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«Los años de Allende», la novela que revive la revolución de la Unidad Popular en clave gráfica El libro es obra del guionista Carlos Reyes y el dibujante Rodrigo Elgueta

«Los años de Allende», la novela que revive la revolución de la Unidad Popular en clave gráfica

Narra la historia del periodista estadounidense John Nitsch, quien es testigo del ascenso y caída de la revolución pacífica. “La literatura, el cine, el teatro ya están abordando este tema hace rato, la historieta no hace sino aportar lo suyo. ¿Por qué? Porque Chile debe encarar sus fracturas y hablar del pasado sin tapujos, es la única forma de avanzar. No creo en eso de olvidar el pasado sin discutirlo y mirar sólo hacia el futuro. Es una forma cobarde de evadir lo que nos ha traído al Chile de hoy”, señala el primero.


allende4Una novela gráfica sobre la experiencia del gobierno de la Unidad Popular acaban de publicar el guionista, editor y docente Carlos Reyes junto al dibujante y pintor Rodrigo Elgueta.

Se trata de “Los años de Allende” (Editorial Hueders), una obra está protagonizada por un periodista estadounidense, John Nitsch, que junto a otros protagonistas –el escéptico taxista Marcelo González y la entusiasta activista Claudia, entre otros- ve “con pasión y dolor cómo se articulaba y destruía un experimento social único en el siglo XX”, como reza la contratapa.

El libro es parte de otras novelas gráficas que abordan la memoria histórica de nuestro país, tales como “El Golpe. El pueblo 1970-1973”, de Nicolás Cruz y Quique Palomo, “La Senda del Errante”, de Germán Valenzuela y otros autores, “Lota 1960”, de Claudio Romo y Hari Rodríguez o “Santa María 1907”, de Pedro Prado.

Un protagonista gringo

Una de las primeras cosas que llama la atención de esta obra –un proyecto financiada por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la lectura, convocatoria 2014- es que los autores hayan escogido a un personaje extranjero para narrar la historia.

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“El periodista norteamericano que creamos para la historia nos permitió cierto distanciamiento necesario para realizar la crónica de los hechos que íbamos a contar”, explica Reyes, que en los años 80 colaboró con la mítica revista “La bicicleta”, ha publicado varios libros y es cofundador de la editorial Feroces Editores. “Su nombre, John Nitsch, está tomado de un amigo y mentor norteamericano con el que conocí y trabajé mucho tiempo”.

Ese nombre es lo único real, el resto es ficción, aclara. “Para mí, Nitsch es un librepensador que se interesa profundamente por lo que pasa en Chile y se propone relatarlo de la forma más certera posible”, reflexiona.

“Creo que Nitsch era el personaje necesario que tenía una distancia ideológica de la realidad chilena de aquellos años”, coincide Elgueta. “Con una cierta ingenuidad, Nitsch se hace las preguntas básicas que pocos se hicieron en aquellos años… en incluso ahora. Pero al mismo tiempo al ser un periodista, le permitía acceder a lugares y poseer la acuciosidad profesional para investigar los hechos hasta el final”.

Criterios de selección histórica

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El libro incluye una enorme variedad de episodios: desde los asesinatos del general René Schneider y el ex ministro Edmundo Pérez Zujovic, los frustrados alzamientos militares como el “Tancazo” y el “Tanquetazo”, el escándalo CIA-ITT, la nacionalización del cobre, la construcción del centro cultural Gabriel Mistral, el paro de camioneros, las JAP, y el terrorismo de derecha e izquierda.

Para relatar estos episodios, los autores bucearon durante más de dos años en libros, revistas, videos, películas, reportajes, crónicas, testimonios y sitios web. Además contaron con la ayuda del historiador Manuel Vicuña y la asesoría constante del escritor Marcelo Mellado.

“La idea fue reconstituir para el lector la mayor panorámica de la sociedad chilena de la época que el lenguaje de la historieta nos permitió hacer”, señala Reyes.

Obviamente allí les surgieron preguntas fundamentales que recorrieron este trabajo: ¿Es posible tener una mirada completamente objetiva de la historia? ¿Un historiador pueda escribir sobre el pasado sin que sus propias opiniones y subjetividades se vean reflejadas en ese trabajo?

