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Los que NO conmemoran el plebiscito del 5 de octubre: una mirada frente al espejo Opinión

Los que NO conmemoran el plebiscito del 5 de octubre: una mirada frente al espejo

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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A pesar de lo que significó la gesta de ese día, la emoción simbólica de lo que representó terminará junto con la finalización de la jornada. En cierto modo para las nuevas generaciones y para algunos actores políticos como el PC, sectores del Frente Amplio y la derecha en el gobierno, es una fecha, para unos pocos, atractiva y, para otros, compleja. Unos le restan toda épica, mientras que en la derecha carecen todavía de claridad para enfrentar el alcance de este hito y sus consecuencias. El silencio ha sido su estrategia hasta ahora. Tal vez haya que esperar un próximo aniversario para que ambos sectores superen sus pendientes.


Hoy se cumplen 30 años del triunfo de la opción NO en el plebiscito de 1988 y, en estos días previos, son varios los actores políticos y sociales que se han visto enfrentados al espejo de la historia. Si para algo sirven las conmemoraciones de fechas redondas –los 10, 20 o 30 años– es para que las personas, en forma individual y colectiva, como sociedad, reflexionen acerca de su pasado reciente.

Una gran cantidad de actividades de corte académico, de divulgación periodística y un uso intensivo de las redes sociales por parte de los propios ciudadanos con recuerdos del contexto previo y del día mismo del plebiscito, han instalado un clima de opinión pública que aporta a este proceso de reflexión.

Ciertamente, los 30 años del plebiscito no tienen la misma envergadura de las conmemoraciones referidas a los 30 o 40 años del golpe de Estado de 1973. La curiosidad de las nuevas generaciones y la consiguiente necesidad de explicaciones, puso en el centro de la discusión de muchos grupos sociales e incluso familias, la conversación necesaria acerca del quiebre de la democracia, el golpe militar y los 17 años de oscuridad de la dictadura de Pinochet.

A pesar de lo que significó la gesta de ese 5 de octubre, la emoción simbólica de lo que representó terminará junto con la finalización de ese día. En cierto modo para las nuevas generaciones y para algunos actores políticos como el PC, sectores del Frente Amplio y la derecha en el Gobierno, es una fecha menos atractiva, en el caso de los más jóvenes y, para colectivos de izquierda y derecha, es compleja.

[cita tipo=»destaque»]Con una incomodidad aún mayor, esta fecha constituye para la derecha ciertamente un problema no resuelto. Buena parte de esta representada hoy en sus dos principales partidos, la UDI y RN, sigue en estado de perplejidad y falta de relato acerca de la decisión política, táctica y estratégica de apoyar el SÍ a Pinochet. La derecha carece de interpretación. Lo que hoy observamos son más versiones sobre el alcance y significado del plebiscito del 5 de octubre que un relato que justifique sus decisiones.[/cita]

Están aquellos que son renuentes a conmemorar el plebiscito, por que lo leen como la legitimación del modelo de gobernabilidad que se instaló en Chile a partir de 1990. Estos sectores más ideologizados no le reconocen el principal atributo a dicha gesta: la épica que supuso derrotar a la dictadura con sus propias reglas, porque para ellos, más que abrir las puertas a la democracia, lo que posibilitó fue solo una transición por la vía de la transacción. Para quienes piensan así –y hablamos de un segmento heterogéneo pero donde predominan los jóvenes–  la transición se habría devorado al plebiscito, su épica y este habría sido solo una ilusión, ya que en los hechos, Pinochet continuó en el poder, el modelo económico y social no habría experimentado transformaciones de fondo y los pocos cambios responden a una suerte de “gatopardismo” político.

Con una incomodidad aún mayor, esta fecha constituye para la derecha ciertamente un problema no resuelto. Buena parte de esta representada hoy en sus dos principales partidos, la UDI y RN, sigue en estado de perplejidad y falta de relato acerca de la decisión política, táctica y estratégica de apoyar el SÍ a Pinochet. La derecha carece de interpretación. Lo que hoy observamos son más versiones sobre el alcance y significado del plebiscito del 5 de octubre que un relato que justifique sus decisiones.

El ministro de Justicia Hernan Larraín dijo que voto SÍ por miedo a la ingobernabilidad, mientras que el académico Gonzalo Rojas afirmó que él y el 43% que apoyó esa opción –un poco más de 3 millones de personas “conscientes de que el que provoca una guerra sabe que se expone a los abusos y los asume de antemano”– lo hicieron porque estimaron que las Fuerzas Armadas reaccionaron con fortaleza ante un proyecto totalitario y porque veían con enorme preocupación el futuro del país.

¿Pero que piensan los actuales presidentes de los partidos que apoyaron el SÍ a Pinochet en 1988, Jacqueline van Rysselberghe y Mario Desbordes, sus directivas? ¿Son estas versiones compartidas acerca de su posición sobre lo que estaba en juego en el plebiscito? ¿Qué dicen los analistas e intelectuales que hoy le dan soporte al sector? Por ahora más preguntas que respuestas. Lo que sí queda claro es que, más allá del resultado de ese 5 de octubre, la derecha siguió apoyando a Pinochet hasta su detención en 1998. Hay que recordar que muchos líderes de la derecha, dirigentes y parlamentarios peregrinaron a Londres –incluido el actual Presidente Sebastián Piñera– para apoyarlo en su cautiverio.

De este modo, hay sectores que tienen pocas razones para conmemorar. Unos le restan toda épica al plebiscito. Otros, como la derecha, carecen todavía de claridad para enfrentar el alcance de este y sus consecuencias. El silencio ha sido su estrategia hasta ahora. Tal vez haya que esperar un próximo aniversario para que ambos sectores superen sus pendientes en relación con el plebiscito del 5 de octubre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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