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Ciencia en Chile: la única tarea

Jorge Gibert Galassi
Por : Jorge Gibert Galassi investigador CTS, profesor titular UV
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El 7 de septiembre se constituyó el Consejo de Conicyt. Técnicamente se restituyó, al poner fin al receso de 42 años que la dictadura le impuso. Este Consejo tiene por función asesorar al Presidente de la República en la fijación de la política nacional de ciencia y tecnología, además de asesorarlo en la formulación del plan nacional de desarrollo científico y tecnológico. El Consejo está formado hoy por el presidente de Conicyt, su director ejecutivo, un representante del Ministerio de Educación, otro del Ministerio de Desarrollo Social y destacados académicos e investigadores chilenos.

Independientemente de los muchos objetivos razonables que este consejo podría definir, hay uno que es insoslayable, pues es el que permitiría proteger y desarrollar lo más básico y fundamental de la ciencia y la tecnología chilena, a saber, a quienes hacen ciencia y tecnología, los científicos y tecnólogos.

[cita]En nuestra sociedad, que por ser tan desigual discrimina negativamente el talento femenino, el de regiones y localidades apartadas, el de las clases bajas, el de las etnias y un largo etcétera, podemos hacer un cambio de timón en el caso del talento científico y tecnológico, dándole oportunidad a su desarrollo exponencial mediante la creación de una carrera de investigador independiente, bajo el alero y regulación de Concyt.[/cita]

¿Por qué? ¿Es que acaso las múltiples políticas y programas, como Fondecyt, no lo hacen? No quiero ser malinterpretado. Es indudable que desde el retorno de la democracia el Estado ha hecho un esfuerzo muy importante al respecto. Muchos programas para desarrollar la ciencia y la tecnología se han implementado, bajo el marco de presupuestos cada vez mayores. Pero estructuralmente, la ciencia y la tecnología se desarrollan bajo dos condiciones complejas de nuestra sociedad neoliberal.

La primera, es la competencia brutal entre instituciones y grupos por fondos de investigación estatales y privados, muchos de los cuales son orientados temáticamente, dejando fuera muchos temas que interesan a los investigadores. Esto es grave, ya que, como se sabe, el conocimiento y la innovación pueden surgir por doquier. Además, la competencia puede restringir los proyectos colectivos o colaborativos, pues cada grupo se debe a su institución –y debe ayudar a la sobrevivencia de estas en el actual esquema–.

La segunda condición es la precariedad laboral de los investigadores. Parte de esta precariedad se debe a las restricciones presupuestarias de las universidades e institutos de investigación, pero principalmente a la carencia de mecanismos de seguridad laboral en las instituciones del conocimiento: en las universidades estatales, más de la mitad de sus investigadores están “a contrata” y, por ende, expuestos a la arbitrariedad feudal de los directivos de escuelas y departamentos; mientras que en las privadas, sumisos a planteamientos ideológicos de diverso tipo que limitan la libertad de cátedra. En ambos casos, el resultado es la limitación de la libertad de pensamiento y acción creativa.

¿Cómo abrazar, proteger y desarrollar el talento de las comunidades científico-tecnológicas chilenas? Creo que la respuesta es obvia: instaurando la “Carrera del investigador Conicyt”.

Esto no solo permitiría liberarse de las arbitrariedades de la autoridad, muchas veces ignorante de la escasez o brillantez del talento en algún área del saber, sino dar continuidad al trabajo científico protegiendo al investigador de sus propias pasiones y opiniones, que son habitualmente las razones de muchos despidos laborales y mobbing. Proteger el talento y la continuidad del trabajo científico merece la creación de una “Carrera del investigador Conicyt”, independiente, protegido por la sociedad, financiado por el Estado.

Se sabe cómo hacer esto. La experiencia internacional es vasta. El caso argentino es un buen ejemplo de cómo esta carrera ha permitido resguardar y potenciar el trabajo científico –¡incluidas las ciencias sociales y humanas!–, casi sin importar qué tan desastrosas sean las políticas, los gobiernos de turno o las crisis económicas.

En nuestra sociedad, que por ser tan desigual discrimina negativamente el talento femenino, el de regiones y localidades apartadas, el de las clases bajas, el de las etnias y un largo etcétera, podemos hacer un cambio de timón en el caso del talento científico y tecnológico, dándole oportunidad a su desarrollo exponencial mediante la creación de una carrera de investigador independiente, bajo el alero y regulación de Conicyt.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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