arcas fiscales se retiró de Palacio en absoluto silencio, sin despejar las dudas sobre su continuidad en el gabinete. El hecho de que dejara su rúbrica en el documento y no se quedara a la ceremonia oficial de la firma del proyecto de ley sobre Fomento a las Artes Escénicas, donde se esperaba su presencia, desató múltiples versiones al interior del propio Ejecutivo sobre la salida del equipo económico.

[cita tipo=»destaque»]Toda la mañana no se hablaba de otra cosa en el Gobierno, mientras que, acerca del contenido de la conversación entre Valdés y Bachelet, insistían en que habría dejado instalado un escenario de desconfianza entre ambos y la sensación de traición mutua. Dicen que la Presidenta habría hecho patente su enojo al ministro de Hacienda, que a sus ojos fue injusto e innecesario que públicamente cuestionara la resolución sobre Dominga, que estaba “dolida” por poner en tela de juicio tanto la institucionalidad como su autoridad, que se habría sentido traicionada.[/cita]

Ante una inminente salida de Micco del Gobierno, como circuló desde el martes en la noche, Valdés no habría aceptado esa decisión. Quienes conocen el tejemaneje de Hacienda y la relación entre ambos, insistieron ayer en que la salida del subsecretario era inaceptable para el titular de la billetera fiscal, porque no solo tiene bien evaluado el trabajo del economista DC sino que, además, lo considera clave para la gestión interna de la cartera.

A esa hora se decía que Valdés, Céspedes y Micco habían renunciado, cansados de lo que considerarían una “actitud violenta” de La Moneda al quitarles el piso públicamente, como lo hizo Bachelet, y dar a entender que sus críticas por el rechazo a Dominga se sustentaban en el interés de los tres por tratar de quedar bien con el mundo empresarial, con miras a ubicarse laboralmente después de marzo de 2018. Dentro del Ejecutivo y desde el mundo económico se habló por horas de una suerte de pacto de las tres autoridades, que consistía en quedarse o irse del Gobierno en bloque.

Toda la mañana no se hablaba de otra cosa en el Gobierno, mientras que, acerca del contenido de la conversación entre Valdés y Bachelet, insistían en que habría dejado instalado un escenario de desconfianza entre ambos y la sensación de traición mutua. Dicen que la Presidenta habría hecho patente su enojo al ministro de Hacienda, que a sus ojos fue injusto e innecesario que públicamente cuestionara la resolución sobre Dominga, que estaba “dolida” por poner en tela de juicio tanto la institucionalidad como su autoridad, que se habría sentido traicionada.

En el caso de Valdés, los relatos ocupan la misma palabra. Que el trasfondo del malestar del secretario de Estado pasa por lo que consideraría la “traición” de La Moneda, porque hasta último momento siempre le dieron señales de que el polémico proyecto se aprobaba, lo que lo llevó a quedar como una autoridad financiera sin poder real. Que en la reunión habría dejado claro que tenía la decisión tomada de irse del gabinete, que le pidieron 24 horas de silencio para que meditara y a fin de dar margen para buscar los reemplazos, con miras a impactar lo menos posible los mercados y las sensibilidades en el mundo económico.

A estas alturas, desde La Moneda se decretó un silencio absoluto, a todas las autoridades de Gobierno, para con los medios de comunicación sobre el tema. Nadie dio en todo el día información oficial alguna, un silencio que abarcó de príncipe a paje, que no es habitual y que generó un clima de incertidumbre mayor, ya que nadie tampoco ratificó ni desmintió las dudas sobre la continuidad del Valdés, Micco y Céspedes.

A las 13:00 horas, el ministro de Economía debía arribar a La Moneda para participar en un almuerzo para el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, de visita en Chile. Pero Céspedes nunca se hizo presente y la Presidenta Bachelet, cumplido ese compromiso, cruzó el patio de Palacio con rumbo al Ministerio del Interior, donde encabezó una reunión extraordinaria en la que también participaron el ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, y su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte.

Que era inminente el cambio, que sería este jueves 31 de agosto, que Eyzaguirre tendría que volver a su antigua oficina en Teatinos 120 para reemplazar a Valdés y que, de no ser él, la alternativa sería el presidente del Banco Estado, Jorge Rodríguez Grossi, aunque circuló en el oficialismo que se había sondeado también al presidente del directorio de Codelco, Óscar Landerretche.

En La Moneda seguían sin afirmar nada, aunque nunca desmintieron las versiones sobre las renuncias y, en efecto, durante la tarde se habló de que aquí se había provocado “un punto de inflexión”, que ya no había posibilidad de retorno.

Mal récord

Pasadas las 18:00 horas, Valdés ya no se encontraba en su oficina, Uriarte se retiró de La Moneda y Bachelet no volvió después de su última actividad en terreno. A esa misma hora llegó una pauta oficial de Céspedes para hoy a las 9:45 horas, con la directora del INE, Ximena Clark, para la entrega de los resultados preliminares de la población censada el 19 de abril, un tema de especial relevancia para el ministro de Economía, que hace solo cuatro meses era aplaudido en Palacio por haber sacado adelante la tarea del Censo.

Si bien el férreo silencio siguió en pie, al final del día se instaló la versión de que tras toda esta crisis pública solo saldría del gabinete Valdés, pero que Céspedes y Micco se mantendrían en sus cargos, con lo que se le restaría el tono de “rebelión en bloque” del equipo económico y se limitaría al quiebre de la relación entre el jefe de la billetera fiscal y la Mandataria.

Se dice que hasta último momento Eyzaguirre habría tenido el papel de contención, intentando que la sangre no llegue al río para evitar que Bachelet cumpla el complejo récord de cambiar por segunda vez en su mandato a su ministro de Hacienda, un hecho inédito y visto con preocupación en la industria financiera. «Nos acostumbramos por 25 años a que ciertas reglas no se tocaban. Este Gobierno terminó con eso», se lamentó ayer un alto ejecutivo de la banca.

Y es que el episodio de Dominga no solo dejó en evidencia el divorcio irreversible entre la Presidenta y Valdés, sino que el fin de la otrora “supremacía” política de la que siempre gozaron los ministros de Hacienda, un poder por sobre el resto de sus pares, fundamental para dar garantías de estabilidad a todo el modelo. No solamente eso, sino que es visto además como “una derrota” de las visiones al interior del gabinete que comulgan más con esa socialdemocracia que aplica a ultranza el realismo, ya que la Presidenta sacó a flote –nuevamente– su alma mayormente cercana a la mirada más de izquierda en la Nueva Mayoría.

Entre el nerviosismo y la preocupación que inundó ayer a todo el oficialismo, no pocos en el Gobierno se lamentaban de que esta situación le entregaba “en bandeja” la posibilidad a la derecha de darse un festín criticando los errores políticos cometidos y las grietas en la conducción gubernamental. «Esto es particularmente grave, porque Chile y la economía chilena están en un momento extraordinariamente complejo, tenemos una economía estancada, sin inversión, tenemos un desempleo creciente, los salarios no están a la altura de lo que se requiere. Y, en vez de tener un Gobierno que enfrenta estos problemas, vemos un Gobierno que se enfrenta al interior del mismo», sentenció desde Chillán el abanderado de ChileVamos, Sebastián Piñera.

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