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Chileno reconocido entre los 50 mejores profesores del mundo dicta cátedra: «Tenemos que humanizar la educación»

Originario de Valdivia, este profesor de Biología fue reconocido en Dubai como uno de los mejores profesores del planeta por sus métodos de participación en sala de clases. No cree que calidad de la educación sea igual a entrenar a los niños para que integren 650 objetivos de aprendizaje en solo un año. «Yo no puedo. Nadie puede», afirma. Está a favor de una reforma a la educación, pero una con sentido, en que se escuche a los profes y se les considere a la hora definir los programas de formación y valida la educación rural, con chicos de distintas edades, como método más eficaz que el que se hace en la ciudad.


Mario Santibañez (Valdivia, 1986), nacido y criado en Valdivia, donde estudió Biología, fue elegido este año como uno de los 50 mejores profesores  del mundo, como finalista del Global Teacher Prize, que entrega anualmente un millón de dólares de a través de la Fundación Varkey GEMS, en Dubai.

El máximo premio recayó este año en la canadiense Maggie MacDonnell, en una ceremonia realizada el pasado 19 de marzo en el emirato petrolero. Allí también estuvieron el profesor Eligio Salamanca, un profesor rural de la localidad de Quelhue, en la Región de la Araucanía, de 48 años, y Santibañez, de 31, un valdiviano que hasta hace poco se desempeñaba en un colegio vulnerable de la comuna de Recoleta.

«Vi que en países muy diferentes, con otros contextos, nuestros objetivos siempre son los mismos: sacar el máximo potencial humano, a través de una relación humana», dice Santibañez sobre la experiencia de dos semanas en Dubai.

«La ganadora (Maggie McDonnell) salía a trotar con sus alumnos, arreglaban bicicletas, hacían desayunos juntos. Había procesos educativos en todo lo que hacía, pero desde un enfoque humano. Los mejores profesores del mundo se enfocan en la comunidad: había un profesor de Brasil que creó con sus alumnos unos filtros para descontaminar el agua. La educación no es sólo lo que pasa en la sala de clases, sino todos los procesos que pasan alrededor», dice.

Con los otros profesores de Latinoamérica -Argentina, Brasil, Venezuela y Colombia- Santibañez además formó un grupo con el cual espera trabajar en el futuro.

«Nosotros vemos la educación como el factor más importante para el desarrollo de nuestro continente y el factor decisivo para que los niños logren alcanzar sus sueños», cuenta entusiasmado. «Decidimos crear instancias de trabajo colaborativo. En algún momento de este año vamos a tener una clase de yoga desde Bogotá que se va a replicar en nuestros países. Luego haré juegos por Internet con los mismos países. También queremos fomentar la elección de representantes en los países latinos que no tienen ningún nominado al Global Teacher Prize, para que todas las voces del continente se escuchen en Dubai».

Actualmente los docentes están elaborando su misión y visión como grupo de profesores. Quieren que su voz «como profesores sea importante y signifique algo para el continente».

La experiencia en Recoleta

Santibañez se desempeñó los últimos cuatro años como profesor de ciencias en el Liceo Instituto Tecnológico y Comercial de Recoleta, un colegio gratuito técnico profesional, administrado por la Cámara de Comercio a través de la Fundación Comeduc, donde el 90% de los alumnos proviene de hogares vulnerables y muchos de origen migrante, y que estuvo a punto de cerrar.

Fue uno de ellos el que postuló al premio mundial a Santibañez. El joven Javier Camaño pasó de repitente en enseñanza media a ser hoy estudiante de Sicología.

[cita tipo=»destaque»]»Los programas de formación pedagógica, las carreras de Pedagogía, están sustentados sobre una base equivocada, que es la visión académica de los investigadores. Tiene que estar completamente sustentada en lo que hacen los profesores en el aula. No estoy contra la investigación académica, creo que es importante, pero no puede ser la base de cómo creas política pública, que debe construirse a partir de la realidad. Es como el censo, no sirven las muestras. Si hacemos política pública, tiene que ser con todos los miembros de la comunidad educativa. Cuando esto cambie, tendremos buenos resultados. Debe haber un registro de lo que sucede en las comunidades educativas de todo Chile y ser el sustento de cómo formamos a los futuros profesores», sostiene Santibañez[/cita]

Él fue uno de los tantos niños que Santibañez se ganó a punta de experimentos… y afecto. Tuvo tanto éxito que, aparte de algunos premios que se ganó con sus alumnos, ahora el alcalde Daniel Jadue lo contrató para que replique su modelo de enseñanza a nivel comunal.

