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“Ícaros”, un alucinante documental que muestra el camino de la ayahuasca en la Muestra de Cine Indígena

“Ícaros”, un alucinante documental que muestra el camino de la ayahuasca en la Muestra de Cine Indígena

La directora de la cinta, la argentina Georgina Barreiro, vendrá la próxima semana a la Muestra de Cine América Indígena (MUCAI), que se desarrollará del 27 al 30 de agosto en Santiago, para presentar la obra. “Quise enfocarme en la riqueza del universo espiritual de los shipibos y resaltar el valor de su cultura. Creo que es importante dar a conocer y difundir la profundidad de estas tradiciones. Además quería hablar de la familia, del vínculo madre-hijo, que es tan universal”, explica.


Un documental absolutamente alucinante presentará la próxima semana la directora argentina Georgina Barreiros, en el marco de la Muestra de Cine América Indígena (MUCAI), que se desarrollará del 27 al 30 de agosto en Santiago.

Barreiros vendrá a mostrar Ícaros, un documental que narra la historia de Mokan Rono, un joven indígena peruano del pueblo shipibo, y su camino por el río Ucayali, en el Amazonas peruano, en el ancestral conocimiento de la ayahuasca, guiado por un sabio chamán y por su madre, maestra curandera.

Gran parte del film de 70 minutos está con subtítulos en español y permite descubrir un paisaje selvático de gran belleza y una cosmovisión muy particular, una de las tantas de los pueblos originarios que sobrevive en nuestro continente a pesar de cinco siglos de colonización occidental. Podrá verse el domingo 30 de agosto, a las 19:00 horas, en el cine arte Alameda  (Alameda 139, Metro Plaza Italia).

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No premeditado

Ícaros es el primer largometraje de Barreiro (Buenos Aires, 1982), que estudió Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y antes filmó los cortometrajes Ídem (2003) y Libre (2004). Entre sus referencias menciona a cineastas como el tailandés Apichatpong Weerasethakul, el estadounidense Jim Jarmusch, el turco Nuri Bilge Ceylan y el clásico alemán Werner Herzog.

La obra no surgió de forma premeditada: originariamente, la cineasta estaba interesada en investigar sobre artistas que trabajan con tintes naturales del Amazonas. En 2011 se contactó con algunos artistas de la selva peruana y decidió emprender un viaje de investigación junto a Matias Roth, fotógrafo y productor de “Ícaros”.

“Llegamos a Pucallpa, una de las primeras ciudades amazónicas, y descubrimos muchos artistas que pintan las visiones que tienen durante el viaje de ayahuasca”, cuenta desde Argentina. “Me di cuenta que el ritual de la ayahuasca tenía un lugar muy importante en la cultura shipiba y me interesó mucho explorar la riqueza del mundo espiritual que expresaban en las pinturas”.

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En esa búsqueda, conoció al que sería el protagonista de su film, Mokan Rono, quien los llevó a su comunidad a conocer a su familia. “Ellos viven en un pueblo aislado a 20 horas de barco de la ciudad de Pucallpa. Allí convivimos con ellos durante unas semanas e hicimos un primer registro de su cotidianidad y el proceso de extracción de la ayahuasca”.

Con ese material, regresaron a Argentina y postularon a un fondo documental público. Dos años después volvieron con un reducido equipo compuesto además por el director de fotografía y camarógrafo Leonardo Val y el sonidista Emiliano Biaiñ para filmar la película.

Filmar en la selva

Rodar en la selva puede resultar ser toda una odisea, tanto por la comida, las enfermedades, la falta de luz eléctrica y los mosquitos. Pero Barreiro y su equipo lograron sobrellevar todas las dificultades.

La película se rodó en dos comunidades shipibas: Canchahuaya, a 20 horas hacia el norte de la ciudad de Pucallpa y en Puerto Nuevo, a 20 horas hacia el sur por el río Ucayali. Uno de los desafíos fue el transporte: el único acceso a ambas comunidades es en barco. El otro problema fue la luz.

“Los horarios de salida (de los barcos) nunca son exactos, dependen de cuestiones climáticas y de las cargas. Entonces es difícil planear un cronograma de rodaje preciso y se pierde bastante tiempo de viaje y demoras. Con respecto a la luz, utilizamos generador con nafta (bencina), que cargábamos diariamente. La mayor parte de las escenas transcurren con luz natural y utilizamos velas para tomas nocturnas”, cuenta.

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Los argentinos, como cualquier extranjero que viaja a estas comunidades, dependieron completamente de una familia local. “Para llegar hasta allí tuvieron que buscarnos en canoa, además ellos están organizados para pescar, recolectar los frutos y son los que conocen la selva y sus peligros. Esto genera un vínculo de confianza, respeto y unión entre ellos que nos reciben y nosotros que llegamos a su casa”, dice.

Con ellos compartieron la dieta de la selva -básicamente pescados, plátanos, yuca y algunos otros frutos- además de lo que llevaron ellos, como arroz, harina, huevos, aceite, agua y algunos otros víveres. También “llevamos un botiquín básico de primeros auxilios, pero nos manejamos con precaución ya que allí no hay hospitales cerca. Ese es un problema que tienen los shipibos que viven en estas comunidades”.

“Allí dormíamos en carpas y nos bañábamos en el río. Si tengo que decir cuál fue el factor más molesto de todo, diría que los mosquitos, que están día y noche rondando en cantidades inimaginables y no hay repelente que alcance”, relata.

Problemática indígena

A la cineasta argentina le parece muy importante y necesario hablar de la problemática de los pueblos originarios. Anteriormente trabajó en un documental, “Octubre Pilagá-Relatos sobre el silencio”,  sobre una masacre en la comunidad pilagá, al norte de Argentina, ocurrida en 1947, que causó cientos de muertos.

En este caso, se enfocó en la cultura shipiba, que tiene varios siglos de historia y cuya tradición permanece viva en muchas comunidades hasta el día de hoy, a pesar de la influencia de la cultura occidental. Barreiro destaca su manera de ver la vida, en armonía con la naturaleza y el medio ambiente y la búsqueda espiritual.

“En ‘Ícaros’ quise enfocarme en la riqueza del universo espiritual de los shipibos y resaltar el valor de su cultura”, explica. “Creo que es importante dar a conocer y difundir la profundidad de estas tradiciones. Además quería hablar de la familia, del vínculo madre-hijo, que es tan universal”.

Barreiro se centró en el personaje de Mokan Rono, un joven de su edad, que está buscando su camino entre la tradición de sus abuelos y el mundo moderno. “Siempre me atrajo mucho su madre Wasanyaca, que es una gran maestra, muy comprometida con su familia y con la gente y una mujer muy fuerte, pero me pareció que para la historia era más interesante focalizar en el personaje de Mokan Rono, que está aprendiendo y se enfrenta a sus conflictos personales”, cuenta. “Creo que es un personaje con más facetas con quien uno puede identificarse”.

“Trabajamos en conjunto con Mokan Rono con la idea de contar el proceso de aprendizaje de la ayahuasca”, añade. “Teníamos algunas escenas específicas que queríamos registrar, como la explicación de la dieta, la extracción de la ayahuasca y el ritual. Por un lado hubo momentos en donde pusimos la cámara y observábamos. En cambio algunas escenas fueron representaciones con el fin de contar etapas que suceden en la realidad”.

El resultado es un film intenso y sobrecogedor. Una cineasta que sin duda promete.

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