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«Mi amiga Gladys», el libro póstumo de Lemebel sobre su intensa amistad con la ex secretaria general del PC Libro póstumo contiene crónicas escritas entre 1999 y 2008

«Mi amiga Gladys», el libro póstumo de Lemebel sobre su intensa amistad con la ex secretaria general del PC

Fue su compañera de penas, amores, victorias y derrotas. El libro narra, entre otros, cómo compartieron un 18, una visita a la ópera y el apoyo del artista en la campaña presidencial de 1999, además de la legendaria entrevista radial en que se conocieron.


Un retrato de un «un amor batallante, un amor de improviso», en palabras de Pedro Lemebel, es «Mi amiga Gladys» (Editorial Seix Barral), un libro póstumo del escritor y artista visual sobre su amistad con la líder comunista Gladys Marín.

La obra de 99 páginas, con un prólogo de Carmen Soria, recoge varias crónicas escritas por el autor entre 1999 y 2008 en medios como La Nación, The Clinic y Punto Final, entre otros, incluida una entrevista en Radio Tierra  cuando conoció a «La Gladucha», como él le decía cariñosamente, mientras era candidata presidencial. También las palabras que escribió el artista en el primer aniversario de la muerte de su amiga, fallecida en 2005.

Todos los textos y las fotos que integran la obra fueron seleccionadas por el propio Lemebel, antes de morir, según aclara la editora del libro, Josefina Alemparte, en la introducción.

«Lemebel recorre con infinita ternura la historia de esta amistad, sin dejar de clavar su mirada punzante en el marco político en que se desarrolló la ‘negociada transición’ chilena», señala la reseña editorial. «Un libro bello e íntimo que relata escenas entrañables como un paseo a la ópera o una Navidad en Andacollo, así como los entretelones de una colorida campaña presidencial».

Amistad excepcional

La amistad del escritor y Marín fue sin duda excepcional. Aunque Lemebel conoció a su partido prácticamente desde niño, en su infancia en una población de la comuna de San Miguel, nunca militó.

«Yo al partido me acerqué más cuando conocí a la Gladys Marín, ahí tuve la experiencia de descubrir esa ternura rebelde de ella», dijo al periodista Osciel Moya en 2011. «Un día le dije: ¿Gladys tú quieres que ingrese al partido? Ella me miró con esos ojos cargados de inteligencia tremenda que tenía y me dijo: ‘No, estás bien así porque así puedes ser crítico’. Mi amiga era irrepetible y maravillosa».

Aunque se autodefinió como «pobre, comunista y maricón», la relación del escritor con el PC fue compleja, entre otros porque también allí había homofobia. Por eso fue tan importante su relación con Marín, que no sólo lo aceptó, sino lo quiso mucho. Todo en una época en que la organización estaba fuera del Congreso y mantenía intacta su crítica a las banderas del neoliberalismo y la impunidad que enarbolaban la Concertación y la derecha opositora.

Gladys no tenía ningún problema con los homosexuales. Lo dijo en la entrevista radial que le dio a Lemebel, y que reproduce el texto: «Yo no persigo a ningún ser humano en la tierra y los homosexuales, lesbianas y transgénero, todos son solo seres humanos y como tales se tienen que asumir (…) Que en una época el en el partido, como tú dices, estaban ahí ocultos, sin poder darse a conocer, y se salieron algunos, yo lo lamento mucho, mucho».

Amistad a prueba de balas

La amistad entre ambos fue a prueba de balas. Un ejemplo fue lo ocurrido en la Feria del Libro de Santiago de 1999, cuando Lemebel entrevistó a Roberto Bolaño, que lo había llenado de elogios por su literatura.

Al autor de «Los detectives salvajes», que atacaba con igual furia a derecha a izquierda, le cayó tan mal la presencia en el público de Marín, a quien Lemebel saludó desde su puesto, que su comparecencia se agrió por completo y al término del encuentro acusó a Lemebel de armar «una encerrona» y preguntó qué hacía allí «esa mujer estalinista».

Puesto a elegir, Lemebel no se equivocó. Entre un Bolaño cada vez más famoso y su amiga de siempre, esa mujer de provincia que estudió para ser profesora normal, que participó en mil luchas de las Juventudes Comunistas y que en la dictadura sufrió el secuestro y la desaparición de su esposo, Lemebel optó por ella. «Jamás me arrepentiré de haberla elegido, mi corazón no es un libro abierto», escribe el autor en «Mi amiga Gladys».

Las razones de este amor

Ya la primera crónica homónima del libro, Lemebel explica las razones de este amor, cuando se pregunta «desde qué lugar se podrá perfilar el peregrinaje de esta mujer, sobrevivida a las brasas históricas que aún humean el ocaso del pasado siglo».

Allí cuenta cómo, al igual que tantas mujeres, Marín torció «su destino doméstico», y cómo luchó en una época de lucha del siglo XX donde la líder «se jugó la vida en verso y lucha, sangre y esperanza, represión y reacción armada».

En «Inolvidable rareza», Lemebel recuerda cómo ella lo acompañó en el famoso «Lemebelazo» ocurrido en 2000, cuando el autor, entrevistado por el periodista pinochetista Pedro Carcuro en su programa «De Pe a Pa», al término del programa rindió «un homenaje a todas las mujeres torturadas en la dictadura de Pinochet a nombre de tu hermana Carmen Carcuro», una ex militante del MIR.

Lemebel también recordará cómo acompañó a su amiga en la campaña presidencial en el «Tren de la Victoria» que emulaba el usado por Salvador Allende en su campaña de 1958, donde recorrieron el sur de Chile, acompañados de militantes del PC. En los actos Marín era acompañada por Lemebel y otros artistas, que cantaban o daban un discurso.

Rememorará una ceremonia en Temuco, donde «un grupo de machis iniciaría a Gladys», y también que tras hacer una elección presidencial digna «a Gladys la seguí viendo a menudo ocupando las calles del descontento. También estuvo junto a mí, en todo momento, en los sucesos luctuosos que abofetearon mi vida y de los cuales aún no me recupero».

O esa Navidad en Andacollo, adonde ella siempre los invitaba para celebrar la fiesta religiosa de la Virgen de Andacollo, otra muestra de su heterodoxia, y a la cual acudiría finalmente sin ella, aquejada por un tumor cerebral, para rezar por su salud. O la visita conjunta al Teatro Municipal de Santiago para ver la ópera de La Traviata, tras una invitación del sindicato, donde tras el aburrimiento de Lemebel, en un gesto cómplice, Marín argumenta la necesidad de una reunión para abandonar el lugar.

Gladys llevando a un Pedro trasnochado a la marcha del Once… Gladys y Pedro celebrando el Dieciocho en la «La chingana», la fonda del PC en el Parque O’Higgins…

«Aún no resucito de la noche cruel en que te fuiste, niña mía», escribe Lemebel en la última crónica del libro. «Este corazón atolondrado no se convence cuando le digo que nunca más reiremos juntas, nunca más lloraremos juntas, nunca más marcharemos juntas, nunca más pelearemos juntas por los avatares justicieros de esta patria(…). Hace un año que no estás y parece un siglo. Hace un siglo que te fuiste y cada noche dejamos la puerta entreabierta por si quisieras regresar», la misma puerta por la cual muchos quisieran que volviera el propio Pedro.

 

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