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Ciencia y Tecnología: más que un legado cultural

Felipe Garay
Por : Felipe Garay Bioquímico, Investigador IdeaPaís.
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Hace algún tiempo, se ha puesto de relieve en la esfera pública la necesidad de fomentar el conocimiento y la innovación como pilares del desarrollo económico del país, mejorando la contribución del Estado, las instituciones académicas y la empresa en todo lo relacionado con Ciencia y Tecnología.

En este contexto, desde distintos grupos y asociaciones científicas, dentro de los cuales incluso existen varios premios nacionales, se ha insistido en la necesidad de poder contar con profesionales de primer nivel, para lo cual se necesitan buenos programas de formación académica, tanto en pregrado como en postgrado.

En la actualidad, pese a la existencia de buenos programas en las principales universidades del ranking SCImago–que evalúa la calidad de las universidades a nivel mundial–, la mayor parte de los doctores continúan sus estudios y carrera en el extranjero, por carencia de plazas de trabajo en Chile, y falta de interés institucional para crear y potenciar nuevos centros. Para alcanzar los niveles de producción científica promedio de la OCDE, es necesario duplicar, dentro de la próxima década, el número de investigadores que existen en la actualidad (Comisión Asesora Presidencial, 2015).

[cita tipo=»destaque»]Pareciera que hacer ciencia en Chile es visto como una cuestión atingente a las élites académicas y, en alguna medida, a algunos miembros de nuestra clase política que necesariamente deben tomar decisiones institucionales. Si se quiere fomentar la vocación científica, es preocupante constatar cómo estas áreas son vistas como algo ajeno para los chilenos, donde, según la Organización de Estados Iberoamericanos, solo un 30% de la población les otorga algún valor.[/cita]

Sin embargo, pareciera que hacer ciencia en Chile es visto como una cuestión atingente a las élites académicas y, en alguna medida, a algunos miembros de nuestra clase política que necesariamente deben tomar decisiones institucionales. Si se quiere fomentar la vocación científica, es preocupante constatar cómo estas áreas son vistas como algo ajeno para los chilenos, donde, según la Organización de Estados Iberoamericanos, solo un 30% de la población les otorga algún valor.

La verdad es que en nuestro país se conoce muy poco de ciencia y la actitud ante ella es muchas veces de temor, distancia o admiración lejana, casi como si fuera algo freak o propio de “ñoños”. Además, quienes hemos estado inmersos en este ambiente, sabemos de las profundas carencias en educación y difusión científica existentes en el medio nacional.

Los pobres resultados de los estudiantes chilenos en test internacionales –como las pruebas PISA de ciencias– dan cuenta de una realidad poco considerada por el gobierno de Michelle Bachelet a la hora de hablar de reforma educacional. Seguir, a estas alturas, manteniendo un modelo de formación de docentes y de enseñanza escolar basado sólo en la memorización y la repetición de viejos paradigmas, totalmente alejado de la realidad concreta en la que se aplica este conocimiento, es uno de los principales factores que explica el decadente estado de las ciencias en Chile. Los países líderes en investigación y desarrollo, tales como Finlandia, Corea del Sur y Japón, han implementado formas de enseñanza que incorporan el análisis, la experiencia práctica, y el diálogo con los avances recientes de las distintas disciplinas. Así, se fomenta el conocimiento desde la curiosidad, la reflexión, el análisis y la ejecución de proyectos concretos, permitiendo una mayor motivación por estudiar los fenómenos naturales y sociales, e idear aplicaciones para los mismos.

La ciencia es más que un legado cultural para la humanidad en abstracto. Si nos preocupamos por fortalecerla desde los inicios —como proponemos en el informe lanzado por IdeaPaís hace algunos días , denominado “Basta de Elegir la ignorancia”— los científicos (tanto los ligados a las ciencias naturales como sociales) podrán contribuir no solo al desarrollo económico sino también como verdaderos agentes del desarrollo humano integral que el país necesita para avanzar hacia el futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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