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Adiós a la vieja democracia: asistente democrático con Inteligencia Artificial anticipa la revolución política del siglo XXI CULTURA

Adiós a la vieja democracia: asistente democrático con Inteligencia Artificial anticipa la revolución política del siglo XXI

Aunque para los políticos suena como algo lejano, ya hay ejemplos concretos: este año un robot fue candidato en una elección en un distrito de Tokio y salió tercero con su idea de acabar con la corrupción. La Fundación Tribu y El Mostrador iniciaron el camino para la realización de experiencias piloto a través de las nuevas tecnologías para fomentar el diálogo en torno al futuro de la democracia. Para ello, se invitó al físico César Hidalgo, profesor del Media Lab del prestigioso instituto MIT de Estados Unidos, a desarrollar el proyecto AIDA (Artificial Intelligence Democratic Assistants), un agente virtual personalizado «que nos ayude a digerir la información disponible de forma de poder emitir una opinión que se ajuste a los valores e ideas de cada uno, todo en una plataforma virtual abierta y revisable por todos, para evitar una manipulación».


En plena Cuarta Revolución Industrial, la tecnología no solo está transformando las comunicaciones, el modo de producción y las relaciones humanas, sino también el ejercicio de la democracia.

Esto se relaciona no solamente con el avance tecnológico, también con la crisis de representación que actualmente sufre el sistema político en distintos lugares del planeta.

«Decir inteligencia artificial suena a ciencia ficción, pero ya es algo bastante cercano», destaca el economista Tomás González, director de Fundación Tribu. «Pensemos que todos quienes usan Waze o GoogleMaps al trasladarse ya están confiando una decisión en una inteligencia artificial», explica.

La Fundación Tribu, que se dedica a promover el desarrollo de la teoría y la investigación,  junto a El Mostrador se embarcaron en la realización de experiencias piloto a través de las nuevas tecnologías para fomentar el diálogo en torno al futuro de la democracia.

Para ello, se invitó al físico César Hidalgo, profesor del Media Lab del prestigioso instituto MIT de Estados Unidos, para desarrollar el proyecto AIDA (Artificial Intelligence Democratic Assistants).

«Hace tiempo sabíamos que César tenía una inquietud en torno a esto, y nos pareció que la clave era realizar un proyecto piloto que le permitiera a la ciudadanía ‘experienciar’ un sistema como este, y junto con lo anterior abrir una serie de diálogos entre ciudadanos, políticos y académicos, para profundizar en las oportunidades, desafíos y dilemas», comenta.

«La democracia es la idea de que la gente puede participar en las decisiones públicas, pero hoy la implementación se basa en delegar el poder a ciertos agentes, como los que están en el Senado o la Cámara de Diputados», señaló  Hidalgo en una reciente charla TED. «Sin embargo, uno podría pensar que, dada la tecnología actual, hay otras opciones de diseño para la participación que le pueden dar más control al ciudadano», precisó.

César Hidalgo

La crisis política

Para González, la crisis política está en el origen de AIDA.

«Un sinnúmero de encuestas, en Chile y en todo el mundo, nos hablan de la gran desconfianza y desaprobación que sienten las personas tanto por los políticos como por los partidos políticos y el Congreso, así como también por la idea misma de ‘democracia’, lo que puede dar espacio al resurgimiento de modelos autoritarios», apunta González.

[cita tipo=»destaque»]De esta manera sería posible una democracia «aumentada», donde sean tomadas en cuenta las ideas de cada ciudadano según el agente virtual de cada uno, en vez de un político concreto que representa a muchas personas que votan por él, en un «Congreso avatar». ¿Pero cómo una IA puede representar con fidelidad a una persona tan compleja que puede ser liberal en unos aspectos y conservadora en otros? Un problema que es viejo, porque hoy muchos votantes se preguntan si efectivamente un político que votan los representa realmente, destaca el físico. Según Hidalgo, el agente virtual tendría claras, de forma muy detallada, las preferencias de su persona –por ejemplo, mediante los libros que compra o su manejo en redes sociales–, con lo cual representaría de forma mucho más precisa a esa persona que un político. Eso sí, podría votar, pero no escribir leyes, aclara.[/cita]

«Creo que nos estamos olvidando de la importancia de la democracia. Nos hemos olvidado de lo que en el siglo XX inspiró a tantos a trabajar para que todas las personas tuvieran derecho a voto», dice.

