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Son malvados, pérfidos y abyectos: «Los malos», un libro compilatorio del terror

Son malvados, pérfidos y abyectos: «Los malos», un libro compilatorio del terror

Catorce tratantes de blancas, torturadores, violadores y asesinos – tres mujeres y once hombres- son retratados por periodistas de Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Brasil, México, Perú y Venezuela en la obra “Los malos” (Ediciones UDP). Protagonizan un libro que intenta explicar cómo una persona aparentemente normal se transforma en alguien sádico. “Eliminar la maldad de la jauría humana es imposible”, advierte la compiladora argentina Leila Guerriero.


¿Qué tienen en común el ex general del Ejército de Chile Manuel Contreras, el sicario colombiano Alejandro Manzano y el ex guerrillero peruano Félix Huachaca? Todos ellos son parte del libro “Los malos” (Ediciones UDP), una recopilación realizada por la periodista argentina Leila Guerriero con los perfiles de 14 criminales (once hombres y tres mujeres) latinoamericanos famosos por torturar, violar y matar a sus semejantes, que acaba de ser lanzado en nuestro país.

Las minibiografías abarcan sus infancias, juventudes y carreras en el mundo delictual. Muchos están vivos, otros ya murieron, como el pandillero salvadoreño Miguel Ángel Tobar, asesinado por dos sicarios poco después de que fuera terminado su perfil. “Todos muy malos. Químicamente puros, digamos”, comenta la compiladora.

Los “ilustres” representantes chilenos en este libro son Contreras (con un texto escrito por Juan Cristóbal Peña), el violador y asesino de Alto Hospicio, Julio Pérez Silva (retratado por Rodrigo Fluxá), ambos actualmente en prisión, y la fallecida ex mayor de Carabineros de Chile Ingrid Olderock, la integrante de la DINA que entrenaba perros para violar a las prisioneras de la dictadura del general Augusto Pinochet, y cuya descripción corre por cuenta de Alejandra Matus.

Sus acompañantes son el mexicano Santiago Meza, cuyo oficio era disolver cadáveres en ácido; el argentino Jorge “Tigre” Acosta, ex oficial de Armada y jefe del centro de tortura y muerte ESMA; su compatriota Mirta Antón, ex policía y torturadora de la dictadura; los también trasandinos Rubén Ale, tratante de blancas, y Norberto Atilio Blanco, médico y partero de presas políticas luego desaparecidas; la brasileña Bruna Silva, que mató y comió a varias mujeres; el venezolano Wilmer Brizuela, famoso líder de presos; y el ex policía panameño Luis Antonio Córdoba, “Papo”.

Un camino de sombras

“Quizás haya que empezar por acá. Por el momento en que la vida de un hombre se tuerce hacia un camino de sombras”. Así comienza Peña su descripción del “Mamo”. Relata un episodio de su infancia que lo marcó para siempre: la muerte por enfermedad de su madre, Aída Sepúlveda, cuando él apenas tenía seis años, y su posterior reemplazo por una madrastra que siempre lo odió.

El capítulo –con sus entrevistados- es una buena muestra del periodismo que despliega el libro. Peña habla con su hijo homónimo, “Mamito”, y el ex capitán del Ejército Carlos Vergara, uno de los pocos oficiales que se opuso al golpe militar, con la ex secretaria de la DINA Adriana Rivas, acusada de diversos crímenes y residente en Australia, y con Jorgelino Vergara, “El mocito” de la DINA, hasta llegar al propio Contreras, en Punta Peuco.

A lo largo del capítulo desfilan su ingreso a la Escuela Militar siendo apenas adolescente, su destacada carrera militar (también en sus notas), su amistad con Pinochet, que una vez en el poder necesitó a alguien inteligente, pero que no le hiciera sombra, y el auge que vivió con la DINA hasta su salida del Ejército por el asesinado del ex canciller Orlando Letelier en Washington y la progresiva pérdida de influencia que sufrió con la primera condena a mediados de los 90 y su actual reclusión en Punta Peuco , condenado a más de doscientos y tantos años.

