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Ignacio Agüero, documentalista: «La ley antiterrorista es una provocación a la dignidad de los cineastas, aunque la mayoría de ellos ni lo sepan» El director de «El diario de Agustín» se prepara para estrenar «Como me da la gana 2»

Ignacio Agüero, documentalista: «La ley antiterrorista es una provocación a la dignidad de los cineastas, aunque la mayoría de ellos ni lo sepan»

Patricio Olavarría
Por : Patricio Olavarría Periodista especializado en Política Cultural
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Hace más o menos 30 años Agüero filmó «Como me da la gana», para inmiscuirse en rodajes que se filmaban en plena dictadura y preguntar qué sentido tenía hacer cine en aquellos tiempos. Hoy, el realizador continúa con esa búsqueda y en ese ejercicio repara en los casos de censura y requisamiento de material en la zona de la Araucanía donde asegura que el Estado no permite retrato de ningún tipo. «Por un caso así en dictadura varios ya se habrían encadenado frente a los tribunales».


Ignacio Agüero (1952), Director de Cine, guionista y productor puede hablar con mucha autoridad sobre el oficio del documentalista, y por qué no decirlo también de todo el trabajo cinematográfico desde donde ha desempañado una filmografía que tiene un alto reconocimiento en Chile y otros países del Mundo. Sin ir más lejos, el director de “No Olvidar”, y la mítica “Cien niños esperando un tren” en donde retrata con fidelidad y belleza un taller de cine realizado por la profesora Alicia Vega en una población en los bochornosos años de dictadura, también trabajó como actor en algunas de las últimas películas de Raúl Ruiz y recibió el 2015 el Premio Prince Klaus.

Con sutil ojo político, fue uno de los directores y editores de la franja del NO, y hace algunos años dio un golpe a la cátedra con “El Diario de Agustín”, que grafica al El Mercurio como un cómplice del Golpe Militar y la represión y violaciones a los Derechos Humanos.

Quitado de bulla y lo más lejos posible de toda comparsa, Agüero toma nota de lo cinematográfico instalado con cámara en mano y prepara una nueva película que se llama “Un día” y que filma desde una esquina próxima a su casa, considerando siempre que el trabajo documental es un juego en donde hay incredulidad, preguntas y por sobre todo un ejercicio creativo.

-Por qué vuelve a “Cómo me da la Gana” y por qué regresa a estos ítems dentro de su biografía como documentalista.

-¿Por qué? Por ganas de poner en escena lo que me estaba dando vueltas que era el hacer cine sin estar obligado a contar una historia, ganas de buscar en la propia película qué es lo propio cinematográfico, y para eso era muy buena idea volver a interrumpir a los cineastas para partir desde el lugar donde se cocinan las películas, el set, el rodaje, hacia una exploración en torno a esta pregunta. Esta vez, a diferencia de hace 30 años, en que también ponía en escena una pregunta, la película va mucho más allá de preguntar a los cineastas. Esta vez ellos son una pequeña parte del metraje y lo más largo es la propia película preguntándose a sí misma dónde está el cine en las películas. Entonces no se trata de un regreso sino de usar el recurso de la interrupción de Como me da la gana de 1985 para trabajar otras cosas.

-Cree que la forma de hacer documentales ha cambiado desde la época en que se inició con su filmografía en los años 80

-Han cambiado las máquinas y eso cambia las cosas, por supuesto. En Como me da la gana II sobre el soporte digital hay varios otros soportes originales: está la película 8mm., la película 16mm., el Hi8 digital, el DVCam, el digital del Iphone, todo mezclado como en un mural de diversas texturas, cuestión imposible de hacer cuando el único soporte era la película, el negativo, en Como me da la gana de 1985. Por otra parte, cuando filmo en Cuba a la cineasta iraní Roya Eshraghi, eso fue una ocurrencia del momento para lo cual simplemente saqué el teléfono del bolsillo. No fui a Cuba a filmar nada, pero estando allá me meto la mano al bolsillo y obtengo una escena para la película. Entonces sí, claro que ha cambiado, y eso es el tiempo que puede transcurrir entre pensar una escena y filmarla que se ha reducido a segundos. Cuando Jerónimo Rodríguez filmó El rastreador de estatuas con su teléfono la única acción de producción era no olvidar echarse el teléfono al bolsillo. Pero lo principal, la actitud del documentalista, que es estar en el momento adecuado en el lugar adecuado con la cámara lista no ha cambiado. Pedro Chaskell no sacó la cámara del bolsillo, porque las Bolex no caben en un bolsillo, e igual filmó los aviones bombardeando La Moneda. No es solo la captura de las imágenes lo que hace a un documentalista, sino pensar y crear forma. Eso hizo Patricio Guzmán en La batalla de Chile con Chaskell en el montaje. Cuántos miles de imágenes se han capturado del movimiento estudiantil desde el 2011 y sin embargo apenas podemos nombrar un par de documentales.

-Si en esa ápoca el documental, tuvo a mi parecer, un rol político importante como retrato y radiografía de los acontecimientos que se daban en dictadura, cuál sería esa radiografía hoy en Chile y cómo cree que se expresa en los documentalistas de nuevas generaciones?