Por otro lado, para el economista está el hecho de que el sistema actual no logra que las personas vivamos de una forma que sea reflejo de nuestra “voluntad general”. «¿Cuándo fue la última vez que te sentiste representado?», interpela.

«Creo que la democracia está en crisis porque la hemos entendido como algo rígido. Nos hemos ‘enamorado’ de una alternativa de solución, y no del problema», asegura.

«¿Cuál es la esencia de la democracia? El mecanismo a través del cual ejercitamos la democracia, ‘elegir una persona cada cuatro años que ejerza el Poder Legislativo en mi nombre’, se ha confundido con el ideal detrás como si fuera un requisito sine qua non. Hay algo más profundo por lo que esta forma de convivencia nos importa tanto. Creo que necesitamos volver a concentrarnos en los principios detrás de la idea de democracia, y desde ahí repensar el mecanismo», plantea.

González destaca que, como toda forma de organización social, la democracia depende de las instituciones, la cultura y la tecnología. Las instituciones se establecen en algún momento como una cristalización de la cultura y, una vez establecidas, comienzan a reforzar esa forma de convivir.

Sin embargo, la tecnología cambia a una velocidad mucho mayor que aquella a la que las sociedades son capaces de actualizar sus instituciones; por lo tanto, existe una brecha y, en tanto la tecnología ha ido evolucionando cada vez más rápido, esta brecha ha ido creciendo. «Y el problema es que en la tecnología están las bases de nuestras posibilidades de comunicación, por lo que junto con la tecnología van cambiando nuestras formas de interacción y convivencia, es decir, nuestra cultura», afirma.

«Con esto, la brecha que se presenta entre instituciones y tecnologías, se da también entre instituciones y cultura: las instituciones que tenemos ya no son coherentes con la forma en que convivimos, y esto lleva a la organización social a un momento de crisis, un momento en que se necesitan cambios profundos y de consecuencias importantes. Si nos negamos al cambio, esta crisis va a seguir acentuándose y podría ser complicado. Es de suma importancia que lo abordemos proactivamente. Para eso se estableció la Fundación Tribu», enfatiza.

El factor IA

Para El Mostrador y Tribu, la inteligencia artificial es un elemento más entre varios otros que forman parte de esta pregunta por el diseño de nuevos marcos institucionales que sean coherentes con el siglo en que vivimos. Algunas cosas tienen que ver con tecnologías y otras con formas alternativas de organización.

En este sentido, el concepto de «tecnología de argumentación» resulta clave para Hidalgo, «que te ayude a pensar más, a tomar decisiones de una manera más eficiente», para lidiar con problemas como los que enfrenta el Congreso de Estados Unidos, cuya Cámara de Representantes debió analizar más de 6.500 propuestas de ley en dos años, más de nueve al día.

¿Cómo es imposible que un ciudadano común analice nueve propuestas diarias? Hidalgo propone que cada persona tenga un agente virtual personalizado, «que nos ayude a digerir esa información» de forma de poder emitir una opinión que se ajuste a los valores e ideas de cada uno, todo en una plataforma virtual abierta y revisable por todos, para evitar una manipulación.

Esto incluye el uso de algoritmos «que tratan de imitarte de la manera más fidedigna posible», incluso con opciones de corrección y control por parte del usuario, precisa.

De esta manera sería posible una democracia «aumentada», donde sean tomadas en cuenta las ideas de cada ciudadano según el agente virtual de cada uno, en vez de un político concreto que representa a muchas personas que votan por él, en un «Congreso avatar».

¿Pero cómo una IA puede representar con fidelidad a una persona tan compleja que puede ser liberal en unos aspectos y conservadora en otros? Un problema que es viejo, porque hoy muchos votantes se preguntan si efectivamente un político que votan los representa realmente, destaca el físico.

