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Espina va a la guerra: se acumularon los conflictos pendientes en el flanco militar PAÍS

Espina va a la guerra: se acumularon los conflictos pendientes en el flanco militar

El comandante en Jefe del Ejército no solo no le había informado previamente al ministro de Defensa del delito que ocurría en sus filas, sino que además cuestionó abiertamente materias de política contingente, lo que cayó pésimo en La Moneda. Ese jueves de la filtración, en Palacio se prendieron las alarmas, porque temieron que el asunto pudiera escalar y complicar al Presidente Sebastián Piñera, que ya estaba recibiendo la desaprobación pública por el crimen de Camilo Catrillanca en un operativo del Comando Jungla. Ocho meses de gestión y esta es la tercera crisis que enfrenta la siempre espinuda relación cívico-militar.


Está lejos de tener un estilo político suave o débil, sin embargo, en los últimos días no son pocos los que han puesto el foco de las críticas en el manejo que ha tenido el ministro de Defensa Alberto Espina, para tener en control y realmente subordinadas a las Fuerzas Armadas. Si bien los ocho meses que lleva en el cargo no han sido fáciles y ha sorteado al menos dos crisis previas, las dudas se instalaron desde la filtración –el jueves 22 de noviembre– de un audio en que el comandante en Jefe del Ejército, Ricardo Martínez, se sinceró ante más de 900 suboficiales y reconoció que, entre sus filas, existía un caso de venta de armas a narcotraficantes. No solo eso, como si fuera poco, el general Martínez, en tono de arenga, le dijo a su audiencia que defendería el sistema de pensiones de las FF.AA. “con dientes y muelas”.

El comandante en Jefe del Ejército no solo no le había informado previamente al ministro de Defensa de ese delito que ocurría en sus filas, sino que además cuestionó abiertamente materias de política contingente, lo que cayó pésimo en La Moneda. Ese jueves de la filtración, en Palacio se prendieron las alarmas, porque temieron que el asunto pudiera escalar y complicar al Presidente Sebastián Piñera, que ya estaba recibiendo la desaprobación pública por el crimen de Camilo Catrillanca en un operativo del Comando Jungla.

Por eso Espina actuó rápidamente, para intentar mostrar musculatura política y control. Ese viernes 23 citó al general Martínez a su oficina, le pidió explicaciones y le solicitó que pidiera disculpas públicas por no haber informado sobre el caso de venta de armas, el que ya había sido denunciado ante la Justicia Militar. También pidió que el caso fuera tomado por el Ministerio Público, lo que finalmente ocurrió.

Una salida rápida, tajante, para evitar que la nueva crisis “subiera como espuma”, destacaron desde La Moneda, pero lo cierto es que el contenido de dicho audio representa una nueva crisis para Espina.

La primera fue el escándalo de los pasajes al extranjero, que terminó siendo un fraude interno en el Ejército, en coordinación con cuatro agencias de turismo. Luego vino el polémico homenaje a Miguel Krassnoff, que gatilló la salida del director de la Escuela Militar, el coronel Germán Villarroel Opazo, y la serie de contrataciones en el Hospital Militar a familiares de miembros de la fuerza. Todo derivó en una categórica decisión presidencial hace unas semanas: remover a 21 oficiales del Alto Mando, lo que implicó un duro golpe que remeció las aguas al interior del Ejército, según confesaron en el entorno de dicha rama castrense y en el propio Gobierno.

