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Con Guillier como telonero “Pepe” Mujica fue el gran rock star en el cierre de campaña del oficialismo El candidato oficialista reunió a sus adherentes en el Paseo Bulnes

Con Guillier como telonero “Pepe” Mujica fue el gran rock star en el cierre de campaña del oficialismo

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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El mismo elenco de militantes de base históricos con las banderas de sus partidos, ministros, funcionarios, operadores de las elecciones anteriores. En un acto falto de épica, donde el gran mensaje fue ganarle a la derecha, el ex Presidente de Uruguay sacó aplausos hablando de los grandes temas, los sueños de justicia e igualdad, esos que inspiran a un verdadero líder, más allá del binominalismo provinciano.


El país no se cae a pedazos o esta no es una campaña de bajo presupuesto. El Paseo Bulnes, en la Plaza de la Ciudadanía, de espaldas a La Moneda, es el lugar escogido por el comando de Guillier para hacer el cierre de su campaña. Hay cuatro torres de luces, dos cámaras grúa, cada una con un operador y otra que corre de un lado a otro por un riel.

Por los parlantes suena fuerte el jingle; también gastaron en producción musical. Bien podría ser un éxito radial playero y suena menos confuso que el programa de Gobierno. «Basta de corrupción, basta de colusión, descentralización es lo que queremos», dice, y luego, tiene líneas que sin problemas podría usar la derecha: «Un Chile Justo es lo que quiero» (Chile Justo se llamaba la fundación de Longueira que le boleteó a SQM), «para mi tierra más confianza y seguridad», «nuestra familia es lo primero». Toda esa parte conservadora es seguramente lo que molesta al Frente Amplio, que hasta ahora votará por Guillier pero no formará parte de su eventual Gobierno.

El fantasma del Frente Amplio

La presencia del Frente Amplio flota en el ambiente. En el acto, detrás de las vallas papales, están los mismos de siempre, los que han hecho ganar elecciones a la Concertación, a la Nueva Mayoría y, ahora, al cierre de esta edición, Fuerza de la Mayoría. Es un piquete bien compacto pero bullicioso, de gente con banderas DC y de las Juventudes Comunistas, que gritan «¡aquí estamos otra vez!».

[cita tipo=»destaque»]»No hay que odiar al mundo conservador. Tenemos que unirnos. Solo así seremos más fuertes. Hay que combatir el odio, hay que multiplicar la pasión y compromiso, pero jamás multiplicar el odio que nos separa entre compatriotas”, afirma. Antes ha contado sobre su encuentro con Piñera. No en los términos de Roger Waters sino por el contrario: «Elijan a quien tengan que elegir. Tienen la oportunidad de hacerlo entre dos personalidades formidables, lo que no es común en América Latina».[/cita]

Hay otras pocas banderas del Partido Radical, unas cuantas del PS. Más tarde, cuando muestran un video de la franja televisiva con el actor Pablo Schwartz diciendo que «la derecha, desde 1810 hasta ahora, es el 44%», pienso en que no hay mucho de que ufanarse porque, del otro lado, los que siempre han estado son pocos. Las otras banderas, las nuevas, las puede tomar cualquiera, según le convenga. A mi me regalaron una porque estuve mucho rato con las manos vacías.

En la explanada, poco antes de las 19:00 horas, hay un grupo de adherentes de la Región del Biobío, mujeres bien peinadas, de peluquería reciente, colgantes étnicos y pañuelos de gasa estampada en el cuello, que se sacan fotos. Improvisan un grito, un cehacheí clásico: «Viva Chile con Guillier». Desde Pinochet, los presidentes con apellido francés han hecho que la creatividad de los gritos siga estancada.

Ellas son como alegría aislada. No hay épica, es como un triunfo calculado, con los de siempre. Es como un concierto de la Nueva Canción Chilena con los invitados solistas de ahora. Y no al revés: jóvenes invitando a viejos.

Fotos con las bases

Hay, por cierto, jóvenes viejos. Escucho que uno le dice a otro que «la pasada de cuenta tiene que ser buena. Si deciden hacerla, yo me sumo a esa instancia». Guido Girardi y Atria se sacan fotos con las bases, igual que los ministros Alberto Undurraga, Andrés Rebolledo y Paola Tapia. Gonzalo Navarrete, presidente del PPD, habla por teléfono en un rincón. Patricio Tombolini, con un periodista del «duopolio». Salvo las cámaras y las pantallas led, es en buena parte el mismo elenco de la campaña de Frei en 2010 y la de Bachelet en 2013.