El libro incluye a tres malvadas. Tres mujeres sin una cuota de empatía. Entre ellas está la brasileña Bruna Oliverira da Silvaparte de un trío que mataba a otras mujeres (podrían ser nueve). Les cortaban la yugular, las descuartizaban y luego se comían partes de su carne. También está la argentina Mirta Antón, “La Cuca”, ex policía, torturadora y asesina particularmente sádica en la ciudad de Córdoba y la chilena Ingrid Olderock, torturadora y entrenadora de perros para violar prisioneros de ambos sexos durante los primeros años de la DINA.

Otro lo próceres retratado es Julio Pérez Silva, “el psicópata de Alto Hospicio” de quien se narra que desde niño tuvo que acostumbrarse de los maltratos de su madre a su padre. “Él era una víctima, un hombre muy pacífico, y ella lo golpeaba. Acá toda la gente escuchaba cuando ella gritaba: ¡Ya perdiste la plata conchetumadre!”.

Un concepto novedoso

“La idea de hacer este libro no fue mía, sino de Matías Rivas, director editorial de la UDP”, explica Guerriero (Argentina, 1967), premiada escritora y periodista. “De todas maneras, no dudé un segundo en aceptar la propuesta. Aunque era un libro extremo y muy riesgoso, el enfoque y el concepto general que me propuso Matías me pareció interesantísimo y novedoso”.

Para esta cronista, hay pocos abordajes al mal como lo plantea el libro –no tratándolo como una suerte de anomalía monstruosa e inusual, sino como una materia terrible con la que convivimos día a día-, y “me pareció, como editora, un desafío estupendo”.

¿Hay alguna forma de explicar cómo una persona aparentemente normal se transforma en un criminal tan sádico como la mayoría de los personajes de este libro?

“La respuesta a esta pregunta no existe, o digamos más bien que el intento de responder a esta pregunta es el libro entero”, responde Guerriero. “Pensar que es posible explicar por qué, cuándo, cómo, de qué manera una persona que nace con el contador de maldad en cero emprende el camino para convertirse en un violador, un asesino, etcétera, es, lo sé, tranquilizador, pero absolutamente irreal”.

Más preguntas que respuestas

Por eso, en su opinión, el libro plantea más preguntas que respuestas. “No puede leerse como una suerte de recetario, del tipo ‘si mezclamos un trauma infantil con una adolescencia espantosa, más dos amores contrariados, seguramente tendremos un malo adulto’. Pensar que existe una fórmula para dar lugar a una personalidad así es vano. Puede ser tranquilizador: si supiéramos con qué ingredientes se construye un malo, podríamos prevenir el mal. Pero no es así como funciona”.

“Un ‘malo’ no se hace malo por culpa de una fatalidad”, profundiza. “Hay mucha gente a la que le pasan cosas horrendas y sin embargo no sale a torturar a sus vecinos ni rapta mujeres para venderlas en prostíbulos espantoso. El camino que hace un ‘malo’ es producto de una elección”, estima.

Por eso mismo, para la cronista es imposible evitar la aparición de este tipo de personajes o “eliminar la maldad de la jauría humana”, aunque concede que muchos de los seres cuyos perfiles incluye el libro no podrían haber prosperado si las condiciones sociales en las que se desarrollaron no hubieran sido las que fueron.

“El ‘Mamo’ Contreras necesitó, para hacer todo lo que hizo, de un estado dictatorial, represor”, ejemplifica. “Lo mismo que el ‘Tigre’ Acosta, el represor argentino. Y sin dudas tratantes de blancas como el argentino la ‘Chancha’ Ale, o un pandillero como ‘El Niño’, de El Salvador, no serían posibles en países donde existiera lo que se llama un estado de derecho, en países donde las condiciones sociales no estuvieran absolutamente precarizadas, en países donde no existiera la connivencia corrupta entre los criminales y el Estado”.

 

 

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