“Tal vez esa sea la respuesta para el hecho de que tengamos todos versiones tan diferentes sobre un mismo hecho histórico como el de la UP o el de la guerra del Pacífico, por ejemplo”, aventura Reyes. “Esas preguntas están en la novela gráfica y en ella, Rodrigo y yo ofrecemos nuestra propia respuesta”.

Los desafíos de la gráfica

Desde el punto vista gráfico, los desafíos también fueron diversos.

“Por un lado realizar una gran variedad de retratos de personajes históricos que debían ser reconocidos y que en algunos casos debía dibujar dándole expresiones faciales de las cuales no existían registro”, explica Elgueta.

Además, para las locaciones de esta historia, el dibujante debió abastecerse de una buena cantidad de fotografías de aquellos años y buscar sectores de la ciudad que mantuvieran su misma arquitectura.

Otro problema fue plasmar en un dibujo situaciones históricas fundamentales que nunca antes se habían representado. “Por ejemplo, un momento de ira de Allende cuando arroja su teléfono, o cuando disparaba desde el balcón de una oficina de la Moneda en el momento del golpe mismo”, indica.

Tema de actualidad

¿Pero por qué estos artistas quisieron sumergirse en aquella época que ni siquiera alcanzaron a vivir?

Entre otros por sus biografías personales, podría decirse. Para Reyes, por ejemplo, el tema de la UP no era nada ajeno: su padre trabajó en la mítica editorial estatal Quimantú, uno de los símbolos del gobierno popular, que de hecho también tiene su lugar en el libro.

En su opinión, la experiencia de Allende tiene una tremenda actualidad, “sobre todo a la luz de los últimos acontecimientos políticos como la corrupción y el despertar ciudadano que comenzó con el malestar estudiantil”.

“Ese caldo de cultivo social ha elevado el estatuto de Allende como el último mandatario que encabezó en Chile una utopía”, dice Reyes. “Allende es hoy una figura muy presente en el país, una figura que todavía divide a Chile y agita los ánimos de defensores y detractores. Cosa habitual por estos lares en que llegamos tarde y mal a aceptar nuestros hitos, tal y como ha sucedido con Gabriela Mistral o Violeta Parra, por ejemplo”.

“Fuera del país,  Allende es ya un mito universal, homenajeado en múltiples formas en el extranjero. Allende es un arquetipo, un superhéroe, si se lo quiere ver desde la óptica más ñoña de la historieta. Allende encarna algo que ya excede lo local y lo político”, añade.

Gráfica y memoria

Para el guionista, la historieta como arte puede y debe hablar sobre estos temas desde su propia especificidad. “Si Chile no lo hace y no habla de frente estos temas, si los sepulta, como acostumbra, nos  van estallar en la cara tarde o temprano. Los artistas deben seguir revisitando estos temas, discutiéndolos. Es un deber”, asegura Reyes.

“Creo que la novela gráfica chilena está en deuda con las miles de historias dignas de contarse de este período de nuestra historia, incluyendo el golpe militar y el período de la dictadura”, coincide Elgueta, que demoró dos años en dibujar la historia.

“En otros ámbitos de la creación -literatura, pintura, teatro, cine, etc.- ya se ha hecho, pero aún así, y bajo la profusión de tantos reportajes en estos últimos años, todavía nos damos cuenta que falta mucho por descubrir… no olvidemos que los tribunales de justicia de nuestra país aún tienen cientos de casos que no se han investigado y demorarán años para que se agoten las instancias de investigación de todos ellos y que finalmente son historias humanas dramáticas de abuso, sufrimientos, etc.”, señala.

En este sentido, para Elgueta “Los años de Allende” explora esta época, atreviéndose a revisitar nuestra historia, “re-enjuiciarla, re-analizarla, mirándola sin prejuicios, como en un reflejo sincero que nos habla de actores que complotaron infamemente contra su propio país”.

“La literatura, el cine, el teatro ya están abordando este tema hace rato, la historieta no hace sino aportar lo suyo”, remata Reyes. “¿Por qué? Porque Chile debe encarar sus fracturas y hablar del pasado sin tapujos, es la única forma de avanzar. No creo en eso de olvidar el pasado sin discutirlo y mirar solo hacia el futuro. Es una forma cobarde de evadir lo que nos ha traído al Chile de hoy”.

 

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