En estas semanas hemos visto como avanza el Coronavirus, una pandemia como lo ha definido la Organización Mundial de la Salud (OMS), poniendo a prueba a los estados, la ciudadanía y las instituciones. Autocuidado y empatía son los conceptos claves, y en la evaluación pareciera que las desigualdades en estos puntos, hacen la diferencia a la hora de enfrentarla con éxito.
Más de 1.000 millones de personas, el 15 % de la población mundial, tienen alguna discapacidad. En Chile, suman más de 2 millones 600 mil. Para ellos, las respuestas en esta crisis, parecieran no ser suficientes, adecuadas y certeras.
¿El Estado ha diferenciado las medidas según las necesidades de las personas? ¿Las respuestas y campañas son inclusivas? ¿El acceso a comida, medicamentos, vacunas están pensadas en ellos? ¿Son los primeros en la fila en las planificaciones de salud o el actuar de las instituciones? ¿Hemos considerado que muchos requieren de ayuda permanente? ¿Incluso el afecto físico que hoy es limitado?
Concuerdo con Catalina Devandas, relatora especial de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad, quien hace pocos días levantó una voz de alarma sobre la falta de medidas para proteger y ayudarlas ante el coronavirus: “Las personas con discapacidad sienten que las han dejado atrás (…) Las medidas de contención, como el distanciamiento social y el aislamiento personal, pueden ser imposibles para quienes requieren apoyo para comer, vestirse o ducharse”.
Hemos olvidado que muchas de las personas con discapacidad pertenecen a grupos de riesgo y dependen de servicios que han sido suspendidos o acotados, o que simplemente no cuentan con los recursos económicos para entregas a domicilio de alimentos o medicamentos, entre otros.
Esto, sin olvidar los espacios de afecto y contención emocional, que muchas veces requieren de contacto físico.
Solo un ejemplo, la Confederación de Autismo de España solicitó al Gobierno que las personas con trastorno del espectro del autismo (TEA) puedan, de forma excepcional, salir solas o acompañadas a la calle cuando sus circunstancias así lo requieran, porque la permanencia indefinida en sus hogares puede generar alteraciones de comportamiento o afecciones graves en su bienestar psicofísico y personal.
Por tanto, es urgente tomar medidas adicionales de protección, entre las que debieran al menos ser consideradas:
Esta es una oportunidad, para que el Estado de Chile haga la diferencia, y en la urgencia no olvide la inclusión por la que tanto hemos abogado. Esto es un llamado a las entidades públicas, al Gobierno, pero también a la empresa privada y de servicios y a las instituciones que trabajamos en el tema. No perdamos el tiempo, rompamos con la discriminación estructural que estamos reforzando en esta pandemia. En Chile y el mundo.