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Verónica López presenta sus «memorias periodísticas»: «en dictadura se reporteaba con miedo desde la reunión de pauta» Será este miércoles en la Biblioteca Nacional

Verónica López presenta sus «memorias periodísticas»: «en dictadura se reporteaba con miedo desde la reunión de pauta»

La obra «40 años de revistas» cuenta historia de la fundadora de importantes representantes del formato en Chile como Contigo, Cosas, Caras, Revista El Sábado y Antílope. Celebra que hoy «hay estupendos periodistas jóvenes en frentes difíciles como el de la investigación y el de la opinión», pero advierte sobre «la vertiginosidad del momento, la declinación de los medios impresos y su relevo por el mundo digital, y el drama del no chequeo de fuentes».


Un libro de «memorias» de Verónica López (1946), una de las más destacadas periodistas del país, que incluye entrevistas a personajes como el dictador Augusto Pinochet, el ex agente de la DINA Michael Townley y el poeta Nicanor Parra, será lanzado este miércoles a las 12:00 horas en la Biblioteca Nacional.

Se trata de «40 años de revista – Un relato personal (1974-2014)», de Editorial Catalonia, con presentación del ex presidente Ricardo Lagos, la historiadora Sol Serrano y la periodista Soledad Onetto, en una obra que cuenta con prólogo es de la historiadora Marta Cruz Coke.

López fundó importantes revistas en Chile como Contigo, Cosas, Caras, Revista El Sábado Antílope, y además tuvo un paso en la creación de la revista Semana de Colombia. También fue jefa de prensa de TVN.

El periodismo en la sangre

Lóez señala que el libro obedece a cerrar el ciclo de una vida dedicada a armar proyectos periodísticos en formato revistas, «que empecé en el año 1974, cuando me invitan a formar parte de la creación de Contigo, y termina a fines de 2014, con una revista que se hace cargo de los nuevos tiempos digitales, Antílope«.

Su práctica periodística, en los años 68, 69 y 70, también fue en revistas: Algo Nuevo, con el legendario Santiago «Tito» Mundt a la cabeza, y Siete Días de Zig Zag, con Fernando Reyes Matta en la dirección.

Lleva el periodismo en la sangre: su bisabuelo, Guillermo Helfmann, fundó en Valparaíso la primera revista de Chile, Sucesos, en 1902, y sus hijos Gustavo y Federico (su abuelo), se hicieron cargo de la revista Zig Zag en 1919 y al alero de la Empresa Editorial Zigzag fundaron 55 revistas más, en la época de oro de las revistas en Chile (Eva, Ercilla, Confidencias, Vea, Rosita, Flash, Okey y otras tantas).

«Entonces, en algún momento había que recopilar también la historia familiar. La revista es un formato amable, que une texto y fotos que hablan, por lo tanto su gráfica es también periodismo, no es un acompañamiento al azar. Y los formatos digitales de hoy hacen exactamente lo mismo, en formato más pequeño y veloz», comenta.

«Me entretiene sobremanera la etapa de fundación, cómo armar el proyecto, qué periodistas, fotógrafos y diseñadores corresponden a la mirada y el ritmo que se le quiere dar, cómo darle una columna vertebral que le permita permanecer en el tiempo. Los cambios que atentan contra la columna vertebral desperfilan el medio y desconciertan al lector. Las ideas que se debaten en una pauta son finalmente las que conducen al medio. Nunca me gustó trabajar en el sentido vertical. La horizontalidad de opiniones, la discusión, el celo por lograr la exclusiva o la mejor investigación, constituyen el nervio central del medio», asegura.

Las «hijas emblemáticas»

De todas sus «hijas», López destaca a Semana (Colombia), CosasCaras y Sábado  del diario El Mercurio como las más emblemáticas.

Semana fue una experiencia de «periodismo total». «Me dio ánimo para seguir adelante en esta profesión pues es lejos el periodismo más libre que me tocó vivir. Su primer editorial dijo: ‘no obedeceremos jamás a presiones de ningún tipo, éste será su primer y último editorial’. Cubrió in extenso el atentado a Bernardo Leighton en Roma y, en su política interna, no tuvo miedo de entrevistar a los guerrilleros del M-19 en la propia redacción de la revista, y en seguir a la selva a las FARC, para descubrir cómo vivían y qué buscaban».

En tanto, Cosas, fundada en 1976, eligió un formato de frivolidad para combinar con entrevistas y reportajes políticos vedados en ese tiempo: el asesinato de Orlando Letelier, los generales del régimen, los políticos clausurados, los militares disidentes, los economistas «más papistas» que el Papa.

Allí destacó la entrevista al general Gustavo Leighantes que lo “echaran” de la Junta, como las entrevistas a Michael Townley en prisión, cuando confiesa haber sido contratado por la DINA para asesinar al ex canciller Orlando Letelier. También sus exclusivas a Salvador Dalí y a Henry Moore.

Elizabeth Subercaseaux, Raquel Correa, Malú Sierra y André Jouffé fueron claves en esas coberturas, recuerda López.

Por su parte, Caras fue la revista de la apertura y junto con la asunción de Patricio Aylwin.

«Buscamos volver el alma al cuerpo en los temas de cultura, resucitar el apagón que habíamos vivido por años», recuerda. «Nos volcamos a entrevistar a Antonio Skármeta en su regreso del exilio, a Raúl Ruiz en Nueva York cuando se encuentran los negativos de Palomita Blanca, al Ictus, los Duvauchelle, Silvio Caiozzi, y suma y sigue. Los temas de medio ambiente y cultura underground, con Paula Escobar».

