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Afganistán: cómo el ascenso del Talibán cambia el tablero de poder en Medio Oriente (incluido el acuerdo nuclear con Irán)

Afganistán: cómo el ascenso del Talibán cambia el tablero de poder en Medio Oriente (incluido el acuerdo nuclear con Irán)

La crisis de autoridad de Estados Unidos llega a la zona justo en un momento en que China y Rusia están poniendo a prueba la determinación estadounidense a nivel mundial. En la propia región, Turquía e Irán ya están tratando de llenar el vacío expuesto por el fracaso estadounidense. Pekín y Moscú, por sus propias razones, tienen interés en el futuro de Afganistán. Para China, va más allá de compartir una frontera, mientras que para Rusia se trata de preocupaciones históricas sobre el extremismo afgano que afecta a sus propias poblaciones musulmanas y a las de los Estados nación de su periferia.


En el siglo XIX, la frase «el gran juego» se utilizó para describir la competencia entre los imperios británico y ruso por el poder y la influencia en Afganistán y los territorios vecinos del centro y sur de Asia.

Ninguno de los dos bandos se impuso en lo que se conoció como el «cementerio de imperios».

Dos siglos más tarde, una superpotencia estadounidense ha recordado una realidad similar.

La debacle de Afganistán, en la que un ejército afgano de 300.000 soldados entrenados y equipados por Estados Unidos se derrumbó en horas, sirve de recordatorio de los límites del poder estadounidense en el amplio Medio Oriente.

Puede que el presidente estadounidense Joe Biden esté soportando las críticas más duras por una retirada ejecutada de forma desastrosa. Pero hay mucha culpa que repartir. Y se remonta a la nefasta decisión original de «construir una nación» en un país que se ha resistido a la interferencia exterior durante miles de años.

Tras la caída de Kabul y la precipitada retirada de Estados Unidos de un país en el que había despilfarrado 1 billón de dólares [US$1.000.000.000.000], la pregunta sigue siendo la misma: ¿qué va a pasar ahora en Medio Oriente?

Se trata de una pregunta cuya repercusión se extiende desde Marruecos, en el oeste, hasta Pakistán, en el este; desde Turquía, en el norte, hasta el golfo y a través del cuerno de África.

Todos los rincones de Medio Oriente y el norte de África se verán afectados de alguna manera por el fracaso de la autoridad estadounidense en Afganistán, la guerra más larga de su historia. El ajuste de cuentas de Estados Unidos también lo comparten sus aliados de la OTAN y países como Australia.

¿Un nuevo Saigón?

Inevitablemente, se están haciendo comparaciones entre la precipitada retirada de Estados Unidos de Kabul y escenas similares en Saigón, hace 46 años.

En algunos aspectos, la situación afgana es más preocupante porque gran parte de Medio Oriente corre el riesgo de caer en el caos.

La derrota del ejército survietnamita en 1975 pudo haber influido en la evolución de los estados vecinos de Indochina, pero las consecuencias fueron en gran medida contenidas.

Afganistán es diferente en el sentido de que, aunque la credibilidad y la confianza en sí mismo de Estados Unidos se vio afectada en Vietnam, siguió siendo la fuerza militar dominante en el Pacífico occidental antes del ascenso de China.

En Medio Oriente, un Washington mermado -en el que la confianza en su capacidad para cumplir sus compromisos se ha visto afectada, si no destrozada- se encontrará con que su autoridad será muy cuestionada.

Esta crisis de autoridad llega justo en un momento en que China y Rusia están poniendo a prueba la determinación estadounidense a nivel mundial. En la propia región, Turquía e Irán ya están tratando de llenar el vacío expuesto por el fracaso estadounidense.

Pekín y Moscú, por sus propias razones, tienen interés en el futuro de Afganistán. Para China, va más allá de compartir una frontera, mientras que para Rusia se trata de preocupaciones históricas sobre el extremismo afgano que afecta a sus propias poblaciones musulmanas y a las de los Estados nación de su periferia.

Recientemente, China ha estado apoyando a los líderes talibanes. Su ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, mantuvo una reunión bien publicitada con el jefe político de los talibanes afganos, el mulá Abdul Ghani Baradar, el mes pasado.

También está Pakistán, que ha apoyado a los talibanes tanto encubierta como abiertamente durante años. Islamabad verá en el malestar extremo estadounidense oportunidades para asumir un papel regional más significativo.

Esto sin olvidar los estrechos lazos de Pakistán con China, y su díscola relación con Estados Unidos.

En el propio Afganistán, los talibanes podrían cumplir sus promesas de que han cambiado y de que tratarán de establecer un gobierno de consenso en un país desgarrado por sangrientas divisiones étnicas y tribales.

Teniendo en cuenta los primeros indicios de brutales represalias talibanes contra sus enemigos y la reacción de pánico de la población afgana, conmocionada, habría que hacer un acto de fe para creer que han cambiado muchas cosas.

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