Un éxito que, en palabras de Santibañez, a quien la pasión por su oficio se le sale por los poros cuando habla, hubiera sido imposible sin el apoyo de los directivos, sus colegas, los apoderados y los propios alumnos. Una comunidad que decidió apostar por su escuela e incluso pasó de ser un colegio que todos descartaban a uno que, tras cambio de nombre e incorporación de un manual de convivencia, entre otros, ahora ha visto aumentar su matrícula.

Un 80% de repitentes

Aunque suene increíble, en Recoleta no sólo debutó como profesor, sino que además por primera vez tuvo un trabajo formal, con contrato, aunque fuera mínimo: hasta entonces, como científico, sólo había boleteado.

Asumió un primero medio, con un 80% de repitentes y altísima vulnerabilidad. «Tenemos niños que tienen al papá en la cárcel, niños abusados, niños que han delinquido, niños que están en la droga, niños abandonados, niños de escasos recursos, con sus familias, más un alto porcentaje de inmigrantes: de Perú, República Dominicana, Bolivia, Venezuela, Colombia y Argentina. Con esos antecedentes, la máxima aspiración conmigo era mantener a los niños dentro de la sala», rememora.

Santibañez vio desertar a muchos profesores que, al cabo de un día o una semana, sentían que no se la pueden con una realidad tan compleja.

«No es fácil educar en vulnerabilidad, al principio afecta mucho», admite. «Primero no conoces a los alumnos y ellos no te conocen, entonces no se abren mucho. Hay una reticencia a contarte una realidad, de por qué llegan tarde, cansados o enojados. Algunos no comen o no pueden dormir, porque comparten una cama varias personas».

Destaca que la confianza se dio a medida que fue generando vínculos. «Al mes de llegar desarrollamos con los alumnos un trabajo en el aniversario del colegio. Les propuse que creáramos un huerto en la zona de áreas verdes, que estaban súper abandonadas, con malezas y basura. Yo empecé a limpiarlo, y como me vieron trabajando, se sumaron muchos. Ese fue el detonante de una buena relación: me vieron haciendo las cosas. No es que yo estaba sentado en una mesa , mandándolos a limpiar. Enseñé con el ejemplo».

El colegio tenía harta violencia en ese momento, en 2013. Había muchas peleas y robos dentro del colegio. Ese año también asumió un director nuevo. Tenía dos posibilidades: o recuperar el colegio o cerrarlo. En 2014, el directivo generó una campaña, cambió el nombre del colegio, el uniforme y generó un nuevo manual de convivencia escolar.

Gabriela Mistral y la educación rural

Al contrario de los que pudiera creerse, los inspiradores de Santibañez no son Finlandia o Singapur, sino Gabriela Mistral y la educación rural.

«Ella para mí es un referente. Brilló como mujer cuando la mujer como tal no era valorada, a pesar de ser del campo y su probable condición sexual, que ocultó para evitar la condena social. Fue reconocida mucho más en el extranjero que en Chile. Se le negó mucho tiempo el título de profesora, a una mujer que ejercía la docencia con buenos resultados, mucho compromiso, una tremenda calidad literaria», dice.

Para él, debería haber un premio anual Gabriela Mistral del gobierno para la mejor profesora y o profesor de Chile.

¿Qué es un buen profesor?

«Un buen profesor domina el conocimiento que enseña, las técnicas de enseñanza, que sea resilente -porque educar niños no es fácil-, genera espacios colaborativos, genera conocimientos y puede identificar las potencialidades de los niños», responde.

«No cualquier puede ser profesor, la buena intención no basta: hay que tener profesionalismo, conocimiento y trabajo efectivo. La libertad para desarrollar el quehacer también es súper importante. Yo agradezco muchísimo al director, siempre me dio los espacios», señala.

En cuanto a la escuela rural, explica su preferencia porque cree «en la educación multinivel, donde se trabaja por proyecto, todas las asignaturas están vinculadas y los niños son de distintas edades».

«Ahí, con un profe, tienes excelentes resultados. ¿Qué queremos, niños estresados por la meta que hay que cumplir, como en Singapur? ¿O niños felices como en el campo? Si revisas los resultados Simce, a la mayoría de las escuelas rurales les va bien», destaca.

