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La terna «manchada» de la Iglesia Católica para suceder a Ezzati en el Arzobispado de Santiago

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Los nombres más seguros hoy caen el vacío: Fernando Chomalí recibe críticas por cómo ha manejado denuncias de abuso. A René Rebolledo se le suma la forma de enfrentar el caso Barros y a Santiago Silva, el ser obispo auxiliar de Valparaíso cuando estallaron denuncias de exseminaristas. Por eso, el nombre de Jordi Bertomeu comienza a hacer la apuesta más probable como administrador apostólico de Santiago.


El sábado 15 de junio, una carta llegó hasta el correo de informaciones del diario digital Sabes.cl. Después de chequear la veracidad de la denuncia, el medio publicó el texto de un padre -quien mantuvo su nombre en el anonimato- que escribió un crudo relato: cuando su hijo tenía 14 años y después de vivir una infancia marcada por la Iglesia católica, decidió entrar al Seminario Menor en Concepción. Allí dormiría al lado del dormitorio del rector Hernán Enríquez. Sin embargo, no duró mucho tiempo en el lugar porque un día de 2002 llamó por teléfono a sus padres, alterado, para que lo fueran a buscar.

El niño no dijo ni una palabra. Aunque le preguntaron hasta el cansancio qué le ocurría, solo rompió el silencio siete años después: el domingo 1 de marzo, cuando les reveló lo que había vivido. “Nuestro hijo llorando nos contó: ‘¡Me violaron en el seminario! ¡El padre Hernán me violó!’ Sí, en efecto, nuestro hijo reveló su secreto que lo ha hecho sufrir desde ese momento: el rector del Seminario Menor de Concepción, sacerdote Hernán Enríquez Rozas, abusó y violó sexualmente a nuestro pequeño hijo y seminarista”, relataba la carta que no solo apuntaba a Enríquez, sino también a un tinglado mayor: en 2009 recurrió hasta el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, para hacer la denuncia y en 2011 puso en conocimiento del caso al recién asumido obispo de la diócesis de Concepción, Fernando Chomalí.

Sin embargo, el padre del menor sintió que nadie lo apoyaba y vio en acciones posteriores una especie de burla: “Lo peor de todo es que el año 2012 el arzobispo Ricardo Ezzati, presidente de la Conferencia Episcopal, participa de las palabras introductorias del libro “Persona, educación y democracia” del sacerdote Hernán Enríquez, apareciendo además, en el lanzamiento del libro, el autor con el arzobispo Chomalí. La verdad es que con esto me sentí traicionado… muy traicionado; pero si mi hijo estaba al alero de la Iglesia católica, de la Iglesia católica de Concepción, en el Seminario Menor…. ¿Por qué no se pusieron del lado de mi hijo? ¡Cómo es posible tanta maldad!”.

El nombre de Chomalí ha sido parte de la terna -en la que estaban también Santiago Silva y René Rebolledo- para suceder a Ezzati a la cabeza del arzobispado de Santiago. Sin embargo, con este episodio –dicen fuentes al interior de la Iglesia– el obispo de Concepción se convierte en una carta sin sustento.

Hasta hace unas semanas muchos veían en él un nombre seguro para suceder al cuestionado arzobispo de Santiago, sobre todo por un detalle: viajó hasta Roma y se entrevistó con el Papa para advertirle de la equivocación de nombrar a Juan Barros en Osorno, cuando muchos miraron hacia el techo. “Sería un nombramiento como una especie de agradecimiento”, decían. Sin embargo, esa teoría se fue licuando porque el mayor filtro para nombrar a obispos titulares –y sobre todo al arzobispo de Santiago- es la total transparencia de las diócesis con investigaciones asociadas a casos de abusos sexuales y, en ese punto, la figura de Chomalí no es considerada coherente.