Su otra arista fue atreverse a publicar los temas duros, los muertos de Pisagua, el testimonio de Gladys Díaz presa en Villa Grimaldi, exclusivas de detenidos y torturados en Colonia Dignidad, o la internación de armas a Carrizal Bajo.

Ahí se «lucieron» Marcia Scantlebury, María Elena Wood y Constanza López, dice, y todo esto en un formato gigante, con fotos enormes y con chilenas famosas en la portada, que reemplazaron a las «Carolinas» del jet set. Con personajes que significaban algo, que tenían algo que decir, como la viuda de Gervasio, Mónica Aguirre; las primeras teleseries con Ángela Contreras, Claudia Di Girólamo, etc.

Sábado rompió esquemas en El Mercurio con osados reportajes como Lucas Bar, de Mirko Macari.

Nadie se habría atrevido a investigar y contar sobre un casa de niñas de la noche en la barrio alto donde acudían también empresarios y políticos. También creó la serie «jóvenes líderes» que permanece hasta hoy.

Los tropiezos no faltaron. Uno de los episodios que más recuerda es su despido de la revista MasterClub por orden del ministro secretario general de Gobierno de la dictadura, Francisco Javier Cuadra, «por estar vetada por el gobierno para dirigir medios de comunicación».

También el lento peregrinar para conseguir el permiso de circulación para Caras, «donde me di vueltas y golpeé puertas durante dos años».

Finalmente, «lo que más costó y minó mis fuerzas fue descubrir que había una carpeta con mi nombre en la CNI».

El reporteo en dictadura

López desarrolló gran parte de sus carrera durante la dictadura, donde eran común las mentiras del gobierno, la censura de medios de comunicación, el encarcelamiento de periodistas y hasta su asesinato, por un Ejecutivo que nadie sabía cuanto iba a durar.

«Se reporteaba con miedo desde la reunión de pauta», asegura. «¿Lo hacemos, no lo hacemos? No se podía preguntar a las autoridades porque eso era lo mismo que no hacerlo. Ya en la revista Contigo me habían llamado al Diego Portales (1975), por entonces sede del gobierno, por la entrevista a Mary Menchaca, la viuda del general Oscar Bonilla, ministro del Interior de Pinochet, cuyo helicóptero estalló en el aire muriendo todos sus ocupantes».

«La viuda contó tal cual cómo fue el accidente, ella lo vio desde tierra, y ello implicaba atentado. Según los militares, se trataba de una falla técnica y el helicóptero habría caído y estallado en el suelo. Nos amenazaron con cerrar la revista. Lo mismo ocurrirían después más de un par de veces en Cosas«.

«Pienso que la valentía de los y las periodistas nos sacaba adelante, pues nunca vimos el peligro en serio, aunque tocó vivirlo más de una vez, quizás en lo personal. Cada vez que uno iba al Diego Portales temblaban las piernas y pensabas que quizás quedaba adentro. ¿Regresarías a casa, a los tuyos? Las amenazas provocan eso, que no es ni de cerca lo que pasaron quienes vivieron detención y tortura, pero cada vez vives más debilitada, pensando a que a la próxima sí te toca y tratas de reportear temas más ‘lesos’ durante un par de semanas hasta que te animas y vuelves a la pelea. Así era».

Las señas del periodismo chileno

Sin duda esos años también marcaron el periodismo chileno.

«A nosotros nos cortaron los dos brazos y una parte del cerebro con lo que ocurrió, así es que no es comparable la forma en que hacemos periodismo con la de los países que no sufrieron dictadura», reflexiona. «Igual pienso que nos cuesta más remontar porque de alguna manera el poder económico también influye en no atreverse a contar libremente todo lo que ocurre».

López opina que países como Colombia, a pesar de todos sus problemas de guerrilla, droga, etc, definitivamente tiene un periodismo mucho más libre. También en Argentina los periodistas son «para sacarles el sombrero».

«Pero acá no nos quedamos atrás, sólo que somos pocos, dependemos absolutamente de quién nos da el trabajo, y tenemos que luchar además con los temas valóricos, que nos convierten en una sociedad muy atrasada, temas que hoy en día pesan más que los temas políticos o económicos per se», explica.

Gracias a su experiencia, a esta altura se anima a dar consejos sobre cómo manejarse frente al poder.

«Para manejarse frente al poder habría que darse el tiempo, siempre -y no fue mi caso muchas veces- para aprender y comprender la cultura del medio donde uno ingresa a trabajar, así sea en puestos de poder».

«Siempre hay poderes más arriba. Y poderes ocultos que no se conocen. Navegar en los medios sin adaptarse a cuáles son los principios que los rigen es un suicidio. Para producir los cambios hay que aliarse con otros, de modo de empujar juntos los cambios. Los personajes solitarios tienden a perder las peleas. En todo caso, pienso que si se trabaja bien, que si se cubren los frentes y no se dejan cabos sueltos, si eres indesmentible, ganas las peleas más fácilmente de lo que uno pensaría. Y consigues el apoyo de tus pares, que es lo más difícil de conseguir a veces», remata.

Con todo, hoy cree que su generación tiene el relevo asegurado, aunque lanza su advertencia.

«Hay estupendos periodistas jóvenes en frentes difíciles como el de la investigación y el de la opinión. Pero el gran cambio está en la vertiginosidad del momento, en la declinación de los medios impresos y su relevo por el mundo digital y en el drama del no chequeo de fuentes. Todos pueden ser periodistas, con una foto, con un video, con un tweet y retweet. Y fácilmente se produce el desconcierto. Tendremos que aprender a combinar los nuevos medios con el buen periodismo. Un desafío nada fácil en tiempos de la posverdad».

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