Según Hidalgo, el agente virtual tendría claras, de forma muy detallada, las preferencias de su persona –por ejemplo, mediante los libros que compra o su manejo en redes sociales–, con lo cual representaría de forma mucho más precisa a esa persona que un político. Eso sí, podría votar, pero no escribir leyes, aclara.

«Los políticos seguirían creando sus proyectos de ley, podrían testearlos en un Congreso avatar sin el costo enorme de las encuestas y con un nivel de participación mucho mayor, o configurarlas basándose en personas que viven en un determinado lugar», explica. «Es como una herramienta para ver cómo pensaría la gente», detalla.

Este «Congreso avatar» el físico lo quiere ver más bien cercano al papel actual de la prensa como «cuarto poder», es decir, de control, antes que cualquier otra cosa. Aunque aclara que no garantizaría tomar siempre la «decisión correcta».

«Creemos que existen tanto oportunidades como riesgos y dilemas asociados a la incorporación de inteligencia artificial en el proceso democrático», sostiene González. «Lo central de nuestra reflexión es que es inevitable que en distintas partes del mundo se comience a trabajar sobre esto y, por esta razón, lo que nos parece responsable es comenzar a abordar el asunto», manifiesta.

«Para entender cómo podría contribuir la IA, pensemos que la democracia, en tanto es un ejercicio de toma de decisiones, es un problema de procesamiento de información. La capacidad de procesamiento de información de todas las personas tiene un límite. La forma tradicional en que hemos aumentado nuestra capacidad individual de procesamiento de información es mediante la comunicación: la coordinación con otros, de lo que también forma parte la delegación a un representante».

Para este economista, la inteligencia artificial es una forma de aumentar nuestra capacidad individual de procesamiento de información –así como la calculadora, pero mucho más poderosa–.

«Entonces, no es que la IA nos vaya a desplazar –que nos saque de escena–, sino que nos complementa y nos podría permitir expandir nuestras capacidades individuales y colectivas. No por tener IA vamos a dejar de coordinarnos con otros. Al menos así lo vemos en Tribu», puntualiza.

Usos actuales

Aunque aún no hay ningún país donde se esté usando la IA en el ejercicio de la democracia de forma total, ya existen algunos ejemplos concretos.

En Tama, un distrito de Tokio, uno de los candidatos a alcalde local en la elección de abril fue Michihito Matsuda, un robot. Su lema fue «la Inteligencia Artificial cambiará la ciudad de Tama» y su objetivo declarado fue acabar con la corrupción. Consiguió 4.013 votos y quedó en tercera posición.

«Hay que tener presente que ninguno de estos cambios se da de un día para el otro. Es importante pensar en la transición», señala González.

Para él, a priori podríamos imaginar a la IA como un asistente personal que nos ayude a entender de mejor manera los efectos de que se implemente una política u otra, tener mayor conciencia sobre las preferencias personales y distinguir con más facilidad qué políticas se alinean con estas, y hacerse preguntas para estimularnos a considerar las distintas dimensiones de un problema.

«Creo que podría llegar a complementar muy bien modelos como la ‘democracia líquida'», asegura. «De todas formas es importante tener presente que aún existen muchas preguntas que responder, por ejemplo, respecto a la transparencia del procesamiento de información detrás de estas IA, razón por la cual es fudamental que comencemos a trabajar esto con tiempo y seriedad», indica.

¿Qué recepción han tenido estas propuestas en el mundo de los políticos?

«Te puedo decir, por las conversaciones que hemos tenido, que para la gran mayoría de ellos esto es algo muy lejano», responde el economista. «Antes de generar propuestas queremos avanzar más en investigación, experiencias piloto y diálogo», añade.

«Hasta ahora hemos decidido priorizar nuestro trabajo con el mundo académico –en Chile y el extranjero–, para asegurarnos que el asunto es estudiado con rigurosidad. Por otro lado, nos importa mucho la recepción de la ciudadanía respecto a estas propuestas, queremos que la gente participe de experiencias que la animen a pensar en nuevas formas de convivencia democrática, queremos que las personas conversen y profundicen sobre estos temas. Sin esto, los cambios no tendrían mucho sentido», concluye.

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