Reforma y formación docente

Esta visión le hace creer que la Reforma Educacional es un paso, «más bueno que malo, pero necesitamos llegar más lejos».

«La reforma tiene que pasar por los profesores, está bien mejorar los sueldos, pero no es lo único que queremos. Queremos que nuestro quehacer se vea reflejado en los programas de formación, igual que las horas no lectivas. Nos piden ser profesores críticos y reflexivos, ¿pero a qué hora puedo evaluar mi quehacer, conocer a mis estudiantes, preparar nuevos materiales?», se pregunta.

«Hay que escuchar más a los profes. Es absurdo que se pretenda que un niño de quinto básico tenga que aprender 650 objetivos de aprendizaje en un año de vida. Yo no puedo, creo que tú tampoco. ¿Qué felicidad le genera a a un niño de quinto básico que los aprenda? Eso tiene que ser aterrizado y más coherente con el desarrollo de un niño. Además deberían estar coherentemente entrelazados», critica.

Por lo mismo, Santibañez es crítico con la formación docente.

«Se sustenta sobre investigaciones académicas llevadas a cabo por investigadores que lamentablemente están muy alejados de la realidad cotidiana de la escuela. Yo era científico y sé que una investigación toma fotografías de la realidad y las analiza después, pero la educación requiere más que eso. Requiere que entiendas el contexto y la cotidianeidad. Las investigaciones educativas, que debe haber algunas buenas, tiene que estar cien por ciento en una comunidad educativa, contar con un porcentaje alto de participación de los actores de la comunidad escolar. No puede ser un investigador ajeno, que toma la fotografía y se va a generar resultados que luego se usan para hacer política pública, olvidando lo que ocurre realmente», dice.

«Los programas de formación pedagógica, las carreras de Pedagogía, están sustentados sobre una base equivocada, que es la visión académica de los investigadores. Tiene que estar completamente sustentada en lo que hacen los profesores en el aula. No estoy contra la investigación académica, creo que es importante, pero no puede ser la base de cómo creas política pública, que debe construirse a partir de la realidad. Es como el censo, no sirven las muestras. Si hacemos política pública, tiene que ser con todos los miembros de la comunidad educativa. Cuando esto cambie, tendremos buenos resultados. Debe haber un registro de lo que sucede en las comunidades educativas de todo Chile y ser el sustento de cómo formamos a los futuros profesores», sostiene Santibañez.

La importancia del vínculo

Santibañez destaca que el tema de la relación, del vínculo, siempre fue constante. «Ellos confían en mí, me respetan, entonces puedo hacer mi clase. Además les doy el espacio para que puedan abrirse para contar sus experiencias, buenas y malas».

«Todo lo que ocurre en la sala, los niños se lo transmiten a los papás, los tíos, los abuelos. Siempre se sabe. Hay que ser super honesto. Como me ves contigo, soy con mis papás, con mis parejas, y con los niños también. No intento ponerme una mascarilla y ser otra persona. Intento ser yo mismo, transparente y honesto. Ellos lo agradecen. Eso para ellos es una muestra de respeto, y si tú los respetas, también te respetan a ti.  Una cosa importante que ha marcado mi gestión pedagógica es que lo que le pido a los niños, también lo doy. Si quiero que trabajen, yo también trabajo».

Las alianzas con grupos externos son fundamentales. «Explora, por ejemplo, tiene un set de cientos de experimentos que puedes replicar, tienen proyectos donde te entregan los materiales. Yo recibí tres baúles de materiales y los usé todos, no queda nada de eso. La Universidad de Chile también nos donó algunos materiales».

«Tiene que ser una mezcla entre tu interés, el interés de los niños, el apoyo de las instituciones, las propuestas de los colegas. Lo más importante es reconocer que uno no lo va a hacer solo. No es el profesor contra el mundo. Es el profesor con los niños, con los padres, con los colegas, con organizaciones externas, con el gobierno, todos juntos remando para el mismo lado, en pos de la educación de los niños, eso es lo que nos convoca».

Pronto los resultados empezaron a verse. Los porcentajes de asistencia del colegio pasaron de una muy baja, con mucho ausentismo, a estándares altos.

