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Ominami, el laguismo y el temprano maridaje con los empresarios en los 90

Ominami, el laguismo y el temprano maridaje con los empresarios en los 90

«El propio Ominami dio la señal más potente de este nuevo matrimonio por conveniencia en 1997, cuando llegó al extremo de alabar públicamente a José Yuraszeck. ‘Si hubiera habido un Yuraszeck en los años treinta, la Corfo no habría hecho Endesa. Creo que se hicieron todas las empresas no por un prurito simplemente estatista, sino porque no había un sector privado con espaldas capaces de desarrollar esas actividades’», dice Daniel Matamala en «Poderoso Caballero».


La justicia sobreseyó al ex senador Carlos Ominami de las indagaciones por financiamiento irregular de su campaña 2009 que llevaba en su contra la Fiscalía. No se indagó su responsabilidad pues se le aplicó la prescripción. Sin embargo los antecedentes hechos públicos mostraron su relación íntima, de amistad, con el ex gerente de SQM, Patricio Contesse, quien administraba la empresa del ex yerno de Pinochet, financiando generosamente a diversos actores políticos de todos los sectores. Dentro de las muchas aristas del asunto se instaló la pregunta por este aparentemente extraño vínculo entre gente que se autocalifica de izquierda y una empresa cuyo origen está en las oscuras privatizaciones acontecidas bajo la dictadura de Pinochet. El periodista Daniel Matamala, en su libro “Poderoso Caballero, el peso del dinero en la política chilena”, indaga en esta historia que comienza con el ascenso de la Concertación en los 90, y donde Ominami fue ministro de Economía del gobierno de Aylwin:

“…. Comenzó ya entonces a formarse un nuevo nudo de conveniencia: el que unió a la Concertación que había combatido a Pinochet con los empresarios que habían amasado fortunas a la sombra del dictador.

La Cámara de Diputados cifró en 2.223 millones de dólares la pérdida patrimonial del Estado por el último paquete de privatizaciones de la dictadura entre 1985 y 1989, efectuadas a toda prisa y en varios casos favoreciendo a los mismos responsables de enajenar las empresas estatales. Uno de los casos más graves fue el de la Compañía de Aceros del Pacífico, pues se entregó en 105 millones de dólares un patrimonio de 811 millones. El gerente general de la CAP, Roberto de Andraca, emergió del proceso como presidente del directorio de la flamante compañía privada.

Bajo fuego quedaron también José Yuraszeck, privatizador – controlador de Chilectra, y el “yernísimo” Julio Ponce Lerou, quien no solo fue cuestionado por su conveniente rol en la enajenación de SQM, sino también por la Sociedad Agrícola y Ganadera Monasterio, beneficiaria de generosos créditos de la Corfo.

El encargado de presentar ante el Congreso los antecedentes que inculpaban a Ponce y otros fue el ministro de Economía, Carlos Ominami. Pero todo quedó en nada. Lejos de perseguir responsabilidades, el gobierno, a través del ministro de la Corfo, René Abeliuk, ‘negocia con Ponce Lerou la solución de sus deudas, elimina de su agenda todos los problemas de las privatizaciones y hasta inicia un programa de renegociaciones y condonaciones que beneficiará a muchos militares y civiles, incluyendo al general (R) Manuel Contreras, quien para su precario fundo sureño debió acudir alguna vez a la financiera informal que había llegado a constituir la Corfo’, según relata Ascanio Cavallo.

El ministro de la Presidencia, Edgardo Boeringer, llamó personalmente a los diputados de la Concertación para disuadirlos de llevar hasta las últimas consecuencias una comisión investigadora. Estaba decidido que esas cuentas pendientes se saldarían de otra manera.

Según el analista DC y por ese entonces embajador en Alemania Carlos Huneeus, fueron clave en este desenlace “las necesidades de financiamiento de las campañas electorales y de los partidos”. El propio Ominami dio la señal más potente de este nuevo matrimonio por conveniencia en 1997, cuando llegó al extremo de alabar públicamente a José Yuraszeck. ‘Si hubiera habido un Yuraszeck en los años treinta, la Corfo no habría hecho Endesa. Creo que se hicieron todas las empresas no por un prurito simplemente estatista, sino porque no había un sector privado con espaldas capaces de desarrollar esas actividades’, dijo el entonces senador, omitiendo que Yuraszeck, lejos de crear una empresa, se había beneficiado de una privatización digitada por el él mismo.

Ominami era por esos días el encargado de crear vínculos entre el “laguismo” y el empresariado, y de reducir la ansiedad que a muchos de ellos les producía la inminente vuelta de un socialista a La Moneda, tras la traumática experiencia con Allende”.

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