[cita tipo=»destaque»]Con el correr de los días, en La Moneda y la derecha se ha instalado la idea de que la cuestionada performance del general Martínez no fue casual, que no corresponde a un exabrupto ni a una salida de libreto, sino que a un intento deliberado por recuperar liderazgo interno en el Ejército y dar un mensaje de tranquilidad a sus subalternos, ante el impacto que tuvo en las filas de la institución el descabezamiento del Alto Mando. Cercanos al mundo militar reconocen que “ya parecía extraño” en una institución tan jerárquica, apegada a las tradiciones, el silencio que había guardado esta rama castrense ante esa decisión presidencial.[/cita]

Por todo este contexto es que ayer no era un día cualquiera para el ministro, porque debía rendir cuentas ante las comisiones de Defensa de la Cámara de Diputados y del Senado, aunque solo arribó a la cita con la segunda instancia, debido a que, junto con las actividades con la delegación de autoridades peruanas que se encuentran en Chile, estuvo al menos una hora en una reunión a puertas cerradas en Palacio. “Como sabíamos que esto podía pasar, también citamos para la tarde”, dijo entre bromas el presidente de la comisión, el senador Carlos Bianchi.

Ante los parlamentarios, el ministro aseguró que se han hecho cambios a partir de cada crisis, que el Ejército no está por sobre el poder civil y que claramente “las Fuerzas Armadas tienen derecho a opinar, pero no a deliberar”. A pesar de que partió nervioso y que estuvo atento a que la sesión fuera lo más abierta posible, un encontrón entre el senador PS Alfonso de Urresti y el general Martínez, llevó a que Espina pusiera más firme la voz: “Pedirle el retiro a la mitad de los comandantes del Ejército de Chile no es una cuestión fácil y no creo que haya registro en la historia de algo así”, sentenció antes de anunciar que en las próximas semanas se ingresará al Congreso un proyecto de modernización de las FF.AA., un cambio que no se había dado en décadas en el país.

Desde el Gobierno han respaldado el despliegue de Espina estos días. Recalcaron que ha sorteado de buena manera los conflictos de la cartera más allá de “lo complejo que es el Ejército”, que su modo de operar, de escuchar, observar y actuar es la receta que ha aplicado para abordar los conflictos desatados al interior de las Fuerzas Armadas.

En la derecha dijeron que Espina “es víctima de los tiempos”, porque le ha tocado no solo enfrentar varias crisis consecutivas, sino que estas reflejan claramente que las instituciones castrenses se encuentran en un deterioro profundo, lo que lo obliga a “pisar huevos” permanentemente, pero que, a pesar de las complicaciones, es un “hombre duro, con voz de mando”.

Pero sí reconocen que estaría cometiendo un error –agregaron– no menor y que es no asumir que, efectivamente, le han mentido. Le ha costado aceptar que las Fuerzas Armadas y Carabineros no le dicen la verdad.

Tendría otro flanco débil: algunos de sus subalternos. En el Ministerio de Defensa dijeron que Espina ha trabajado en equipo, junto a su gabinete, en todo momento en estas crisis que ha enfrentado, incluyendo a sus dos subsecretarios, el ex vicealmirante Cristián de la Maza Riquelme y el RN Juan Francisco Galli, quienes –insistieron– han sido fundamentales en el análisis y en la definición de los caminos a seguir.

Pero esa no es la visión que hay en la derecha ni en sectores del Gobierno. De Galli, precisaron que se le reconoce como trabajador, sin embargo, no cuenta aún con la prestancia ni las redes necesarias para desenvolverse en el complejo trato cotidiano con las Fuerzas Armadas, mientras que, en el caso de De la Maza Riquelme, su pasado vinculado a la Marina le impediría –por una costumbre al interior de las FF.AA.– entrometerse en los asuntos de otras ramas.

Ruido interno

Pese a que Espina logró ponerle un rápido cortafuegos al conflicto, en la oposición y el oficialismo ven con recelo la filtración del audio. Temen que pueda ser resultado de una especie de división interna en el Ejército, que busca dañar la conducción del general Martínez, aunque el propio comandante en Jefe señaló que ya se ha identificado al oficial que habría filtrado a The Clinic la información y que se presentarán acciones legales, con el fin de que el Ministerio Público investigue.

