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Pedro Vicuña y Premio Nobel griego Odysseas Elytis: Una amistad con complicidad poética Ambos poetas se conocieron en Grecia en la década de los 70

Pedro Vicuña y Premio Nobel griego Odysseas Elytis: Una amistad con complicidad poética

«Antología inicial» se llama la obra en que Pedro Vicuña recoge y traduce una parte importante del legado poético del vale heleno, con quien trazó un fuerte lazo de amistad, pese a ser él un joven poeta y el griego, una eminencia de las letras. “Elytis entra, desde la magnitud del asombro de la filosofía presocrática, a la esencia de un universo en constante movimiento que produce vida, a pesar de la voluntad contraria del hombre, a porfía; que insiste en que la vida siempre habrá de superponerse a la muerte”.


Una Antología inicial (Tajamar Editores) del poeta griego Odysseas Elytis, Premio Nobel de Literatura 1979, será lanzada mañana a las 19:00 horas en la sala Patricio Bunster del centro cultural Matucana 100 (Metro Quinta Normal).

La obra, que será presentada por el poeta Raúl Zurita Premio Nacional de Literatura 2000, y el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, está integrada por poesía seleccionada y traducida por Pedro Ignacio Vicuña, actor (Amnesia, El chacotero sentimental, además de miembro del Teatro La Memoria y el de la UC) y autor de obras de prosa y poesía en griego y español.

En la ocasión, Vicuña recitará fragmentos de la obra de Elytis, a quien conoció personalmente durante su exilio en Grecia, donde residió en los años 70. El chileno es uno de los principales, si no el principal, traductor de su obra al español.

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El poeta de la luz

Elytis (1911-1996), nacido en la isla de Creta y muerto en Atenas, fue hijo de una familia burguesa, estudió Derecho y luchó en la Segunda Guerra Mundial. A fines de los 40 se trasladó a París para estudiar en La Sorbona y conoció a personalidades como Andre Breton, Albert Camus y Joan Miró, entre otros. Volvió a su país y en 1960 recibió el Premio Nacional de Poesía.

En los 60 su obra fue popularizada por el cantante Mikis Theodorakis. Abandonó brevemente el país tras el golpe militar de 1967, que instauró una dictadura que cayó el año 1974, pero nunca se involucró en política. Murió de un infarto en 1996.

Fue llamado “el poeta de la luz”, por ser central este concepto en su obra, pero también escribió de amor. En su poema “Helena”, Elytis dice: “Con la primera gota de la lluvia murió el verano/Se empaparon las palabras que habían engendrado la claridad/nocturna/Todas las palabras que estaban solamente destinadas ¡a Ti!/Hacia dónde extenderemos nuestras manos ahora que el tiempo/ya no nos tiene en cuenta/Hacia dónde abandonaremos nuestra mirada ahora que las líneas/lejanas naufragaron en las nubes/Ahora que tus párpados se cerraron sobre nuestros paisajes/Y estamos – como si la niebla hubiera penetrado en nosotros/Solos totalmente solos rodeados de tus muertas imágenes”.

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La conexión griega

Vicuña es hijo de la poetisa Eliana Navarro y del escritor José Miguel Vicuña. En 1974 ingresó a la Escuela de Artes de la Comunicación de la UC, pero abandonó los estudios para trasladarse gracias a una beca a Atenas en octubre de ese mismo año. Allí estudiaría teatro, y actuaría para cine y televisión, además de escribir libros como “Estatuto del amor” (1980) y “Peris ton teikhon” (1981).

“La dictadura partió mi vida en dos, en la línea del tiempo, de una manera irrecuperable”, afirma Vicuña para explicar por qué se fue del país. “Los detalles de eso prefiero guardarlos en mi memoria, por el momento. Mi abuelo hubo sufrido la persecución durante la dictadura de Ibáñez, sabíamos desde niños la barbarie que significaba una intromisión de los militares en el gobierno del país, los datos históricos además, nos lo confirmaban”. Los libros quemados, la censura y un simulacro de fusilamiento fueron suficientes.

En su nuevo hogar halló “un país amable, tenía un aroma profundo a medio oriente, era para mí casi un país de sueño”, relata. “Un país sin muchas pretensiones y con un deseo de recuperar la vida después de la guerra civil, después de la dictadura, que me dieron la esperanza de poder seguir viviendo, de poder soñar con ese cambio de mundo que el golpe de estado en Chile, me había robado”.

Canto en la calle

Vicuña llegó a Grecia en octubre de 1974, apenas cuatro meses después del regreso a la democracia luego de la ‘Dictadura de los Coroneles’, como se la conoció en aquella época. “Entonces volvieron a las radios y a la luz pública las obras literarias y musicales que estaban prohibidas o miradas como subversivas meses antes”.

Fue ahí, prácticamente recién llegado, que conoció la poesía del poeta. Vicuña escuchó entonces la famosa obra “Axion Estí” de Elytis, con música de Theodorakis, “y aunque al principio no entendía nada de las palabras, la música y el hecho de que fuera cantada con entusiasmo en tabernas y manifestaciones me hizo buscar el texto cuando comencé a entender el idioma. Encontré que el texto era de una belleza y una profundidad pocas veces encontrada”.

Elytis también lo acompañaría en el teatro. Vicuña recuerda que cuando tuvo que dar exámenes para entrar a la Escuela de Arte Dramático del Teatro Nacional de Grecia, había que recitar un poema griego contemporáneo y presentar un monólogo de alguna tragedia como primera selección.

