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Milenio: la generación que reconvirtió la calle en discurso político

Cristian Leporati M.
Por : Cristian Leporati M. Director Escuela de Publicidad UDP, Profesor Asociado, Magíster en Filosofía y Antropología
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Se han desarrollado múltiples investigaciones para entender el pensamiento de los Milenio –jóvenes que van de los 18 a 34 años– y que repiten obsesivamente que son capaces de cambiar el mundo. La misma generación que le asigna el porcentaje de aprobación más bajo en la conducción del Gobierno a la Presidenta Bachelet, solo un 19% en la encuesta Plaza Pública Cadem (http://www.cadem.cl/encuestas/). La misma generación que protesta en las calles por igualdad de oportunidades, no discriminación y educación gratuita junto a los profesores. La misma generación que no vota en ningún tipo de elecciones, pero que es capaz de agendarse eficazmente en los medios de comunicación y redes sociales; produciéndoles todo tipo de dolores de cabeza al Gobierno, partidos, políticos y empresarios; como si se tratase de un movimiento social homogéneo y con objetivos claros. La misma generación hiperconectada que pasa siete horas al día “on line”.

Pero es tan solo eso, una generación subvalorada que no le ve sentido a la política y, que por lo mismo, no participa de los procesos electorales y no vota (aunque representa el 18%, aproximadamente, de la población total). Es decir, no es sujeto de la política ni público objetivo de ninguna campaña o candidato. Grave error, las marchas señalan lo contrario desde el 2006.

Hay que entender que es difícil ponerle un solo rostro a este grupo, los Milenio son muchas cosas. El think tank Pew Research Center publicó un estudio al respecto el 2014 con interesantes conclusiones:

[cita] Como siempre, los pensadores griegos se aparecen en momentos de cambio, y ahí está Aristóteles para explicar el desencuentro de los Milenio con la política en general: «Eres lo que haces, no lo que dices».[/cita]

Son los primeros nativos digitales. El 81% tiene perfil en Facebook. Un 83% duerme con el móvil al lado. Y ven a un Dios lejano: el 58% cree con “certeza absoluta” que existe. A la vez tratan de vivir una vida que se les antoja más difícil que la de sus padres. Son los primeros estudiantes de la edad moderna que se enfrentan a un elevado nivel de endeudamiento (por los créditos universitarios), pobreza y desempleo. ¿La culpa? La recesión y la globalización. Y solo un 42% siente que forma parte de la clase media. Pese a todo, no tienen miedo. Representan al grupo social más optimista frente a la economía. En Chile ocurre lo mismo, un 82% señala que lo mejor está por venir. Pero todo pasa factura. Se casan más tarde que nunca. Los hombres a los 29 años; las mujeres, a los 27. La mitad no se identifica con ningún partido político. Eso sí, son más liberales cuando hablan del matrimonio entre homosexuales o del consumo de marihuana o el aborto.

Algunos perfiles también los retratan como personas malcriadas y regalonas, al decir de Antoni Gutiérrez-Rubí, son capaces de alargar la adolescencia hasta el ensimismamiento hedonista. Del “nosotros al yo”.

Impacientes y egocéntricos. Son hijos del boom económico que se inicia hacia fines de la dictadura y han tenido mucho más poder de compra que sus padres, pero ahora empiezan a sentir en sus vidas la dureza del desempleo juvenil, a pesar de su preparación académica. No les gustan los modelos tradicionales, tienen una alergia espasmódica a las jerarquías impuestas, y viven con una mentalidad abierta a “vivir la vida” más allá de ganar dinero, simplemente. Si tuvieran que elegir entre sus posesiones materiales y las digitales, no lo dudarían: escogerían las segundas. Las marcas no saben qué hacer. No compran autos, no se hipotecan… Porque no pueden y, en parte, porque no quieren. Su principal consumo es el de los contenidos.

Al igual que las confundidas marcas, los Milenio están estableciendo una nueva forma de relacionarse con la política chilena, sin ideología y más contractual, volátil y promiscua. Algo incomprensible para los políticos criados al alero de las ideologías del siglo XX, la fronda aristocrática y el ideario autoritario de Diego Portales.

Algunas claves:

  1. Serán mucho más exigentes con la «nueva política» que surja después del proceso que vive Chile, en términos de transparencia y rendición de cuentas. Lo digital es transparente y sin censuras, ese es el hábito.
  2. No les gusta en demasía el mundo que tienen y, por ahora, no están decididos a cambiarlo. Lo que sí tienen claro es su derecho a decidir por sobre los gobernantes; tampoco aceptan tutelas y dirigismos.
  3. Consideran a los partidos como parte del problema y no la solución. Mejor sin partidos. Prefieren las causas, la petición on line antes que la revolución.
  4. No tienen deudas históricas, ni con la dictadura ni con la Unidad Popular ni con el pasado. Son más bien propensos a la «liquidez» reflexiva, por la velocidad de sus vidas.
  5. Sin compartir no vale, ahí están las redes sociales para verificarlo. La política es participación y deliberación más que nunca.
  6. Los Milenio se organizan, comunican y actúan en red por medio de sus dispositivos móviles. Ergo, la relación y participación con las organizaciones políticas es móvil y digital. De ahí también que se sientan tan cómodos en las calles.

Como siempre, los pensadores griegos se aparecen en momentos de cambio, y ahí está Aristóteles para explicar el desencuentro de los Milenio con la política en general: «Eres lo que haces, no lo que dices».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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