Antes que todos, eso sí, llega Alberto Mayol, y los camarógrafos se activan. A su lado, Esteban Silva, ex PS y ex asesor de Alejandro Toledo, cuando este era Presidente de Perú. Y con ellos, un incombustible Arturo Barrios, ex timonel de la FECH, subsecretario de Cultura en el primer Gobierno de Bachelet y que probablemente ve en Mayol los destellos de la promesa que él fue a mediados de los 90.

Mayol explica por qué ha llegado hasta el cierre de campaña, cuando sus compañeros difícilmente han salido de Twitter para manifestar su apoyo a Guillier. «Si yo digo una cosa, la materializo, no me parece que no estemos dispuestos a la foto de esas palabras. Sabemos en el Frente Amplio lo que significa la imagen en la sociedad contemporánea. Dar la palabra y no dar la foto, me parece que no es suficiente», plantea, y niega que esta sea una señal de que está disponible para algún cargo.

Suben al escenario Adela Secall, nieta de Luis Corvalán, y Alejandro Goic, militante PS, que saluda a los militantes de los partidos. Goic empieza a gritar «No más AFP» y nadie lo sigue, tal vez por miedo a generar una confusión con el equipo económico del candidato. Comienza a tocar un grupo de flamenco fusión. Ya no está Bastián Bodenhöfer, pero el hijo de Guillier toca la flauta traversa. Luego es el turno de La Regia Orquesta, el grupo que acompañaba el montaje de La Negra Ester. Me siento en abril de 1990. Cierra Inti Illimani, la facción que lidera Jorge Coulon, con una batería de hits, incluyendo «El pueblo unido jamás será vencido». Pero a nadie parecen entrarle mugrecitas al ojo, cantar suena como parte del acto programado.

Mujica, el mesías

Quienes sí tienen una emoción difícil de controlar son dos mujeres que se abrazan frente a mí, cuando anuncian a José Mujica, el ex Presidente de Uruguay. Las dos se abrazan como si estuvieran esperando hace mucho tiempo este momento.

Mujica sale al escenario y los aplausos, que ninguna arenga sobre los peligros de la derecha logró antes, se escuchan fuerte. El ex Mandatario comienza diciendo que es uruguayo, pero «mi nación es Latinoamérica» y brotan las expresiones de júbilo. Antes ha habido silencio total, ni murmullos ni cuchicheos. «Vivimos en el continente más rico en recursos naturales, pero más injusto» y los aplausos   surgen espontáneos  nuevamente. Mujica no viene a ser complaciente y por eso enfatiza que “no me canso de predicar, y se lo tengo que decir a los chilenos, ustedes tienen la conformación que les dio la historia, también la cordillera de los Andes. Están cerca, pero a veces están lejos. Se abren para el mundo, pero muy poco para los vecinos”, señala.

Mujica fue guerrillero de los tupamaros en Uruguay, lo hirieron con seis balazos. Y su estadía más larga en la cárcel fue de 13 años. Por eso es que, cuando habla de terminar con el odio, es muchísimo más creíble que cuando esa petición viene de alguien a quien le fue muy bien durante la dictadura.

«No hay que odiar al mundo conservador. Tenemos que unirnos. Solo así seremos más fuertes.Hay que combatir el odio, hay que multiplicar la pasión y compromiso, pero jamás multiplicar el odio que nos separa entre compatriotas”, afirma. Antes ha contado sobre su encuentro con Piñera. No en los términos de Roger Waters sino por el contrario: «Elijan a quien tengan que elegir. Tienen la oportunidad de hacerlo entre dos personalidades formidables, lo que no es común en América Latina».

El ex Presidente, uno de los fundadores del Frente Amplio uruguayo, que ha sido ilustrativo para el resto de las fuerzas de izquierda en América Latina, admite que “me convocaron antes, pero la gente progresista estaba medio peleada y yo no participo en las peleas de mi familia (…). No significa que hay que pensar lo mismo (…). Hay que desterrar el odio de todas las relaciones humanas”, recalca.

Y deja un último mensaje para los militantes del Frente Amplio local: «Pertenezco a una generación que apostó el todo o nada. Y la apuesta del todo o nada, casi siempre, es nada. Y cuando es nada, el que sufre es el pueblo más débil, los que tienen menos. (…) Fui Presidente de mi pequeño país y lo mejor me quedó en el tintero. Siempre lo que hacemos no nos conforma (…). Viva América Latina, viva Chile, gracias».

Minutos después sube al escenario Alejandro Guillier, que más bien parece el telonero antes que el protagonista.

Mujica abandona el proscenio y saluda a algunas personas en la primera fila.

Guillier toma la palabra y todo vuelve a ser lo de antes, lo de siempre.

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