A pesar de su rol frente al Papa, una de los primeros hitos en las críticas contra Chomalí vino de uno de los denunciantes de Fernando Karadima, Juan Carlos Cruz. En 2011, el periodista señaló en una radio que si bien el actual obispo de Concepción le pidió disculpas, estas llegaron tarde: “Me cuesta perdonar todavía a gente que le grité, le pedí la ayuda y no hicieron nada. Ahora todos quieren como abuenarse y sin embargo nunca tuvo la decencia para contestarme. Y ahora, la semana pasada, me mandó un e-mail pidiéndome perdón. El e-mail me llegó cuando lo nombré en la radio», dijo entonces, convirtiendo esa denuncia en uno de los escollos más difíciles de sortear para suceder a Ezzati.

“Concepción no tiene una estrategia abierta de casos de denuncia de abusos”, señala una fuente de la diócesis que critica el hecho, así como que la de Temuco no transparente las denuncias que ha recibido ni las investigaciones que lleva a cabo. Actualmente, en Concepción se mantienen vigentes otras investigaciones y se han recibido más de una denuncia, pero se mantienen en reserva por “respeto a las víctimas”, un argumento que resulta falaz para una parte importante de la iglesia.

Carol Crisosto, laica de los Sagrados Corazones de Concepción, dice que con el caso del sacerdote Enríquez, el obispo Chomalí “no supo actuar. Si bien el tribunal eclesiástico dictaminó que no había pruebas suficientes, ese tribunal no hizo más allá y se quedó con eso y no fue capaz de ir a hacer una denuncia a la PDI. Porque si te están diciendo que hay un acusado de violación, no te puedes quedar de brazos cruzados, habría que actuar acorde con lo que haría Jesús, entonces a mí me decepciona”.

[cita tipo=»destaque»]Todas las cartas que tenía el clero chileno para poder suceder a Ricardo Ezzati se han ido cayendo una a una. Y es por eso también que, en medio de la sequía, se escucha con mayor fuerza el nombre de Jordi Bertomeu -el sacerdote español que vino en dos oportunidades junto a Charles Scicluna a remover las aguas ya inquietas de la iglesia chilena- para llegar como administrador apostólico a Santiago. Según informaciones de prensa, Bertomeu se encuentra en estos momentos realizando un mes de ejercicios espirituales en Cantabria. Lo paradójico -o quizás la clave- es que esos ejercicios serían de la mano de Germán Arana, el cuestionado sacerdote jesuita con quien se preparó Juan Barros antes de asumir en Osorno.[/cita]

Aunque después de conocida la carta, Chomalí dio una conferencia de prensa para señalar que cuando conoció la denuncia invitó a ese padre a acercarse a la iglesia y a los tribunales y ahora reiteró esa invitación, el obispo de Concepción asegura que hay un espacio que no debe traspasarse: “Cuando las personas piden confidencialidad, ese deseo debe respetarse”, señala a El Mostrador. Por otra parte, cree que “todo ciudadano, independiente de la responsabilidad que tenga, debe responder ante la justicia civil. Allí se decide su culpabilidad o inocencia. La iglesia debe exhortar con fuerza a denunciar los delitos a la justicia”, dice el obispo, aunque la iglesia aún no ha fijado una posición clara respecto a este punto.

Mientras en algunas diócesis han optado por recibir denuncias y a la vez denunciarlas ante el Ministerio Público, hay otras en las que todavía se guardan como secreto. De hecho, en una entrevista publicada el fin de semana, la Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, señaló que la iglesia “no ha cumplido con el deber de presentar las denuncias a los tribunales civiles, sino que lo que ha hecho, y solo en algunos casos, ha sido utilizar canales de investigación a nivel eclesiástico, proceso que de ninguna manera logra satisfacer las garantías que las víctimas deben tener en la justicia civil, que es la que debe investigar y perseguir eficientemente los delitos que han sufrido”.

Las otras bajas

Otra de las cartas que hace semanas se daban por seguras era la de Santiago Silva, presidente de la Conferencia Episcopal, obispo castrense y uno de los hombres del círculo de Alejandro Goic, quien después de ser salpicado con el caso de “La Familia” en Rancagua, debió dar un paso al costado y retirarse.

