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Dismorfia corporal: cómo está afectando el retoque de imágenes en redes sociales a la salud mental Digital

Dismorfia corporal: cómo está afectando el retoque de imágenes en redes sociales a la salud mental

Es un trastorno muy común y típico de la adolescencia, y producto del abuso en el uso de filtros y retoques de imágenes, creció de manera importante. El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) aumentó en un 32% durante 2021, según datos de atención de Psicologiachile.cl. “El querer asemejarse a la imagen de los filtros tiene  un impacto en la autopercepción y autoestima”, indicó una especialista. 


Ojos rasgados, narices finas, pómulos elevados, labios carnosos. Los filtros de belleza utilizados en Instagram y otras redes sociales están creando una demanda cada vez mayor entre las y los usuarios más jóvenes de las plataformas. Diversas revistas científicas ya hablan de la “dismorfia de Snapchat”, la frustración por no alcanzar la imagen idealizada de uno mismo construida a partir de filtros y la obsesión por querer alcanzarla.

“Muchos adolescentes buscan asemejarse a los filtros, lo que puede tener que ver con una baja autoestima, que se refleja en querer parecer alguien que no son”, explicó la psicóloga Carolina Baar.

“Junto con eso, tratan de pertenecer a un grupo (sentido de pertenencia) y ser parte de él más allá de ellos mismos, por parecerse e identificarse con apariencias, acciones y sentimientos de sus pares o del grupo donde están insertos”, agregó.

La preocupación es transversal y mantiene en estado de alerta a doctores y trabajadores de la salud de distintas áreas, incluso la propia cirugía plástica.

“La presión social por parecer perfecto ha hecho que la afluencia de personas más jóvenes a nuestras consultas sea cada vez mayor”, advirtió el doctor Esteban Torres, quien además integra la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica.

“Como cirujanos plásticos, esto nos trae el desafío de hacer énfasis en que la salud de nuestros jóvenes está en riesgo y que su afán por parecerse a los filtros de redes sociales puede llevarlos a ideales imposibles de alcanzar”, subrayó con preocupación.

En esta línea, Torres aseguró que es crucial que las y los pacientes más jóvenes “tengan la madurez suficiente para solicitar los procedimientos estéticos”, así como también “comprendan sus riesgos cuenten con toda la información necesaria, para no frivolizar la cirugía” y asimismo “dimensionar qué se puede conseguir sin filtros y qué no”.

Así como ha traído numerosas ventajas, el mundo digitalizado también contribuyó a la construcción de cánones de belleza y una imagen virtual que en numerosas ocasiones dista de la realidad. “Muchos adolescentes se desviven por tener una imagen ‘perfecta’ para ser aceptados, calzar e identificarse con sus pares o sus grupos”, destacó Baar.

Al mismo tiempo, mencionó que lo importante es detectar en primer lugar a las y los jóvenes afectados por la situación y “hacer un trabajo de refuerzo positivo”, es decir,  trabajar su autoestima “para que entiendan que deben ser aceptados por todas sus cualidades y no solo por su apariencia”.

Un problema mundial: ya existen políticas públicas que regulan el retoque de imágenes

Según explicó el cirujano, el TDC es un “trastorno muy común”, sobre todo en sus formas menos graves, “sin apenas diferencias de género” y descrito a nivel mundial, con prevalencias que oscilan entre 1,7-2,5% en muestras de población general, hasta un 15%  en unidades de ingreso psiquiátricas; de 10 a 40% en consultas de psiquiatría; y de 8% a 53% en consultas de dermatología, cirugía plástica o cirugía maxilofacial.

En Estados Unidos, por ejemplo, un 55% de los cirujanos plásticos manifestaron tener un aumento de pacientes que acuden a su consulta con el fin de asemejarse al reflejo de sus filtros. Así pues, suelen llegar en la búsqueda de cirugías estéticas relacionadas con la corrección de la asimetría facial, la caída de los párpados y el aspecto de la nariz, las más demandadas.

A partir de este panorama y, con una preocupación global compartida, diversos países decidieron llevar el tema al debate político y desarrollar políticas para enfrentar la problemática.

En 2017, la Provincia de Buenos Aires sancionó la “Ley Anti Photoshop”, una norma que actualmente regula que “todas las publicidades que tengan figuras humanas retocadas con medios informáticos deberán exhibir la leyenda ‘esta imagen ha sido retocada y/o modificada digitalmente”.

La normativa no sólo abarca publicidades que aparecen en la vía pública sino también aquellas que aparecen en medios gráficos o digitales y significó un esfuerzo por contener la difusión de “imágenes irreales sobre las figuras de las personas”.

“Es un gran paso contra la violencia simbólica que sufrimos en particular las mujeres, y en general a toda la población porque ese ‘retoque’ en imágenes digitales atraviesa límites y plasma en publicidades cuerpos ‘irreales’, con parámetros de belleza imposibles de cumplir que generan mucha frustración», señaló la diputada que impulsó la normativa.

Más recientemente, en 2021 Noruega elevó una bandera similar por la defensa de la salud mental de niños, niñas y jóvenes en especial. En este caso, el país nórdico se enfocó sobre todo en el contenido de redes sociales y los llamados influencers, quienes desde entonces tienen que dar cuenta de la existencia de retoques de imágenes.

Otros países europeos trabajaron o trabajan en normativas similares para ir en respuesta a “la presión social” derivada de la construcción y exacerbación de cánones de belleza que producen impactos importantes en la salud mental de las personas, en especial las más jóvenes y expuestas a redes sociales.

Según diversos informes, entre ellos los publicados por la Defensoría de la Niñez, los problemas de salud mental en niños, niñas y adolescentes van en aumento en el país. La pandemia, además, incrementó aún más la situación por lo cual pensar políticas públicas para contrarrestar problemas como estos es quizá otro pendiente del sistema de salud mental chileno.

La pandemia, además, incrementó aún más la situación por lo cual pensar políticas públicas para contrarrestar problemas como estos es quizá otro pendiente del sistema de salud mental chileno.

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