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Neurocientíficos analizan con resonancia magnética cerebro de pedófilos Convenio con el Centro Interdisciplinario de Neurociencias de Valparaíso

Neurocientíficos analizan con resonancia magnética cerebro de pedófilos

El equipo se planteó como objetivo identificar los circuitos del cerebro que responden a señales faciales y explorar el impacto de las preferencias sexuales. Para ello utilizaron la señal BOLD como un índice de actividad cerebral regional que se obtiene a partir de la resonancia magnética funcional.


En un estudio publicado en la revista Biology Letters hace un año, un grupo alemán – danés liderado por J. Ponseti ha propuesto que las conexiones del cerebro que normalmente nos permiten distinguir caras sexualmente maduras, tendrían un funcionamiento anormal en personas pedófilas.

Se menciona que, en nuestra especie, las caras nos pueden motivar a conductas relacionadas con el cuidado o búsqueda de pareja cuando vemos a niños o adultos, respectivamente. Esto sugiere que el procesamiento facial está orientado a distinguir señales de edad, es decir, rasgos faciales que nos permiten diferenciar a un niño de un hombre, ya sea de madurez sexual para estimular comportamientos acordes a la reproducción o el cuidado de niños.

Para poder comprobar esta idea, los investigadores usaron resonancia magnética funcional para medir directamente la existencia de conexiones cerebrales alteradas. Durante esta prueba los participantes fueron expuestos a variadas fotografías de rostros  de niños, niñas, mujeres y hombres.

¿Por qué el procesamiento de estímulos faciales es importante?

Como especie altamente social, el hecho de distinguir a niños de adultos es fundamental para para exhibir comportamientos distintos, por ejemplo, cuidar a menores, el amor entre padres e hijos, u otros como buscar pareja o formar una familia. Sin embargo, combinar estos comportamientos puede resultar problemático, al menos desde un punto de vista evolutivo. En otros animales, como los roedores, las señales para distinguir a una potencial pareja son olfativas, pero en nuestra especie estas señales son predominantemente visuales.

Dado el rol central de la señalización de estados internos y retroalimentación durante interacciones sociales en primates no humanos, la información facial relacionada a la edad constituye señales muy poderosas para el apareamiento y búsqueda de pareja. En los humanos, las caras de niños son potentes inductores de comportamientos de cuidado en hombres y mujeres. Esto implica que el cerebro extrae señales o pistas del rostro relacionadas a la edad; por ejemplo tener barba podría indicar que un hombre ya ha pasado por la pubertad. Algunos hombres (también mujeres, pero en mucha menor medida) sin embargo, experimentan atracción sexual con niños y/o niñas pre-púberes, es decir, pedofilia. Los correlatos neurales de estas preferencias sexuales anormales se mantienen pobremente entendidas.

Los investigadores observaron que los voluntarios no pedófilos tuvieron activación de distintas zonas cerebrales en mayor medida cuando fueron expuestos a las imágenes de adultos que con las fotografías de niños o niñas. Algunas de estas zonas fueron áreas occipitales, corteza y subcorteza prefontal ventrolateral entre otras. En el caso de los voluntarios pedófilos se observó que estas áreas se activaron solo con las imágenes de niños o niñas, corroborando lo esperado por el equipo de investigadores.

El equipo se planteó como objetivo identificar los circuitos del cerebro que responden a señales faciales y explorar el impacto de las preferencias sexuales. Para ello utilizaron la señal BOLD (por sus siglas en inglés, nivel dependiente de oxígeno en la sangre) como  un índice de actividad cerebral regional que se obtiene a partir de la resonancia magnética funcional. Para realizar el experimento, se expuso a cuatro grupos de voluntarios adultos a imágenes de rostros de niños, niñas, mujeres y hombres durante la sesión de resonancia magnética funcional, para así identificar las áreas del cerebro que se activaban frente a dichos estímulos visuales.

En el caso de hombres heterosexuales no pedófilos, las áreas del cerebro activadas al ver rostros de mujeres adultas fueron las mismas que se activaron en los hombres pedófilos al ser expuestos a rostros de niñas. En el caso de los hombres homosexuales no pedófilos, estas áreas se activaron con fotos de rostros de hombres, pero no de niños, niñas ni mujeres. Para el caso de pedófilos homosexuales, las zonas mostraron actividad sólo con imágenes de niños, pero no con adultos.

Estos resultados dan luces sobre como zonas específicas de nuestro cerebro trabajan en tareas tan cotidianas como distinguir rostros de personas, ya sea basadas en su sexo como en su edad, y las implicancias en el comportamiento de nuestra especie. Otros estudios también han mostrado que independiente de la orientación sexual de la persona, al observar estímulos eróticos, las áreas de cerebro involucradas son casi las mismas.

Sin embargo, con este estudio varias preguntas quedan abiertas, como cuales son los mecanismos que provocan esta respuesta anormal en el cerebro de pedófilos. Estas respuestas anormales, ¿se desarrollan durante la niñez, pubertad o ya en la adultez? Como también nos podemos cuestionar si se pueden revertir de alguna u otra forma, por ejemplo.

Esta aproximación podría convertirse en una herramienta para detectar pedófilos a temprana edad, sin embargo, se desconoce en qué momento de la vida de estos voluntarios ocurrieron estos cambios, por lo cual desconocemos el poder predictivo de esta herramienta. También debemos distinguir que hay pedófilos que nunca cometen alguna agresión sexual como también otros que no entienden el por qué la pedofilia es un crimen.

Sin duda es un tema muy complejo, donde sería interesante a futuro poder estudiar si existen otras eventuales herramientas para detectar las probabilidades de ofensa a menores, lo que nos podría ayudar a evitar ataques o al menos disminuir su frecuencia. Un interesante estudio sueco, que duró más de 37 años, encontró una fuerte carga genética en casos de hombres abusadores sexuales tanto de adultos como de menores de edad. Sin embargo, son necesarias más investigaciones que permitan responder interrogantes como si existen genes específicos que causen estos comportamientos o si bien éstos se “activan” con algún detonante en particular.

Fuentes originales: http://rsbl.royalsocietypublishing.org/content/10/5/20140200

http://ije.oxfordjournals.org/content/early/2015/04/05/ije.dyv029.full

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