Desde que llegó a la Cech, Silva intentó dejar atrás el sello amargo de la gestión Ezzati o el fantasma de los ilustres cardenales persiguiendo a sacerdotes “chascones” y lo primero que hizo fue mandarle un correo al sacerdote Felipe Berríos: “Te saludo como amigo. He leído algunas cosas que has dicho. Con algunas estoy de acuerdo y con otras no. Me gustaría que nos juntáramos”, cerraba el e-mail con un mensaje extraño para una autoridad eclesiástica, al menos con Berríos.

Esa soltura hizo que en los primeros años a la cabeza de la Cech fuera común que el obispo Silva sonara como natural reemplazante de Ezzati, pero las últimas denuncias de abusos sexuales también lo hicieron caer. Pese a que ya se sabía de la denuncia contra el sacerdote de San Felipe, Humberto Enríquez, por abusos sexuales, la relevancia que adquirió el testimonio de los denunciantes en las últimas semanas y el golpe que recibió el obispo de Valparaíso Gonzalo Duarte –acusado de encubrimiento- también se convirtió en una mancha sobre él. Silva era obispo auxiliar de Valparaíso cuando se hicieron las denuncias, sobre todo del exseminarista Mauricio Pulgar, quien lo ha acusado no solo de dejar de tomar acciones, sino de proferir expresiones en su contra.

“Con el caso de los seminaristas, Silva no puede ser el próximo arzobispo de Santiago, sería un conflicto enorme”, comenta una fuente al interior de la iglesia.

El mismo conflicto cae sobre René Rebolledo, obispo de La Serena y a quien se considera del selecto grupo cercano al actual nuncio en Chile, Ivo Scapolo.

Rebolledo pasó de ser obispo de Osorno a convertirse rápidamente en obispo de La Serena, y cuando dejó la diócesis de la X Región muchos pensaron que no solo podría, sino que aspiraba a ser algo más. Ese día, en 2013, incluso llegó con casulla y mitra nuevas y su adiós estuvo marcado por la visita de varios otros obispos. “Más parecía la despedida de un cardenal”, señala uno de los fieles de Osorno que recuerda ese momento y también la cercanía que siempre tuvo Rebolledo con los nuncios.

Hay quienes califican a Rebolledo como un obispo “carrerista”; prefiere estar bien instalado en orden de amistades que con los pies en la calle. “En los 10 años en que fue obispo, se recibió la visita de todos los nuncios; para la última visita de Scapolo, volvió a pintar la reja de su casa para que todo estuviera perfecto”, comenta una fuente que conoció los entretelones previos a la cita.

Para muchos de los fieles, la estadía de Rebolledo en Osorno estuvo marcada por una preocupación extrema por la liturgia más que por el discurso en sí mismo; sin embargo, lo que mina toda posibilidad de que finalmente suceda a Ezzati es el bando que tomó al momento de producirse el conflicto en torno a Juan Barros.

“El 21 de marzo de 2015, para la toma de posesión de Barros, Rebolledo nos desconoció a todos. Antes iba a nuestras casas, sin embargo, dijo no saber quiénes eran los que protestaban contra Barros. Esa cercanía y la decisión  que tomó en ese momento, hacen que no sea posible que llegue al arzobispado de Santiago”, cierra uno de los fieles de Osorno.

Todas las cartas que tenía el clero chileno para poder suceder a Ricardo Ezzati se han ido cayendo una a una. Y es por eso también que, en medio de la sequía, se escucha con mayor fuerza el nombre de Jordi Bertomeu -el sacerdote español que vino en dos oportunidades junto a Charles Scicluna a remover las aguas ya inquietas de la iglesia chilena- para llegar como administrador apostólico a Santiago. Según informaciones de prensa, Bertomeu se encuentra en estos momentos realizando un mes de ejercicios espirituales en Cantabria. Lo paradójico -o quizás la clave- es que esos ejercicios serían de la mano de Germán Arana, el cuestionado sacerdote jesuita con quien se preparó Juan Barros antes de asumir en Osorno.

 

 

 

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