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Peña y el perdón de Piñera por el Censo: “Es el camino más breve para evitar las críticas y dar por saldado el asunto” Acusa que el mandatario tiende a “banalizar” las palabras y los conceptos

Peña y el perdón de Piñera por el Censo: “Es el camino más breve para evitar las críticas y dar por saldado el asunto”

“Lo que está intentando es simplemente acallar las críticas y evitar que se advierta lo obvio: su propia e inevitable responsabilidad en el manejo de datos y su innegable megalomanía al presentar cifras. Lo que el Presidente hace es usar la solemnidad de un concepto para atenuar la torpeza gubernamental”, expone el académico.


“Uno de los problemas del Presidente Piñera –descontada su personalidad alérgica al carisma- es su facilidad para banalizar, hasta casi desproveerlos de todo significado, las palabras y los conceptos”. Así comienza su columna habitual en El Mercurio el rector de la UDP, Carlos Peña, quien hace un análisis del perdón entregado»a todos los chilenos» por el mandatario por los errores cometidos en el Censo 2012.

En el texto, Peña expone que el perdón de Piñera no es una muestra de humildad, sino que un “abuso lingüístico”.

Y señala que el perdón es un concepto teológico de raíz abrahámica y que se practica en las religiones monoteístas como la judía, la musulmana y la cristiana, siendo en esta última donde el “Dios cristiano es el único que perdona y lava los pecados con la sangre de su hijo. De ahí que el perdón tenga el significado de restablecer el sentido de comunidad –todos hijos del mismo Dios- que el pecado ha roto”.

“La amplia influencia de ese concepto cristiano explica que los japoneses hayan pedido perdón por el maltrato violento de los chinos y coreanos; que el Papa haya pedido perdón a los judíos por la persecución que la Iglesia alimentó; que Aylwin haya pedido perdón a los chilenos exterminados o perseguidos por sus ideas”, precisa.

Sin embargo, señala que pedir perdón por “la chapucería y ardides” es estirar en demasía la nobleza que tiene el concepto. “Por la chapucería y los ardides hay que dar disculpas y explicaciones (fue lo que alguna vez hizo Bachelet por el Transantiago), pero no pedir perdón. La petición de perdón adorna con una pátina la dignidad casi religiosa a lo que es simple incumplimiento objetivo de un deber”, menciona el académico.

En ese sentido, afirma que cuando Piñera pide perdón por los errores en el censo no intenta restablecer una comunidad rota ni lavar un pecado o reconciliarse con el Dios en el que cree, sino que “lo que está intentando es simplemente acallar las críticas y evitar que se advierta lo obvio: su propia e  inevitable responsabilidad en el manejo de datos y su innegable megalomanía al presentar cifras. Lo que el Presidente hace es usar la solemnidad de un concepto para atenuar la torpeza gubernamental”.

Y añade que el acto de contrición presidencial no fue desatado por un examen del propio gobierno, sino por una denuncia periodística. “Si CIPER no hubiera denunciado los malos manejos del Censo ni el director del INE habría renunciado ni el Presidente estaría pidiendo perdón. Si no hubiera habido denuncia periodística, el Presidente Piñera seguiría alardeando que este fue «el mejor censo de la historia»”, sostiene.

“No es esta la primera vez en que el manejo de las fuentes públicas de información (que es otra manera de decir: el manejo de las verdades en la esfera pública) huele mal. Es raro que la prensa no lo destaque. ¿Tan rápido se olvidó el asunto de la Casen y los tropiezos del gobierno en la medición de la pobreza? ¿No se advierte acaso que entre el incidente de la Cepal de ayer y el del censo de hoy hay un parecido innegable: en ambos un intento de manipular la información?”, asevera.

Peña reitera que la petición de pedir perdón parece algo noble, pero “es puro utilitarismo, el camino más breve para evitar las críticas y dar por saldado el asunto”.

El rector explica que la democracia y el sistema político no tienen nada que ver con el perdón, ya que “la administración del Estado tiene que ver con los deberes y las responsabilidades que en este caso (y en otros como el Transantiago) se abandonaron y fueron sustituidas por la propaganda y la exageración. A propósito de la Casen, se dijo que «había disminuido la pobreza» y a propósito del censo, que este era «el mejor de la historia». Y ahora, luego del veredicto de la comisión que declara que hay que repetir el censo, Juan Coeymans, el director del INE -por lo que se ve, un hombre enemistado con las palabras, un verdadero amigo de la torpeza verbal-, trata de salir del paso balbuceando que todo esto es un tsunami y ¡haciendo analogías entre la necesidad de repetir el censo y la de amputar una pierna!”.

Y concluye que “la teología del perdón sirve casi para cualquier cosa, menos para esconder los errores políticos, camuflar los ardides y eludir la responsabilidad”.

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