«Fue algo colectivo y ahí está la respuesta. La comunidad tiene que decidirse por un paradigma, donde va a pararse y hacia dónde va a ir. Si la comunidad no hace este trabajo, la educación no tiene sentido. Sería replicar conocimientos, y para eso están los libros y la Internet. Las comunidades deben tener autonomía para desarrollar proyectos de aprendizaje. Las reformas actuales apuntan hacia allá, aunque no tanto como quisiéramos», dice.

«Todo se logra con un trabajo en conjunto, con todos los colegas. Tengo colegas maravillosos en Recoleta super comprometidos con la educación de calidad», asegura.

¿Qué es la calidad?

«La hemos definido, como grupo de colegas, como un aprendizaje significativo, efectivo y afectivo. Tiene que tener un sentido, un vínculo. No necesariamente del profesor con los estudiantes, puede ser entre ellos, la familia con los estudiantes y los profesores, con la comunidad. Cuando generamos un proyecto que abarca todas estas dimensiones que están alrededor de la escuela, tienen mucho más efectividad y afectividad también. Eso es calidad».

«Afectividad se refiere a que tenga sentimientos, que te genere algo. Que no sea una experiencia vacía, sino emotiva, con sentimientos. Tenemos que reconocer los sentimientos como algo de la especie humana. En el colegio lo hemos conversado con desde el director hacia abajo. Tiene que haber sentimientos en la educación. Somos seres sensibles. Si no le ponemos sentimientos, no es humano. Tenemos que humanizar la educación, humanizar el trabajo en la sala de clase».

La base de la educación para ellos es»educar en amor». «Así lo definimos nosotros, quiere decir que nosotros ponemos nuestros sentimientos y también se lo exigimos a nuestros estudiantes, para que tenga un significado real la educación».

Obviamente hay personas que están en desacuerdo con esta política. Santibañez cuenta que hay profesores y directivos a los que no les gusta mucho abrirse con los estudiantes, decir si son solteros, casados, con hijos, en qué comuna viven, donde estudiaron. «Súper cerrados».

Para ellos «es un trabajo de la sala y chao. Yo no creo en eso. Pienso que somos seres humanos, que nos es permitido tener familia, sentimientos, un lugar en el mundo, y compartir eso con los estudiantes es super significativo. No significa tampoco ser amigo de cada uno de tus estudiantes, sino que igual como realizamos nuestras relaciones con adultos estamos más abiertos a algunos que van a ser más sensibles a ti y otros menos, pero cordialidad siempre, respeto sobre todo y que tenga un sentido la educación».

La receta del éxito

Santibañez, por su parte, logró enganchar a sus alumnos con la ciencia. Por ejemplo, insta a los niños a buscar experimentos en Youtube y luego los replican.

«En el segundo año ya tenía un taller de ciencias. Con él hicimos algunos experimentos en la misma área verde que teníamos. A través del trébol  generamos fertilización natural de vegetales».

Ese trabajo los expusieron con cinco alumnos en la Primera Feria Medioambiental de Santiago y ganaron una mención honrosa. Eso marcó un precedente. Luego consiguieron invitaciones del Ministerio del Medio Ambiente a Espacio Riesco, a una exposición internacional de tecnología. Un evento gigante, con personas de todo el mundo. Eso marcó otro hito.

Después construyeron un calentador de agua solar con botellas plásticas desechables. Para eso hicieron una campaña de recolección de botellas, las limpiaron, las prepararon, armaron la estructura, y con eso proveían de agua caliente a los camarines.  Lo postularon en un concurso de innovación del Banco Santander y ganaron el primer lugar, que consistía en un laboratorio de computación completo, para el colegio.  Los niños ya creían que podían hacer cosas y más se sumaban.

Todo eso permitió que el programa científico Explora les permitiera unirse a su circuito de ciencias de la ciudad. Fueron científicos a exponer sus trabajos al colegio, tal como lo hacen en la universidad.

«Muchos niños nunca habían hecho nada de ciencia y les demostré que con una botella plástica podemos hacer muchas cosas, demostrar ciertos fenómenos con un jugo en polvo. Un apoderado donó un refrigerador e hicimos aceite congelado: podía mostrar un vaso de agua, con el hielo que flota, y un vaso de aceite líquido con un cubo de aceite congelado que se hunde, porque la densidad es distinta. Así explicamos el principio de densidad. Son cosas sencillas, pero hay que tener creatividad y voluntad».

El éxito además hizo que el alcalde Daniel Jadue lo llamara para trabajar en la municipalidad para replicar el modelo en toda la comuna.

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