Todos los postulantes hablaban de presentar algún poema del clásico heleno Constantino Kavafis –“La Ciudad” o “Itaca” – pero un amigo le sugirió que buscara algún poema de Elytis y él se encontró con el poema “Aniversario” que, cree, “hizo eco en mí dada mi condición de desarraigado”.

“Las interrogantes y certezas de ese poema fueron una suerte de aliento en mi nueva vida”, comenta. “Tanto me gustó que imperceptible e inconscientemente comencé a ponerlo en castellano y, creo, que fue mi primera traducción de un texto de él”.

Encuentro personal

Al poeta en sí, Vicuña lo conoció varios años más tarde. Cuando publicó en Atenas su poema “Fataj”, en edición bilingüe castellano-griego, traducido al griego por él mismo, el poeta y crítico de arte greco-estadounidense Nicolas Calas le llevó un ejemplar a Elytis.

“Elytis me mandó el recado de que le había gustado mucho mi texto y que esperaba que alguna vez nos pudiéramos encontrar”, cuenta.

Poco después, las circunstancias lo llevaron a vivir en Chipre, contratado por el Teatro Nacional de Chipre, y mientras se instalaba y comenzaba con su primer estreno en ese teatro, a Elytis le concedieron el Premio Nobel de Literatura.

“Le escribí entonces una carta breve de felicitaciones sin esperar nada. Al cabo de quince días recibí una carta, también breve del poeta que me decía que mi carta era una de las que más le había conmovido y que esperaba que yo fuera a verlo a Atenas. Me hizo llegar su teléfono y me autorizó a llamarlo cuando yo quisiera. La verdad es que yo era muy joven, tenía apenas 23 años, y era osado por tanto, de manera que le escribí de nuevo y lo llamé por teléfono para contarle que estaba traduciendo su obra y me gustaría que él pudiera conocer mi trabajo”.

Entonces, en el mes de marzo de 1980, llegó a su casa en Atenas con su carpeta con las traducciones y comenzaron a hablar de poesía y otras cosas. “Así lo conocí, luego nos vimos muchas veces en su casa en Atenas y en Chipre”.

Con el vate, Vicuña viviría varias anécdotas, como una ocurrida justamente en Chipre. Elytis había ido a la isla, invitado por el gobierno, y le había pedido que fuera a verlos al hotel Hilton de Nicosia, donde se alojaba.

“Recuerdo que fui al hotel, como a las cuatro de la tarde, con mi pinta de joven informal, y me acerqué a la recepción. Le dije al recepcionista que venía a ver a Elytis, entonces él me miró de arriba abajo y con un cierto desdé me explicó que no creía que me fuera a recibir porque el ministro del Interior llevaba ya más de una hora esperándolo y el poeta todavía no había bajado. Me asomé al foyer y, efectivamente, estaba toda la plana mayor del gobierno esperando al poeta, todos de punta en blanco”.

Pero Vicuña no se amilanó. Le insistió al recepcionista, que le respondió que mejor se fuera porque no creía que el poeta lo fuera a recibir, aunque finalmente aceptó llamarlo para anunciar su presencia. Para su sorpresa, Elytis bajó de inmediato.

“Me invitó un whisky y comenzó a quejarse de que ahora le preguntaban cualquier cosa, menos de poesía, que el hecho de haberse transformado en una figura tan importante, le significaba tener que opinar de política internacional, de fútbol, etc. Entonces me pidió que me quedara por lo menos una hora con él para hablar de las cosas que realmente importan. Ahí, recuerdo, acordamos la selección de la primera antología que pensaba preparar”.

Pujanza vital

¿Por qué se interesó Vicuña tanto en la obra de Elytis?

“Creo que responder a eso, es necesariamente, arbitrario. ¿Qué puede a uno interesarle de la poesía de un autor?”, responde.

“Creo que se trata de afinidades inexplicables, en principio, y del hecho que uno sabe reconocer la profundidad, la riqueza idiomática y de imágenes y la postura vital de un autor a través de su manejo del idioma. Poniéndolo en términos más racionales, diría que me produce un temblor en el alma y en la sangre su visión diacrónica del hombre y su defensa irrestricta de la pujanza vital”.

“Si uno, grosso modo, entiende la magnitud universal de Neruda desde su profunda materialidad americana, desde el hombre enredado en una naturaleza húmeda, lluviosa y fluvial, desde la dureza de la piedra y la inmensidad del territorio, desde el hombre en una lucha constante con la materia que parece querer someterlo, y poéticamente, desde la riqueza y profundidad del manejo del idioma, Elytis entra, desde la magnitud del asombro de la filosofía presocrática, a la esencia de un universo en constante movimiento que produce vida, a pesar de la voluntad contraria del hombre, a porfía; que insiste en que la vida siempre habrá de superponerse a la muerte”.

Para Vicuña, la fuerza vital de la poesía de Elytis, su idea de que –parafraseando a Heráclito – “la naturaleza ama esconderse”, apunta “a la necesidad de entender el mundo y el universo desde las señales que están siempre escondidas por lo evidente, desde la certeza de las cosas que conforman el universo son una y su contrario al mismo tiempo. Célebre es su frase: ‘el paraíso se hace con los mismos materiales del infierno’”.

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