Con el correr de los días, en La Moneda y la derecha se ha instalado la idea de que la cuestionada performance del general Martínez no fue casual, que no corresponde a un exabrupto ni a una salida de libreto, sino que a un intento deliberado por recuperar liderazgo interno en el Ejército y dar un mensaje de tranquilidad a sus subalternos, ante el impacto que tuvo en las filas de la institución el descabezamiento del Alto Mando. Cercanos al mundo militar reconocen que “ya parecía extraño” en una institución tan jerárquica, apegada a las tradiciones, el silencio que había guardado esta rama castrense ante esa decisión presidencial.

Ante la comisión de Defensa del Senado, Martínez justificó su tono. Dijo que usó “un lenguaje franco y directo para mi público, el público militar. La grabación no era a la sociedad en su conjunto. Además, ellos tienen que recibir (de su comandante) una información clara, sin eufemismo, que quede clara, porque el público que yo tengo tiene una diferencia etaria de 20, 30 años (…). No hubo una sola expresión de crítica a los poderes del Estado ni a las autoridades” y añadió que, desde que asumió, ha tenido cuatro encuentros informativos, dos veces con oficiales y dos con suboficiales.

Respecto al hecho de no haberle contado del caso de venta de armas al ministro Espina, el comandante en Jefe del Ejército insistió en que “yo todo le informo al ministro (…) pero, entre fines de octubre y noviembre, el Ejército estuvo bajo una revisión exhaustiva, que significó la salida de la mitad del Alto Mando”, razón por la que no habría tenido tiempo para hablar con Espina sobre dicho caso.

Un punto que complicaría al interior de las FF.AA. es la distancia que ha marcado el ministro con los oficiales. Desde el Gobierno aseguraron que Espina ha tratado de marcar una línea y no caer bajo el “síndrome del ministro de Defensa”, para no terminar –como muchos de sus antecesores– obnubilado por el despliegue castrense y “vestido de militar”. Dicha distancia, señalan ex asesores de Defensa, podría generar ruido al interior de los militares, aunque reconocen que “es el camino a seguir”, más aún con la planificación de una serie de reformas e intervenciones futuras.

Reforma inminente

En el Congreso aseguraron que una reforma de grandes proporciones es la única salida para el conflicto al interior de las Fuerzas Armadas y en especial del Ejército. Tanto en la oposición como en el oficialismo coincidieron en que la política del “dejar hacer”, que marcó la relación cívico militar en las décadas del 90 y 2000, ya no tiene cabida, criterio que también corre para la crisis que atraviesa Carabineros.

Para el diputado de la Comisión de Defensa de la Cámara Baja, Jorge Brito (RD), existe un “descontrol de parte de los civiles con las FF.AA., que viene desde la dictadura y ningún Gobierno se ha hecho cargo, han mirado para el lado (…). Hacen falta cambios estructurales y hace falta que el Gobierno se entusiasme con las medidas que ya han sido ingresadas (…), sería mediocre pensar que no se puede empujar y alcanzar mucho más”. Agregó que uno de los focos más relevantes son los recursos entregados a las Fuerzas Armadas.

Para el diputado Gabriel Silber, que fue parte de la comisión investigadora del denominado Milicogate, es importante atender que hechos como la venta ilegal de armas a narcotraficantes “siempre son la punta del iceberg y pasan por la falta de control y fiscalización del poder civil a las FF.AA. y a Carabineros. El diseño institucional requiere algún tipo de contrapeso”. Agregó que “tenemos una fiscalización de papel” y que “hay una asimetría evidente, se instala el aforismo de que los ministros hacen como que mandan y la tropa hace como obedece, pero no es culpa del chancho, sino de quien le da el afrecho”.

Silber precisó que le preocupa que el Gobierno evite perder parte de su capital político cercano a las Fuerzas Armadas y que, por eso, no haga una reforma profunda, para evitar entrar en conflicto con dicho mundo. «Esto es patria o muerte para la administración de Piñera”, sentenció.

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