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Las dos caras de Aylwin y Larrain sobre los Derechos Humanos en la siniestra Colonia Dignidad Sociedad y Derechos Humanos

Las dos caras de Aylwin y Larrain sobre los Derechos Humanos en la siniestra Colonia Dignidad

En ese tiempo, se enfrentaban el futuro mandatario Patricio Aylwin con una incipiente coalición de derecha comandada por jóvenes políticos, entre ellos Hernán Larraín, quien hacía oídos sordos a las denuncias.


La Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, como se conoció en un principio a Colonia Dignidad, representó un período oscuro en Chile. Bajo la tutela de Paul Schäfer ocurrieron miles de abusos contra niños y, posterior a eso, fue usado como lugar de tortura durante la dictadura.

Uno de los defensores de los Derechos Humanos era Patricio Aylwin, quien en ese tiempo defendió a denunciantes de las atrocidades que ocurrían en Villa Baviera. Aylwin, durante su mandato como Presidente de Chile, revocó la personalidad jurídica de la Colonia, que le permitía no pagar impuestos, entre otras cosas. Además, envió decenas de testimonios y pruebas al Gobierno, expuso el tema frente al Congreso y nada ocurrió.

Mientras Aylwin hacía todo lo posible por desmantelar Colonia Dignidad, algunos jóvenes políticos de derecha acudían a seminarios en la Villa. Uno de ellos era Hernán Larraín, quien formaba parte del grupo Amigos de Colonia Dignidad y defendió con fiereza a Schäfer y a sus secuaces cuando comenzaron a lloverles demandas por abusos sexuales y esclavitud: “Forma parte de un montaje. Esa gente, quienes denunciaron los abusos que ocurrían en el lugar, tiene que haber recibido algún favor”, aseguraba en ese tiempo en una entrevista, tal como recalca el diario El Confidencial. Actualmente, jamás ha condenado los crímenes ocurridos en la Colonia.

En julio de 2005, con Schäfer ya en la cárcel, comenzó otro capítulo alucinante de la saga Colonia Dignidad. La policía de investigaciones desenterró más de tres toneladas de armas y explosivos de gran calibre, valorados en unos 11 millones de dólares (unos 10 millones de euros). Repartidos en tres contenedores había un sinnúmero de granadas, bombas de mortero, pistolas, revólveres, fusiles, metralletas, lanza cohetes, bazucas, municiones y elementos químicos para la fabricación de explosivos y armas químicas.

El alijo sirvió para demostrar que durante décadas Schäfer se había dedicado al muy lucrativo tráfico de armas. Además de su audacia para los negocios, el descubrimiento daba cuenta de su fascinación por las armas de fantasía: cámaras de fotos con dardos en el obturador, pistolas en forma de lápiz e incluso armas con el aspecto de un bastón de caminar completaban un arsenal digno de una película de James Bond.

Durante el proceso judicial, el jerarca Kurt Schnellemkamp confesó que había participado en tráfico internacional de armas y admitió que algunas incluso se fabricaban en la Colonia. Ante la incredulidad de los interrogadores, Schnellemkamp contó cómo bajo la bandera de la altruista Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, Schäfer había esquivado la supervisión de las aduanas alemanas y chilenas y había introducido granadas camufladas como huevos y patatas, munición como si fuera forraje y cañones de armas como tubos de oxígeno para el hospital.

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