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Recuperemos las Cooperativas como vehículo de asociación de microempresas

Recuperemos las Cooperativas como vehículo de asociación de microempresas

Luis Matte
Por : Luis Matte Ingeniero Civil industrial
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¿Cuánto ha gastado el Estado en fomentar la asociatividad?, ¿cuántos programas inteligentes se han diseñado? ¿Qué pasa con los chilenos que no nos asociamos? Somos unos de los países de Latino América con los más bajos índices de confianza. Las Mipymes desarrolladas aumentan la competitividad, productividad y bajan el riesgo país.


Es menester comenzar esta columna despejando el halo político que tiene la palabra cooperativa para muchas personas que recuerdan el movimiento político de los 60s, informándoles que las cooperativas nacieron en Inglaterra en 1798, y que hoy se estima-por la Organización Mundial de Cooperativas con sede en Inglaterra- que hay más de 1 billón de personas asociadas a una de ellas, y que en Chile existen más de 1,300 activas con más de 1 millón 800 mil chilenos socios, es decir el 20% de la población activa. Por tanto, hablamos de una realidad mundial y nacional, no de los años 60.

Fundar una cooperativa es crear una nueva entidad que será abastecida por todas sus Mipes (micro y pequeñas empresas) socias y ésta aprovechará las economías de escala que le permitirán tener gestión profesional, innovar, embalar los productos, contar con control de calidad y departamento comercial. Una nueva entidad que ayuda a quebrar la desconfianza, o sea, no perderé mi empresa, nadie me copiará, nadie conocerá mis secretos, ¿y me respetarán? Si, un hombre un voto, ¿y no llegará alguien a controlar la propiedad? No, nadie puede tener más del 20%. ¿Y cómo me salgo? Solo saliendo, la entrada y salida de una cooperativa es libre y sin barreras. También, de acuerdo a la ley de cooperativas los negocios entre cooperados no son gravados con IVA ni con impuesto de primera categoría, lo que alivia significativamente el capital de trabajo de las Mipes y además, les permite reinvertir el impuesto de primera categoría si fuese el caso.

Es sabido que en chile existen 975.000 Mipes formales y 834.000 informales (aproximadas por razones obvias) según el Ministerio de Economía y el SII, representando el 97% de las empresas del país y el 65% del empleo, sin embargo no representan más del 13.6% de la facturación del PIB y el 1.9% de las exportaciones del país, además de ser una tendencia decreciente. Estos indicadores claramente no aportan a que Chile alcance un desarrollo deseable, logrando altos grados de cohesión social y niveles de competitividad adecuados o sustentables.

El proceso social que Chile está viviendo, producto de una sociedad que reclama cambios profundos en el modelo político y económico, plantea desafíos y propuestas concretas. En esta dirección, es fundamental el desarrollo y productividad de las Mipes, considerando que el crecimiento de éstas, disminuye la concentración económica, da más oportunidades, democratiza la economía y genera un polo de innovación, además de habilidades más equitativas entre los ciudadanos.

Este camino de asociatividad a través de cooperativas aporta contundentemente a lograr ser un país realmente desarrollado al 2030 con una sociedad que respeta, incluye, fomenta y valora a sus Mipes, empresas familiares y locales, como motores esenciales de la creación de trabajo, desarrollo local, una sociedad con altos niveles de asociatividad, confianza, colaboración y democracia económica, todos valores trascendentes del mundo cooperativo. Es esperanzador ver los ejemplos de cooperativas escolares, donde niños de octavo básico se organizan democráticamente en una cooperativa sin fines de lucro, en este caso, para hacerse cargo de la librería y kiosco del colegio, entregando las utilidades a la orquesta del mismo. No cabe duda que estos niños actúan más colaborativamente en sus casas y barrios que el normal. ¿qué distinto al modelo actual y que civilizado o desarrollado parece este posible país?

Este desarrollo también produce una mayor cohesión social, que en el marco del intercambio y la colaboración conjunta entre las grandes empresas y Mipes, se hace posible, a través de una política de creación de valor compartido de la gran empresa fomentando la formación de estas cooperativas de Mipes, como desarrollo de nuevos proveedores. . No obstante, es primordial que las Mipes no sigan siendo invisibles ni reemplazadas por importaciones de países que no cuentan con legislaciones laborales, de seguridad y medioambientales, como las que deben cumplir las Mipes chilenas, que son afectadas por esa competencia desleal.

El Valor Compartido es la nueva tendencia del siglo XXI que pretende reemplazar las acciones de RSE o filantrópicas del siglo pasado. Podemos definirlo, según Michael Porter como «las políticas y las practicas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera. La creación de valor compartido se enfoca en identificar y expandir las conexiones entre los progresos económico y social, de manera rentable para todos los stakeholders» . “Un acceso insuficiente a proveedores competitivos, de los que las Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) son una vasta mayoría debilita la calidad, cantidad y capacidad de innovar de la gran empresa”. Michael Porter Prologo al estudio Valor Compartido en Chile realizado con la UDD en 2014.

El impacto de tener Mipes en constante crecimiento y mejora de su productividad, afecta positivamente la competitividad de las grandes empresas y sus ventas, influyendo en el costo y calidad de los productos que abastecerán a la Gran Empresa y al poder de consumo de un gran porcentaje de la población que está vinculada a las Mipes, que mejorarán sus ingresos. El Desarrollo de las Mipes también afecta positivamente al índice de “riesgo país” al profundizar la democracia económica y producir cohesión y capital social. (Putman y Lorenzen demuestran que el capital social tiene directa relación con el crecimiento y la formación de clúster industriales)

Considerando las dificultades señaladas anteriormente, la tasa de mortandad o cierre de las cooperativas es de un 1.5%, número no significativo comparado con la mortandad en el primer año de funcionamiento de una micro empresa que alcanza a más del 40% y al 80% en 10 años.

Para finalizar, los estudios neurobiológicos actuales demuestran la incidencia de la hormona Oxitocina en la generación de placer después de actos cooperativos o asociativos. Es decir, la puesta en práctica de esta asociatividad tendrá una colaboración biológica que producirá satisfacción además de progreso a los ciudadanos participantes.

Luis Matte Lira
Gerente General Triple Impacto

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