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«Ópera», de Ana Luz Ormazábal: La opulencia de la voz al límite Crítica de artes escénicas

«Ópera», de Ana Luz Ormazábal: La opulencia de la voz al límite

Pensar los límites del espacio en relación al cuerpo y a la voz, además de los ejes interdisciplinarios que Ópera explora, no solo es recibir la ironía y sentido del humor de una imagen ampulosa y desbordada de lo que significa formar parte de élites bien vestidas y de ojos delineados, sino también, volver a preguntarnos por el sostenido y siempre de moda conservadurismo local. Encerrar, definir, delimitar y ojalá excluir lo “nuevo”, lo no etiquetado, cuando se trata de pensar el campo cultural. Ópera es todo lo contrario, una gran ventana abierta con aires en tensión para desarmar peinados abultados y desabotonar blusas demasiado acogotadas.


La última vez que escuché a un cantante lírico en vivo, fue en la estación del metro Universidad Católica. Era un barítono, y no es que se presentara formalmente a nadie, más bien cantaba de pie vestido de pantalón y zapatillas con una caja en el suelo donde habían unas cuantas monedas. No podría decir que eso fue haber ido a la ópera…¿o sí? Hago memoria y la última película que vi, fue The Lobster. Había sido estrenada recién y aun así la encontré por YouTube.  ¿Fue eso ir al cine? no, tampoco podría decir eso.

El viernes 10 de Agosto asistí al estreno de Ópera, de Ana Luz Ormazábal (Concierto, Agnetha Kurtz Roka Method) en el espacio NAVE (Libertad 410), y claro, eso no cuenta como haber ido a la ópera y menos al Teatro Municipal, más bien fue presenciar el intento de grandilocuencia de un evento como ese. Lo que tuve, más bien, fue su experiencia interrumpida, “falseada”, en el mejor sentido de la palabra. Y es que hoy, pareciera que nada es posible de vivenciar completamente, siendo la interferencia, la fragmentación y la interrupción constantes absolutas cuando se trata de asistir a lo que entendemos por “espectáculo”.

Stop al computador y la película queda cortada a la mitad. Seguir la marcha en el túnel subterráneo que es el metro y dejar atrás al cantante. Dichas interrupciones son parte de un cotidiano entrecortado –a voluntad nuestra– de una continuidad que acaso parece insoportable. Lo que Ormazábal instala precisamente con Ópera, es la puesta en escena y performance de una memoria histórica abriéndose espacio ante quienes deambulamos sin sillas para observar a los actores que, de un momento a otro, nos hacen partícipes de lo que están representando.

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En ese sentido, y pensando de nuevo en la “interrupción” como una de las marcas fuertes en este trabajo, Ana Luz reafirma lo que lleva haciendo hace más de cinco años, un teatro “líquido” (a propósito de la idea de “modernidad líquida” propuesta por Bauman), así como el internet, así como las redes sociales donde el espacio es transitorio y el vínculo con otros individualista, siendo el tiempo y el espacio escurridizos, imposibles de ubicar. Es esa su contingencia, la de Ópera, y la de una reflexión profunda sobre el acto que implica hoy asistir al teatro, acaso una forma vacía, una pura fachada.

El “Antimétodo” (nombre con el que Ormazábal define a su práctica escénica) explora con su grupo de actores –en “Ópera” llamados Los Pantanelli– búsquedas teatrales donde la voz y el cuerpo hacen música desde preceptos teatrales y al revés. La grandiosa expresividad conseguida desde los cuerpos para, desde ahí, situar ya no la voz si no el sonido que proviene desde la necesidad de esos cuerpos “operáticos” en escena, inundan el negro del inmenso espacio que es el Centro NAVE para cuestionar a la ópera como género musical y reclamarle a la misma, el vínculo vacío que, según Ormazábal, no ocurre entre la voz y el cuerpo, y menos con esa realidad representada. Entonces ¿qué es la ópera en el cuerpo? ¿De qué forma funciona como fenómeno social, político y cultural hoy en nuestro país?

“En la ópera, los mecanismos escénicos son tremendos. Los gestos, la manera de poner los cuerpos, el canto. Es el virtuosismo, el atletismo vocal, la fisicalidad llevada al límite”, dice Ana Luz respecto al género de la ópera, y también como ejercicio de performance. “Es un poco sectario y además, las actuaciones son muy pasadas y “falsas”, esa “falsedad”, para mí, es aquello donde aparece el discurso, no se involucra, es superfluo y eso habla de una élite y una clase que no quieren profundizar en el dolor, en lo real”.

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Ormazábal elige como punto de partida una de las partes de la Trilogía La Araucana: Lautaro, del compositor Eliodoro Ortiz de Zárate estrenada en 1902 y escrita en italiano. Esta es la única obra que se conserva y cuyo tema principal es la Independencia y el mestizaje. Éste último, le sirve al “antimétodo” para instalarlo como metáfora de un cruce múltiple en escena: el de una operación sonora y lingüística como posibilidad de conjunción simultánea para varios géneros teatrales.

Por lo mismo, y pensando en cómo el género de la performance aun no se instala desde la critica como espacio sostenido de reflexión, pensarlo desde la ópera supone una mirada acotada de su directora: “no veo a la performance como un género. No me gusta cuando se piensa así, pues la cierra. Y precisamente, es algo dinámico. Yo entiendo la performance como un lente desde donde se mira, crea, etc. Un lente que pone énfasis en la acción, por sobre todas las cosas, por lo tanto el presente, la transformación, el compartir con otro, se iluminan”.

Pensar los límites del espacio en relación al cuerpo y a la voz, además de los ejes interdisciplinarios que Ópera explora, no solo es recibir la ironía y sentido del humor de una imagen ampulosa y desbordada de lo que significa formar parte de élites bien vestidas y de ojos delineados, sino también, volver a preguntarnos por el sostenido y siempre de moda conservadurismo local. Encerrar, definir, delimitar y ojalá excluir lo “nuevo”, lo no etiquetado, cuando se trata de pensar el campo cultural. Ópera es todo lo contrario, una gran ventana abierta con aires en tensión para desarmar peinados abultados y desabotonar blusas demasiado acogotadas. Un espectáculo de altísimo nivel, de interpretaciones sensibles, lejos de difuminarse en la inmediatez de un olvido común.

Asistente de Dirección: Diego Nawrath
Elenco: José Ignacio de Vries, Nicole Sazo, Camila González, Samantha Manzur, Macarena Rozic, Diana Carvajal, Esteban Cerda, Manoj V. Mathai.
Gráfica: Ultrapop
Diseño Integral: Toro
Composición Musical: José Manuel Gatica
Jefe Técnico: Juan Ananía
Training Físico y Coreográfico: Diana Carvajal
Fotografía: Alexis Mandujano
Producción: Daniela Montt
Asistente de Producción: Belén Contreras

“Ópera”, de Ana Luz Ormazábal

En Espacio Nave: Libertad 410.

Funciones: 20, 21, 26, 27 y 28 de Agosto. 20:00 hrs.

Compras anticipadas en el correo danimontt@gmail.com

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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