-No lo sé, pues hoy se hacen muchos documentales, demasiados, y no los conozco. En la dictadura se hacían muy pocos y era posible conocerlos todos, aunque fuera en circuitos marginales. Lo que pasa es que la marginalidad era el medio, todo era marginal, vivíamos en el margen. Cuando dices “acontecimientos que se daban en dictadura “, la frase remite a hechos en relación a la represión y a la lucha contra la dictadura y ahí están todos los registros que se hicieron de eso. Destaco los videos sobre el Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo y sus acciones, y todo el trabajo de Pablo Salas incluida su “Somos más” también con Pedro Chaskell. Todo eso tuvo mucho valor y queda como testimonio histórico. Pero hubo también otro tipo de documentales que van por otro lado. Retengo “Pepe Donoso” y “El Charles Bronson chileno, o idénticamente iguales”, ambos de Carlos Flores, “Cachureo” de Guillermo Cahn. Hoy creo que se reproduce más o menos lo mismo. Se hacen muchos documentales que tienen el propósito de denunciar el abuso provocado por las grandes empresas que dañan el ecosistema y a las personas, y el abuso de la fuerzas de represión en contra de manifestaciones de estudiantes o comunidades organizadas y por otra parte documentales de mayor profundidad y peso que sobrepasan el registro editado de acontecimientos y trabajan mucho mejor el daño que a cada momento va produciendo el estado de las cosas y las relaciones de poder. Pienso en, entre otros, “Cuentos sobre el futuro” de Pachi Bustos y en “Si escuchas atentamente”, de Nicolás Guzmán. Documentales hermosos, profundos, dolorosos. El documental siempre será un retrato de su tiempo, aunque no se lo proponga.

-El documental siembre será un retrato de su tiempo

– Sí, pero cuestión aparte es lo que ocurre en la zona Mapuche donde el Estado chileno no permite retrato de ningún tipo. Ya son varios los casos de requisamiento de material filmado por parte de fiscalías que actúan en virtud de la ley antiterrorista, imputando a cineastas que pretenden conocer y visibilizar la durísima represión sobre comunidades Mapuche. Hoy está imputado con todo su material requisado el joven cineasta Vicente Montecinos. La ley antiterrorista es, entre otras cosas, una provocación a la dignidad de los cineastas, aunque la mayoría de ellos ni lo sepan. Por un caso así en dictadura varios ya se habrían encadenado frente a los tribunales. Hoy la dispersión, la indiferencia y la distracción es demasiado grande.

-Cómo se siente usted desde su lugar como documentalista con respecto de los últimos 40 años de la historia de este país. Un testigo, un narrador silencioso.

-No, yo he hecho algunos documentales no más, que en 40 años son muy pocos como para pretender haber sido un testigo o narrador silencioso de ese tiempo. Lo interesante es que tras o durante la realización de cada documental aparecen las ideas de varias películas de ficción, pero finalmente termino haciendo otro documental. Cada documental es como la semilla de muchas ficciones. Lo que pasa es que el documental es muy fascinante como ejercicio de creación y uno de los aspectos fascinantes es que no se tiene el control total como se tiene en la ficción. Se tiene una parte del control y la otra parte es desconocida, impredecible y azarosa. En la ficción se da una relación de dominación. En el documental se da una relación de seducción. Cuando miras por la cámara en la ficción estás evaluando si está bien o está mal. En el documental estás sorprendiéndote ante lo que ves, porque no has dicho “acción”. La acción venía de antes.

-Desde su perspectiva cómo se define a un documentalista y cuáles serían las características de este oficio.

-Un documentalista es un mirón, un preguntón, un perplejo, incrédulo y juguetón. También es un actor porque hace como que no está filmando. Creo que por ahí va la cosa. Principalmente un creador, no un simple registrista o documentero. Un estratega de la captura. Finalmente, un cineasta, alguien que piensa con el cine, con las imágenes, y que no sabe qué tan documentalista es, aunque lo clasifiquen así. Alguien que sabe que el documental es tan ficción como documental es la ficción.

-Usted también trabajó en la franja electoral del NO. Cómo vio a la luz de su visión e imaginario documental este momento de Chile.

-Sí, fui uno de sus directores y también editor, y como tal estuve tres meses encerrado recibiendo y revisando material que nos llegaba de todo Chile. Todo el que sabía filmar en Chile trabajó para la franja del NO salvo dos o tres que trabajaron para la otra franja. Era completamente fascinante ver a todo el pueblo levantándose y rebelándose en contra de una tiranía militar y cómo se paralizaba todo el país durante los veinte minutos diarios de franja porque la mayoría de la población gozaba viendo como el dictador se achicaba. Fue un goce social masivo profundo, como un orgasmo de 30 días de duración de 8 millones de personas.

-Eran días de mucha adrenalina social y en donde se respiraban, cierta épica, una suerte de heroísmo de época ¿Cómo ve las actuales coyunturas políticas en ese sentido?

-En ese tiempo los políticos eran denostados, también encarcelados y relegados, luego de haber sido asesinadas varias cúpulas políticas del Mir, socialistas y comunistas por Pinochet y el régimen y El Mercurio y por otros políticos que hoy conforman principalmente la UDI. Había que reponerles el prestigio, reponer el prestigio de la política, y en eso la población participaba y creía en ellos y en los partidos. Es curioso que Pinochet, como político, trató que se repudiara a los políticos y que hoy los políticos que lo derrotaron lo hayan logrado. La población, claro, quedó más sumisa después del apaleo.

– Ignacio como logra sobrevivir el documental en una sociedad tan dada al olvido y a no poner la verdad en palabras. Cómo enfrenta el documentalista el olvido.

-Mi primera película ya fuera de la escuela de cine se llamó “No Olvidar” y la firmé como realizada por el grupo “Memoria”. Todo esto en 1982, antes de que se hablara del olvido y de memoria. Era la película sobre los crímenes de Lonquén. El cine es en sí mismo un acto de memoria. Captura y conserva imágenes. Por el lado de los cineastas no hay problema porque siempre estarán filmando, capturando imágenes para congelarlas. La pregunta entonces no es cómo el cineasta o el documentalista enfrenta el olvido pues lo hace todo el tiempo, su trabajo es ese. La pregunta es cómo la sociedad lo enfrenta. Y en esto los políticos y la prensa tienen mucho que ver.

– En qué proceso se encuentra como realizador desde el lenguaje y qué sería para usted lo “cinematográfico”

-Estoy comenzando el rodaje de mi nueva película, un documental que se llama “Un día”, que filmo en la esquina próxima a mi casa. Ese será el centro de operaciones que nos llevará a distintos puntos. Lo hago como si fuera mi primera película, como un niño frente al silabario, pero no el de a,e,i,o,u, sino el de o,i,a,u,e. Respecto a la pregunta de qué es lo cinematográfico no tengo ninguna intención de responderla ni de respondérmela porque es la pregunta con la que hago y he hecho todas mis películas, y cada vez que atisbo una respuesta ésta queda chica de inmediato entonces vuelta a hacer la pregunta otra vez. Y al mismo tiempo pensando otras películas y trabajando en ellas también. Pero si me fuerza un poco le puedo decir que lo cinematográfico es lo que el cine hace por su cuenta fuera de la historia que se está contando porque el cine no está en las historias sino en las imágenes que quieren salirse de ella.

-En el estreno estaba presente Alicia Vega. Qué representa para usted y como se sintió.

-Cuando la directora de la cineteca nombró a Alicia Vega, la sala se desbordó en aplausos. Alicia Vega debiera ser, qué duda cabe, Premio Nacional de Educación. Como sabemos que nunca se lo darán, por lo menos tendrá una Fundación Alicia Vega que se lanzará ahora en agosto, y un poco más adelante habrá un sitio web Talleres de Cine de Alicia Vega, que albergará toda la experiencia tenida por ella durante más de 30 años haciendo talleres de cine para niños en todo Chile, por los cuales han pasado más de 6.500 niños. El evento de pre-estreno de Cómo me da la gana II se hizo para ella, para que ella pudiera verla. Todo lo demás es fanfarria.

-Entiendo que ella también fue su profesora de cine

-Alicia fue mi profesora de cine en la Escuela de Artes de la Comunicación. La conocí ahí el año 1974. Ella, con su rigor, finura, sabiduría y radicalidad respecto del arte y del cine, nos salvó de la tristeza y la depresión. ¿Te das cuenta lo que es ser joven y estudiar cine en un país del cual todos los cineastas han partido al exilio, donde el que manda es Pinochet, donde la DINA detiene, tortura y mata a las personas, con toque de queda y estado de sitio y en una universidad católica regida por un almirante?

-Las relaciones en esa época no solo eran clandestinas muchas veces, sino también por medio de alianzas y complicidades muy genuinas.

-Mira teníamos encuentros en su casa con sus amigos artistas y su familia, con buenas conversaciones y proyecciones de películas, y con cosas muy ricas cocinadas por ella misma, eran un oasis de belleza y esperanza en medio de la cloaca pinochetista en que vivíamos. Así llegué a la población Lo Hermida en Peñalolén a filmar “Cien niños esperando un tren”, después de haber sido su ayudante en el programa de Cine Foro Escolar en que llenaba el antiguo Normandie todas las semanas con niños de escuelas públicas, y después de haberme formado en su Taller de Monitores como un experto proyectorista de 16mm. Por ser ella pionera y visionaria al llevar el cine a los niños, desde los años duros, fue Alicia quien abrió el 1er Seminario Internacional El cine es escuela, organizado por el ICEI de la Universidad de Chile el 2014, y es sobre su experiencia que se asientan todos los esfuerzos que hoy se hacen y que apuntan a incluir el cine en la escuela como un plan nacional estatal. El Proyecto CERO EN CONDUCTA, que llevamos en el ICEI Universidad de Chile es un eslabón en esta cadena creada por ella. De nada de esto se habla en “Como me da la gana II” pero con la presencia de Alicia en su bosque, se siente.

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